Este clamor de los pobres es un permanente Adviento; es una constante y expectante espera de un Adviento de amor, justicia, solidaridad y fraternidad
(Eugenio Pizarro).- Estamos dando inicio al tiempo litúrgico de Adviento. Es un tiempo rico para nuestra vida de cristianos; para nuestra vida personal y social; para nuestra vida interior y exterior.
En las lecturas de hoy se manifiesta constantemente la necesidad de estar prevenidos porque «Alguien vuelve y viene» «Alguien llegará» y se habla de la «venida de nuestro Señor Jesucristo»; de «Alguien que vuelve» por amor a sus servidores y a los que practican justicia y a los que «esperan en Él». Y se nos habla de la «espera de la Revelación de nuestro Señor Jesucristo», de ese Señor que nos mantendrá firmes hasta el día de su «Venida». Todo el verbo se refiere al Adviento, al «advenimiento del Señor».
Adviento es de liturgia de vida y de esperanza. Y no es una esperanza cualquiera: esperamos al que es la razón de nuestra existencia:
«Por quien vivimos, nos movemos, existimos y morimos».
Sí. El Señor está a la puerta nuestra; de nuestra puerta personal y social. Jesús quiere entrar y habitar en nosotros y en el mundo «todo y de todos» en «todo el hombre y en todos los hombres»; esto significa, según Paulo VI en su Carta: «Evangelización en el mundo contemporáneo», que: «Nada de la experiencia humana es ajena a la Evangelización».
Por eso, esperamos a Jesús, en este Adviento 2017, y abrimos nuestra vida a Él, para que este año nazca y venga y tenga hoy «un lugar en la posada».
Hoy día, Jesús quiere nacer para el hombre y para el mundo»todo y de todos», a través de nuestro compromiso misionero y de Evangelización. Y no olvidemos Jesús viene a «salvar y no a condenar». No viene a «condenar» tan en boga en nosotros en nuestro mundo contemporáneo. Somos dado a convertirnos en jueces de todo y de todos, y nos gusta condenar y «mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio ojo».
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