Rotundo éxito del XIX 'Católicos y Vida Pública', organizado por la ACdP

«Nos comprometemos a crear soluciones para superar la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados»

Carlos Osoro: "Debemos abrir el corazón y las manos a los más necesitados"

"Nos comprometemos a crear soluciones para superar la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados"
Clausura del Católicos y Vida Pública CEUMedia

Kike Figaredo: "Hay que salir a las periferias, no se puede venir a un congreso de este tipo y después no hacer nada. Tiene que haber progreso"

(Jesús Bastante).- «Como miembros de la Iglesia, nos comprometemos a suscitar una concepción positiva y trascendente del hombre y de su destino; a promover comportamientos en favor de la cultura de la paz; a denunciar toda forma de explotación y consumismo; y a crear soluciones para superar las causas de la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados«.

Este es el compromiso final, suscrito en el manifiesto del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, que este fin de semana ha congregado a las principales ONG y asociaciones católicas que luchan contra la pobreza y por un mundo en el que las bienaventuranzas sean la «Constitución» de todo hombre o mujer de bien.

Un deseo que, este domingo, coincidió con la I Jornada Mundial de los Pobres. En la misa de clausura, presidida por el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, se puso de manifiesto que «debemos abrir el corazón y las manos a los más necesitados». También en la conferencia final, pronunciada por el prefecto apostólico de Battambang (Camboya), Mons. Enrique Figaredo.

 

 

Durante su intervención, Figaredo ha subrayado cómo «la Iglesia de Camboya quiere ser un sacramento de salida, al encuentro de gente sencilla». Su actitud es con los pobres y por los pobres, potenciando lo que nos ayuda y nos iguala. Así, ha añadido que «hay que ser sencillos y tener humildad, siempre desde la pequeñez de nuestra realidad».

El ‘obispo de las sillas de ruedas’ ha explicado que lo que buscan es «llevar ilusión y soluciones a quienes lo necesitan». Y respecto a la gente discapacitada ha añadido que «debemos ser compañeros de su camino, ayudarles, bajar a su altura y dialogar».

El único lenguaje que habla mejor de Dios es el amor y hace creíbles los otros lenguajes como la caridad. Hace que nuestra fe sea creíble. En este sentido ha añadido que «hay que salir a las periferias, no se puede venir a un congreso de este tipo y después no hacer nada. Tiene que haber progreso».

Por su parte, el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Carlos Romero, ha clausurado este Congreso «marcado por el testimonio y las experiencias de numerosos cristianos que, con su vida, hacen visible la acción social de la Iglesia en el mundo» y ha agradecido la labor de todas las personas involucradas en él. En el acto de clausura también han participado el director del Congreso, Rafael Ortega, y la secretaria general de la ACdP, Sirga de la Pisa, que ha leído el manifiesto del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, que ofrecemos a continuación.

 

 

MANIFIESTO

Finalizamos el XIX Congreso Católicos y Vida Pública recordando un acontecimiento que puso en marcha el proceso de actualización y renovación de toda la Iglesia: el Concilio Vaticano II. Un proceso de reforma de mentalidades y de estructuras al que el Papa Francisco, hoy, continúa invitándonos.
El día siete de diciembre de 1965, Pablo VI promulgaba solemnemente la Constitución Apostólica Gaudium et Spes, cuyas emocionantes y certeras palabras iniciales, una vez más, recordamos y hacemos nuestras: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son a la vez los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».
En esta misma Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, los padres conciliares afirmaron con claridad que «el porvenir de la humanidad está en las manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar». Eso es lo que los cristianos queremos, dar razón de nuestra esperanza y de nuestra alegría abriendo caminos nuevos, solidarios y comprometidos en la construcción del bien común.
Por todo ello, en este manifiesto de conclusión del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, alentados por el testimonio de un sinfín de cristianos comprometidos, afirmamos nuestra total adhesión al mensaje que la Iglesia propone al mundo de nuestro tiempo: la creación de una nueva civilización del amor animada por la caridad; principio y motor de su dinamismo.
Juntos, nos comprometernos a seguir anunciando al Dios Trinitario; luz y amor inefables para los hombres. Un amor que nos llama al encuentro con el hermano, especialmente el más vulnerable y humilde. Una invitación a no encerrarnos en nosotros mismos mientras afuera, ante una multitud hambrienta, Jesús nos repite incansablemente: «¡Dadles vosotros de comer!»».
De esta visión cristiana de la vida nacen luces, tareas, y renovadas energías para sanar y fortalecer a la humanidad. Una verdad saludable que nos impulsa a participar activamente en la vida pública a través la política -una de las más altas formas de caridad-, desde los valores cristianos de la verdad, la justicia, la libertad y la dignidad irrenunciable de la persona.
Como miembros de la Iglesia, nos comprometemos a suscitar una concepción positiva y trascendente del hombre y de su destino; a promover comportamientos en favor de la cultura de la paz; a denunciar toda forma de explotación y consumismo; y a crear soluciones para superar las causas de la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados.
Apoyamos a la familia -sede principal de la cultura-; defendemos la igualdad de derechos de la mujer y la cultura del respeto a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
Tendemos la mano a los emigrantes y los acogemos como hermanos obligados a buscar nuevos caminos para superar la precariedad de su vida y la de sus familias.
Ponemos toda nuestra atención y cuidado en la salud del planeta -la casa de todos-, a través del uso racional de los bienes y la protección de la naturaleza.
Testimoniamos y agradecemos el empeño de nuestros colegios, universidades y centros universitarios, así como de innumerables instituciones educativas de la Iglesia por llevar adelante proyectos de voluntariado y cooperación al desarrollo. Por eso, nos comprometemos a ser educadores según el corazón de Dios, convencidos de la importancia de la educación animada por la fe católica y su empeño por una formación integral, excelente, y abierta a los más auténticos valores humanos y cristianos.
En el 150 aniversario del nacimiento del P. Ángel Ayala, hombre de grandes iniciativas y fecundas fundaciones -uno de los grandes precursores del apostolado católico en la vida pública-, queremos expresar nuestro más profundo y sincero reconocimiento por su labor evangelizadora y su compromiso social.
Finalizamos con las palabras del Papa Francisco que nos exhorta a salir de nosotros mismos para darnos a los demás: «Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien».
Es la llamada del Santo Padre a vivir la regla de oro del cristianismo: abrirnos «a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz».
Madrid, 19 de noviembre, 2017

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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