Agustín Ortega

La madurez de la vida y de la fe, según el Papa

"En Chile Franisco nos dejó un maravilloso, bello y profundo mensaje para vivir una fe adulta"

La madurez de la vida y de la fe, según el Papa
Agustín Ortega

La verdadera madurez es llevar adelante los sueños e ilusiones, juntos, confrontándose, discutiendo, pero siempre mirando hacia adelante

(Agustín Ortega).- En este artículo, vamos a presentar una crónica y síntesis de lo que ha sido el último viaje del Papa Francisco por nuestra querida Latinoamérica, a Chile y a Perú.

Sin duda, como por ejemplo nos muestra Z. Bauman o tantos otros, en este viaje Francisco ha testimoniado una vez más que es referente moral y espiritual de la humanidad, de la fe e iglesia. Nuestro querido Papa Francisco, sucesor de Pedro, llevó su mensaje espiritual: la alegría de la fe, la paz, la justicia con los pobres de la tierra y la ecología integral en el Dios de la Vida.

Ya al iniciar el vuelo, afirmó que «estamos en el límite, estoy realmente asustado. Debemos eliminar las armas nucleares». En este sentido, el Papa ha querido que se difunda la imagen de un niño, que espera para llevar a su hermano pequeño hasta el crematorio, tras la masacre de Nagasaki. Este es «El fruto de la guerra», afirma el Papa, «tengo miedo de la guerra nuclear, estamos al límite. Encontré esta imagen por casualidad, y me conmovió cuando la vi. Quería imprimirlo y dárselo, porque una imagen mueve más que mil palabras».

En Chile, ante numerosos jóvenes, el Papa nos dejó un maravilloso, bello y profundo mensaje para vivir una fe adulta, madura y comprometida en el seguimiento de Jesús. Francisco nos transmite que «madurar es hacer crecer los sueños y las ilusiones, no bajar la guardia y dejarse comprar por dos chirolas (…). Madurar no es aceptar la injusticia ni creer que nada podemos hacer, que todo siempre fue así. ¿Para qué vamos a cambiar si siempre se hizo así? Eso es corrupción.

«La verdadera madurez es llevar adelante los sueños e ilusiones, juntos, confrontándose, discutiendo, pero siempre mirando hacia adelante. No vendan esas ilusiones, ¿está claro?… Con la fe nos pasa lo mismo. (…) Después de un tiempo, hay momentos en que empieza a bajar nuestro ancho de banda, despacito… y aquel entusiasmo, el querer estar conectados con Jesús, se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería. Y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal.

«Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe. Y entonces quedamos desconectados de la realidad y de lo que está pasando en el mundo. Y sentimos que quedamos fuera del mundo, en ‘mi mundito’, donde estamos tranquilos, en mi sofá porque no tienen nada que aportar.

«Nunca pienses que no tienes nada que aportar, o que no le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente, pensadlo en vuestro corazón. Yo le hago falta a mucha gente. El ‘No le hago falta a nadie’ es el consejo del diablo, para que nada cambie».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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