Comienza una nueva autoconciencia, una nueva manera de reconocerse mutuamente y de actuar. Las estructuras de interacción y comunicación necesitan ser renovadas
(Belén Brezmes).- En las XV Jornadas de la Asociación de Teólogas Españolas, que se celebraron en Madrid en el Colegio Mayor Chaminade los días 11 y 12 de noviembre, profundizamos sobre Reforma y reformas en la Iglesia, miradas críticas de las mujeres cristianas.
Tras la apertura de la presidenta Silvia Martínez Cano que nos abría el horizonte de las mismas, la primera ponencia fue impartida por Mireia Vidal Quintero, profesora titular de Historia y Teología y de la Iglesia en la Facultad de Teología Protestante SEUT y miembro de la Iglesia Evangélica Española (tradición presbiteriana y metodista).
El título es Semper reformada. El discurso de la reforma en la Iglesia. Nos hizo explorar el concepto de reforma eclesial desde la época medieval, para pasar a su concreción en le Reforma protestante del siglo XVI y su cristalización en torno al concepto de ecclesia reformata semper reformanda est secundum verbum Dei acuñado en el siglo XVII.
Este slogan es un referente para los protestantes hoy para construir su identidad protestante que lleva incluso a enfrentamientos debido a las distintas hermenéuticas bíblicas. Así mismo el análisis crítico desde la perspectiva de las mujeres descubre que el uso discursivo del semper reformanda abre tantos espacios como cierra. Es necesaria una desacralización de la persona para romper los techos de cristal que conducen a una acción ya establecida para las mujeres y mantiene el «pastorcentrismo».
La segunda ponencia fue llevada a cabo por Estela Aldave Medrano, Terciaria Capuchina, profesora de Sagrada Escritura en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón CRETA, en Zaragoza y en la Facultad de Teología de Vitoria. El título es Liderazgos de mujeres en los orígenes del cristianismo: desplazamientos, retóricas y dinámicas patriarcales. El caso del cuarto evangelio.
El liderazgo de las mujeres en las comunidades del cristianismo naciente, aunque está atestiguado por las fuentes literarias, es un fenómeno que en buena medida se oculta tras los textos, tanto canónicos como extracanónicos, debido a las estrategias patriarcales que dominaron su puesta por escrito. La reconstrucción de tal liderazgo requiere adoptar algunas estrategias metodológicas, entre las cuales la interdisciplinariedad constituye una herramienta de mucho valor.
Partiendo de la tradición joánica nos asomamos desde la siguiente cuestión: algunos de los dichos de Jesús consignados en el cuarto evangelio transparentan experiencias propias del mundo de las mujeres haciéndonos sospechar que han podido nacer en grupos de mujeres de la comunidad joánica que eran sujetos de profecía. Algunos textos apuntan a la existencia de mujeres profetas en la comunidad de Juan, dando los indicadores que permitan detectar tradiciones evangélicas creadas y transmitidas por estas mujeres, en especial aquellas que tienen que ver con los contextos de duelo, gestación y parto.
Con el título La construcción de la autoridad de la primera generación de mujeres de la reforma, la tercera ponencia fue impartida por Lidia Rodríguez Fernández, presbítera ordenada de la Comunidad Cristiana Evangélica y profesora de Teología de la Universidad de Deusto en Bilbao y de Antiguo Testamento en la Facultad Protestante de Teología UEBE en Alcobendas.
Durante las primeras décadas del siglo XVI, mujeres de toda condición social -pertenecientes a la nobleza, a la incipiente burguesía e incluso al campesinado-, abrazaron con entusiasmo los ideales de Lutero, Calvino o Zwinglio. Estas mujeres encontraron en la Reformas claves para repensar y resignificar los roles tradicionales que venían desempeñando en la sociedad y en la Iglesia de su tiempo. Sin las esposas de los ministros que hicieron de su hogar un lugar de servicio a la comunidad; sin las activistas que pusieron su fortuna y su influencia al servicio de los reformadores; sin las maestras y predicadoras que formaron a los primeros conversos protestantes; sin las mártires que dieron su vida por causa del evangelio, el movimiento reformado no habría alcanzado la popularidad que logró en las primeras décadas del siglo XVI.
Descubrimos así los modos de agencia, negociación y resistencia que todas ellas pusieron en juego. Esta nueva forma de comprenderse las mujeres es impulsado por este momento carismático que luego se va domesticando al institucionalizarse, cortándose su proceso emancipatorio. La primacía de la conciencia ayudaba a desarrollar la libertad cristiana, el sacerdocio universal, el derecho al libre examen y la pneumatología. Destacan nombres como Caterina von Bora, María Dentière, Caterine Zell, Juana III de Albret, Bárbara Rebstock o Úrsula Jost.
Pasamos después a la mesa redonda donde Carmen Soto Varela, Dolores López Guzmán, Marta López Ballalta y Mercedes Navarro Puerto nos visibilizaron las reformas de las mujeres en distintos contextos y épocas. En el siglo XIX nacieron un gran número de congregaciones religiosas femeninas que fueron fundadas e impulsadas por mujeres para dar respuesta a situaciones de vulnerabilidad de diversos colectivos sociales especialmente femeninos.
Este fue el caso de Bonifacia Rodríguez Castro. Comenzó un proyecto con el que se respondía a la precaria situación laboral de las mujeres en la naciente revolución industrial y ofrecía un espacio nuevo en la iglesia que posibilitase un nuevo estilo de seguimiento de Jesús de Nazaret desde la experiencia de las mujeres, en el que realidad laboral y espiritualidad se hermanasen. Este proyecto fue tutelado por miembros del clero que en ocasiones bloquearon su novedad y audacia.
Dorothy Day tiene una biografía apasionante y su sensibilidad hacia la dimensión social, comunitaria de la vida, inconformista, reivindicativa y pacifista jalonan toda su vida. Buscadora de la verdad y la autenticidad en la sociedad y frente a los que le rodean. Forma parte de The Catholic Worker Movement de principios del siglo XX.
Las pastoras protestantes, es una normalización más avanzada que en otras confesiones cristianas en cuanto al papel de la mujer en la iglesia, pero ¿es una realidad en todos los espacios protestantes o es otro signo de la gran debatida diversidad evangélica? ¿Podríamos hablar de feminización cultural del espacio religioso?
Teología, cultura y cosmovisión deben ser los ejes de nuestra mirada y los retos sobre los que construir el espacio femenino religioso. La Asociación de Teólogas Españolas empezó su andadura en 1992 con el fin de sumar y hacerse fuertes iniciando una carrera académica para transformar la teología con sus aportaciones. Después de este recorrido necesitamos ser autocríticas para no caer en la inercia paralizante y generar redes para superar la repetición y no bajar la guardia y crecer en creatividad y dinámica sin caer en la trampa de complacer eclesiásticamente. En esta situación más serena de la teología seguir en el fortalecimiento de la identidad sin difuminarla.
La mañana del domingo estuvo marcada por la ponencia Reformas que queremos las mujeres en la Iglesia de Serena Noceti, profesora de Teología Sistemática en el Istituto Superiore di Scienza Religiose di Firenza y vicepresidenta de la Associazione Teologica Italiana. La Iglesia es un «cuerpo inquieto» que desde la condición post-moderna se abre a una nueva sensibilidad para el cambio. El Concilio Vaticano II impulsó un aggiornamiento, una renovación, una reforma. La reforma litúrgica que se llevó a cabo fue rápida y se empezó a interpelar la transformación estructural desde la perspectiva de estar ante el otro (ecumenismo) y una mirada diferente desde el margen, la disidencia, las minorías críticas.
Una nueva manera de vivir las formas eclesiales, de reconocerse mutuamente y de actuar juntos. Comienza una nueva autoconciencia, una nueva manera de reconocerse mutuamente y de actuar. Las estructuras de interacción y comunicación necesitan ser renovadas. No es tiempo de cambiar una estructura con otra sino debemos entender un proceso que debe darse en tres planos simultáneamente y de manera convergente: autoconciencia colectiva, de la forma eclesial y de la transformación de la estructuras.
Los procesos de reforma de conjunto debe de ser de forma interrelacionada. Las mujeres no tienen la autoridad necesaria para la reforma del cuerpo eclesial ni están involucradas en esa reforma de conjunto de la Iglesia. La novedad necesita que las mujeres sean reconocidas como sujeto de reforma de Iglesia no sólo en la Iglesia. Las mujeres quieren volver a poner en juego las formas y las estructuras del nosotros eclesiales. Son las mujeres en la Iglesia las que proponen que no sólo está en juego un cambio incremental que se logra mediante la ampliación de los sujetos involucrados o por colaboración con la jerarquía que seguiría siendo el primer y real sujeto de la reforma eclesial. El desafío es una reforma de conjunto.
Transfiguración en el nivel de la autoconciencia de la Iglesia, de hombres y mujeres, en el nivel de la forma de las relaciones eclesiales y en el nivel de las estructuras.
La perspectiva de género se convierte en una categoría crítica y político transformativa. La Iglesia como institución está orientada, estructurada, pensada, configurada según el género aunque se percibe como neutral. La Iglesia de hoy tiene, en muchos aspectos, sus raíces en una estructura patriarcal. La institución sigue una lógica patriarcal. La reforma exige un posicionamiento total de todos los sujetos eclesiales: nuevas coreografías para interrelacionarse los unos y las otras y comprender y redibujar de forma correlativa nuestras identidades, nuestras palabras.
La palabra de las mujeres hoy es autoritativa, pública y competente. Esta irrupción de la palabra inédita de las mujeres lleva a la Iglesia más allá. Sujeto de reforma de Iglesia no sólo en la Iglesia.
Finalmente la presidenta de ATE, Silvia Martínez Cano nos invitó a hacer un diálogo con preguntas adecuadas que nos llevasen a propuestas consensuadas. La cuestión de la mujer no es secundaria sino fundamental para que haya reforma cierta pues nos lleva a saber de qué Dios estamos hablando y de qué Iglesia. Esto nos lleva a implicarnos buscando la colegialidad en los lugares intermedios y hacer real el principio de subsidiaridad en la toma de decisiones en igualdad.
Estamos implicadas en la santidad de le Iglesia, comprometidas en la búsqueda. Somos un reto en una mayoría silenciada. Llega el momento de reivindicar nuestro espacio de autoridad como adultas en la palabra y en la responsabilidad compartida para con nosotras y las generaciones futuras. Y así, fuimos emplazadas para las Jornadas ATE de 2018.