Compromiso de los nuevos auxiliares de Madrid

José Cobo: «El rebaño tiene su olfato para encontrar nuevos caminos»

"Nos hemos levantado ungidos, con el encargo de caminar juntos, sinodalmente"

José Cobo: "El rebaño tiene su olfato para encontrar nuevos caminos"
José Cobo, junto a los otros dos auxiliares J. L Bonaño/Infomadrid

Estamos dispuestos a servir como apóstoles a todos, en especial a los más pequeños y sedientos

(José Cobo, obispo auxiliar de Madrid).- A la conclusión de la ordenación episcopal de los nuevos obispos auxiliares de Madrid, monseñor José Cobo pronunció unas palabras en representación de los tres. Las reproducimos a continuación:

Dios es misericordia.

Nosotros sus peregrinos.

Hay momentos como este, donde se palpa con esperanza y alegría.

Esta mañana Santos, Jesús y yo hemos entrado como peregrinos en esta catedral.

Como peregrinos traemos a nuestras espaldas los pasos que hemos dado desde niños entre los rincones de la vida de esta Iglesia que camina en Madrid. Entramos como peregrinos y marchamos como nuevos peregrinos, consagrados pastores al estilo de Jesús herido, muerto y resucitado.

Con un anillo de fidelidad, una cruz en la frente y el corazón, un bastón para guiar y apoyarnos, y una mitra, signo de la Palabra y de la corona de Cristo, que primero fue de espinas. En cada regalo que se nos ha hecho está Jesucristo y, en Él, cada uno de vosotros y tanta gente que llevamos pegada al corazón, además de todos los que en el futuro llegarán al camino de nuestro ministerio.

Hace años nos postramos en este mismo suelo. Con mis compañeros de curso fuimos los primeros en ser ordenados en esta catedral. Después Jesús y Santos. Los tres, (como tantos de vosotros, sacerdotes), abrazamos esta tierra para que recibiese nuestra vida y ser así ordenados. Muchos hoy estáis también aquí. Sois la cara más maternal de la Iglesia que siempre da a luz peregrinos para su Pueblo y por la que no sabemos cómo dar gracias.

Estamos sobrecogidos por vuestra alegría que nos dice que sois manos del Espíritu Santo. Vosotros, la Iglesia que aquí se congrega, nos moldeáis en Cristo; en un camino que nos ha hecho más humanos, más pastores y que ha acrisolado nuestra amistad con Cristo desde los más empobrecidos y heridos, y hacia ellos. Y que ha llenado el corazón de nombres, como dijo otro obispo.

Este suelo acogió como semilla nuestra vida para que Cristo pasara por ella. Así Jesucristo nos ha unido a su tierra y a su misión: con vosotros y para vosotros, y con los que no están, hacia los que hay que ponerse «en salida».

 

 

Hoy, este suelo, recibe de nuevo la vida de cada uno nosotros para vincularnos a Jesucristo que sigue eligiendo y enviando a sus apóstoles.

Y nos hemos levantado ungidos. Con el encargo de caminar juntos, sinodalmente. Con los únicos medios de nuestras pobrezas, el alma agradecida, y dispuestos a servir como apóstoles a todos, en especial a los más pequeños y sedientos.

El Papa Francisco que nos alentó el día que nos recibió en Roma, cuando fuimos con D. Carlos, nos deja un estilo para este nuevo peregrinaje. Él nos propone en la Evangelii gaudium caminar con el Pueblo de Dios que se nos confía: que el obispo siempre debe fomentar la comunión misionera…

Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.

«Proclama mi alma la grandeza del Señor», dice María, Nuestra Virgen de la Almudena.

Con ella, os invitamos a decir de corazón, con lo que cada uno tiene: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, pues se ha fijado en la humildad de su esclava».

«Se alegra nuestro espíritu» en Dios por el camino que se abre. Tenemos la tarea esplendida por delante de ser misioneros y, en Cristo, llamar a la conversión pastoral, revitalizar las comunidades, y continuar esta revolución de la ternura que, como dice nuestro plan diocesano de Evangelización, nos coloca entre todos, con todos y para todos.

«Se alegra nuestro espíritu» de agradecimiento al Señor por ser testigos de tantas muestras de alegría y de cercanía. Del esfuerzo que muchos habéis hecho por estar hoy aquí o seguir la celebración. Esto para nosotros es signo del acompañamiento de Dios.

«Se alegra nuestro espíritu» por la compañía que el Señor nos pone en el peregrinaje.

Por la confianza del Papa Francisco en nosotros.

«Se alegra nuestro espíritu» por la cercanía de nuestros hermanos obispos, que hoy nos recibís. Gracias por visibilizar que caminamos colegialmente. Gracias especialmente a D. Carlos que es hermano mayor que se fía de nosotros y nos incorpora a su misión en Madrid. Y a D. Juan Antonio, que nos enseña y es compañero de apostolado.

Recogemos la cercanía de todos los sacerdotes, los que habéis llegado y los que nos han dicho que están rezando por nosotros. Aquí nos tenéis, hermanos.

Y la oración y servicio de la vida consagrada que tan fuertemente se vincula a nuestras vidas. Y la vida laical, y la de los órganos de corresponsabilidad diocesana.

«Proclama mi alma la grandeza del Señor. Se alegra nuestro espíritu por todos vosotros»: padres, familia, amigos, los de aquí y los que venís de fuera.

Por parroquias, comunidades, movimientos;

Por los amigos pobres que nos enseñáis tanto,y por los que no venís mucho por la Iglesia, pero hoy os lleváis un testimonio sincero de lo más profundo de nuestra fe. Gracias Señor por ellos.

«Él hace obras grandes»: no tengáis miedo a decir sí a Cristo. Él siempre hace maravillas en nuestra humildad. No tengáis miedo a la grandeza del Señor que se manifiesta en lo humilde y en los humildes.

Tengo sed. Es el lema de Jesús. En la sed de Dios nos ponemos en marcha los tres. Sedientos de vuestra oración, de vuestra palabra y de vuestras correcciones, porque nos reconocemos necesitados.

Así, como dice el lema de Santos: podemos decir que caminaremos en tu Palabra, para que alumbre un futuro esperanzador, especialmente para esta diócesis de Madrid.

Ahora solo sabemos responder desde nuestro barro tocado por Dios, y, como dice el mío: en tu misericordia confiar y servir.No dejéis de rezar por nosotros. Gracias Señor. Gracias a todos.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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