Denuncias contra Zornoza en Cádiz

En lo alto de la picota episcopal

Aumentan las protestas entre el clero de la diócesis

En lo alto de la picota episcopal
Zornoza Boy

¿Quién o quienes inspiraron, decidieron y determinaron el nombramiento de este sacerdote para obispo? ¿Por qué su traslado desde su condición de obispo auxiliar de Getafe a la diócesis andaluza?

(A. Aradillas).- Con fidelidad semántica y reverencial, la relación «obispo» y «picota» no querría expresar otra idea distinta a la necesidad que este segmento de la jerarquía tiene de buscar y situarse en puntos de elevación congruentes para, desde ellos, descubrir y atender lo que pastoralmente precisan los sacerdotes y laicos de sus diócesis. Es posible que la relación aludida coincida, en ocasiones, con la intención con la que, en otros tiempos se encargaban y aplicaban misas «contra malos epíscopos», con su ritual litúrgico respectivo.

Recientemente en las páginas de RD, se han escrito y descrito situaciones «episcopales» con nombres y apellidos «gaditanos», que merecen profunda consideración pastoral, sobre todo después de haber pasado el tiempo prudencial para su posible desmentido o, en penúltima instancia, hasta para iniciar acciones penales contra los divulgadores de hipotéticas patrañas o fabuladoras mentiras.

Es serio, muy serio, y más en los tiempos «franciscanos» en los que vivimos, que grupos de sacerdotes hagan públicas quejas tan graves contra el obispo, apuntando con veracidad dolorosa, por ejemplo, a que «convierta y trate a la diócesis como si fuera una empresa, denuncie que sus «sacerdotes son poco espirituales, carecen de formación» y los distinga y defina su «baja talla humana».

Ni a seglares ni a tantos otros sacerdotes de las diócesis cercanas, o lejanas, pueden resultarles medianamente «normales», las denuncias formuladas por una parte importante de la clerecía gaditana, en cartas personales dirigidas al Papa y al Nuncio de SS. en España. En ellas se describen la «lamentable gestión pastoral y económica de la diócesis, el comportamiento antievangélico del obispo,, su talante de «señorito» andaluz de los de antes, a quien le complace comer y beber abundante y ricamente, con mención vituperable para los doscientos euros de una botella de vino, y otros suculentos detalles, en el restaurante «El Faro»

La descripción de la presencia y de algunas andanzas episcopales, con inclusión del coche «oficial» y otros particulares «para camuflaje», organización y participación en peregrinaciones, -léase giras-, sobre todo juveniles, a Fátima, Roma, Tierra Santa y otros destinos, con sus explicables «dispendios y la argumentación bochornosa de que «hago esto porque soy el obispo» y ya está. Con tan «evangelizadora» misión están
de acuerdo la veintena de curas importados por él , de otras diócesis y naciones, pero no la mayoría de los 155 de su Cádiz-Ceuta «indígenas a quienes hay que evangelizar«. El desacuerdo adquiere dimensiones monumentales entre el personal de «Cáritas», y los ceses laborales de algunos de los miembros de tan ejemplar organización.

 

En sus cartas a las altas esferas de la Administración Eclesiástica, cuyos representantes hasta el presente no hicieron caso alguno, los sacerdotes «indígenas» críticos, o «ángeles caídos», en lenguaje episcopal, carecen de presente y de futuro. El mismo directos espiritual del Seminario gaditano cumple su misión desde Toledo, con medios y procedimientos «milagrosos» del don de la ubicuidad, o telemáticamente, haciendo uso de las nuevas técnicas.

La procedencia «opusina» de los responsables llegados de fuera, las técnicas agresivas empresariales impuestas en la administración de la diócesis, el propósito de convertir esta en una especie de «Sociedad Anónima», merced a las imposiciones y prácticas del nuevo equipo económico, dejan atónitos a católicos con sus extrarradios, obligados a confundir a propios y a extraños «con procedimientos financieros all límite de la moral y de la ley, y cercanamente mafiosos» ,sin descartar en operación tan integral, los tests psicológicos efectuados a los seminaristas.

Con razón, responsabilidad y sorpresa infinita, dentro y fuera de la Iglesia, se formulan cascadas de preguntas, entre las que acentúo estas: ¿Quién o quienes inspiraron, decidieron y determinaron el nombramiento de este sacerdote para obispo? ¿Por qué su traslado desde su condición de obispo auxiliar de Getafe a la diócesis andaluza? ¿Cuales y cuantos fueron los «regates» que necesitaron hacerle al mismísimo Espíritu Santo para ubicar a tal personaje al frente de tan prestigiosa demarcación eclesiástica diocesana, con antecesores tan santos y responsables como don Antonio Añoveros, don Antonio Dorado y otros?

Si las denuncias cursadas y publicadas con reiterados y escandalosos relieves, no son veraces, ¡exijan que cuanto antes sean retiradas y reparados sus perniciosos efectos! Si están documentadas, ¡tomen también cuanto antes, las correspondientes medidas canónicas, y tachen del episcopologio los nombres de quienes se colaron en él, en ocasiones, hasta con procedimientos semi- simoníacos!

Y conste -lo que es más triste y preocupante-, es que picotas-picotas episcopales no solo están erigidas en demarcaciones eclesiásticas gaditanas. Son más las diócesis en las que están implantadas con báculos, mitras, palacios, sedes y «Nos por la gracia de Dios». Al menos en estas tierras andaluzas quedan todavía sacerdotes con redentora capacidad de voz y de grito proféticos. A otros, predispuestos sempiternamente a decir AMÉN, les prestaremos algún día atención, con los datos identificadores correspondientes

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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