Ellas, con su silencio y su oración, asumen en sus vidas la angustia de los pobres y llegan a ser la voz de los humildes
(Josep Miquel Bausset).- Una vez más, invitado por la comunidad benedictina del monasterio de la Fuensanta, en plena vega murciana, he compartido los ejercicios espirituales con estas queridas hermanas que custodian en la oración, el trabajo y el silencio, a la patrona de Murcia.
Unos días antes de llegar, la comunidad había elegido como abadesa la hermana Mª del Carmen Reales, que hasta la fecha era la priora. Fue sor Susana, siempre tan atenta y solícita, la que me recibió a las puertas del monasterio y la que avisó a madre Mª del Carmen, para con ellas dos, saludar a toda la comunidad en una tertulia fraterna y gozosa.
Las benedictinas de la Fuensanta son unas monjas que siempre tienen los oídos atentos al grito de dolor de los hermanos y sus miradas, limpias y diáfanas, abiertas a la vega murciana, están siempre a punto para buscar el naufrago en peligro, ya que sienten como propio el sufrimiento de los hermanos.
Ellas, con su silencio y su oración, asumen en sus vidas la angustia de los pobres y llegan a ser la voz de los humildes, ya que acogiendo con amor al Niño Dios que viene, lo muestran a nuestro mundo. Las benedictinas de la Fuensanta con su trabajo y su oración, son, llevadas por la esperanza y por la fidelidad, de las de «por siempre más», en una sociedad postmoderna caracterizada por el «nunca más».
Ellas son testigos del Evangelio en un mundo que, como decía el Papa Pablo VI, necesita más que maestros, testigos, ya que aquello que cuenta en nuestra vida es el testimonio del Reino, tal como ellas lo viven. Y es que la misión en la Iglesia es la de anunciar la Buena Nueva del Evangelio con un testimonio que es una proclamación silenciosa.
Estas monjas, Mª del Carmen, Susana, Gregoria, Felicidad, Digna, Inmaculada, Marta, Micaela y Yolanda, nos muestran con sus vidas, que la bondad siempre vence a la maldad. Por eso las benedictinas de la Fuensanta, mujeres de frontera y abiertas a la sociedad, viven la belleza de su vocación con pasión, con convicción y con armonía.
Las monjas de la Fuensanta son mujeres que transmiten su experiencia de Dios en la sorpresa de cada día, ya que lo descubren en las cosas pequeñas y cotidianas. Ellas, con su oración, muestran a nuestro mundo que el corazón, como decía Pascal, tiene razones que la razón desconoce. Por eso saben que si bien la inteligencia busca, solo el corazón encuentra. De ahí que es en la paz con uno mismo y con los otros, que podemos palpar el rostro de Dios.
Las benedictinas de la Fuensanta nos muestran en la ternura de sus corazones la compasión del Dios amor. Ellas saben que el amor es el camino más fácil para llegar a los hermanos, ya que el corazón espera, incluso cuando la razón desespera. Ellas saben también que así como la lluvia fecunda los campos, de la misma manera el amor fecunda los corazones. Por eso saben que donde hay amor, nunca se hace de noche.
Estas monjas son conscientes que en la vida de comunidad siempre hay que reconocer lo bueno de las hermanas, dar importancia a las otras y escuchar mucho, para de esta manera descubrir que solo amando con ternura podemos sembrar esperanza.
Estas benedictinas saben que el amor prolonga la acción creadora de Dios, que la fe no es instalarse sino luchar y que nunca hay que pensar solos, sino unidos.
Estas monjas saben también que si para aprender a hablar necesitamos dos años, para aprender a vivir el silencio, que es maestro de comunión, necesitamos toda la vida. Las benedictinas de la Fuensanta viven el perdón, conscientes que no es una debilidad sino una fortaleza que hace crecer la vida comunitaria.
Finalmente, viendo estas monjas descubrimos que la sonrisa que todas ellas llevan en el rostro es un bálsamo para las heridas del corazón, ya que sonreír no es enseñar los dientes sino mostrar el alma con generosidad. Además, una sonrisa compartida es siempre semilla de esperanza.
Después de casi 40 años de presencia es este santuario, y en esta nueva etapa que comienzan con la elección de la abadesa Mª del Carmen Reales, las benedictinas de la Fuensanta, son para la Iglesia y para el mundo, signos de comunión, de compasión, de esperanza y de paz.