"No es digno, ni justo, ni elegante"

Las misas no se compran (ni se venden)

"El dinero que suena alrededor del altar es más proclive a la simonía"

Las misas no se compran (ni se venden)
Eucaristía

Con las misas no se mercadea, y menos desde, y con el "Visto Bueno", de las oficinas diocesanas. De las misas no se debe vivir

(Antonio Aradillas).- En más de una ocasión hemos insistido en ello, en estas páginas de RD, aunque con fiel oposición de muchos que se limitaron a rechazar la idea, previo el anatema de herejía, por «disentir» de «la doctrina u opinión que en materia de fe se aparta de los dogmas de la Iglesia católica».

El Papa Francisco acaba de advertir «a fieles y a curas», con teología, pastoral y liturgia y con toda claridad y franqueza evangelizadora, que «la misa no se paga: es el sacrificio de Cristo, que es gratuito». Es la eucaristía, o la «acción de gracias» por excelencia.

Sí, nos guste o nos abochorne, las misas -¡santas misas!- se han pagado y cobrado, con «cristianísima» religiosidad. De ellas -de las misas- viven no pocos curas. Se han pagado, se pagan y se seguirán pagando, aunque lo vuelva a repetir el Papa y a tal petición se sumen los obispos y algunos -la mayoría- de sacerdotes.

Aún más, en evitación -prevención- de posibles desafueros, las tasas diocesanas hallan refugio en los correspondientes «Boletines Oficiales», renovables temporalmente en conformidad con los índices del coste de la vida u otros elementos establecidos por administradores o ecónomos curiales.

El término canónico que suele emplearse en las tasas de las misas y otros ejercicios ministeriales o pastorales, es nada menos que el de «estipendio», definido en el diccionario como «la cantidad de dinero que se paga a una persona por el trabajo realizado o por los servicios prestados», con ínclita y valerosa referencia al latín, en relación con la «contribución pecuniaria» percibida por los soldados -«soldada»- en sus actividades guerreas, con el lábaro, estandarte o «chrismón» real romano delante del ejército.

Y hay misas rezadas, cantadas, solemnes o menos solemnes, con un solo o más celebrantes, monaguillos, sacristanes y turiferarios, órganos y cantos gregorianos o «motetes», con sermón-homilía, alguno que otro desfile procesional y así sucesivamente. La presidencia episcopal o arzobispal haría elevar el monto- estipendio en conformidad con gestiones personales u oficiales.

De mención muy particular son merecedoras las misas-funeral, y más si estas son «gregorianas», con obligación de celebrarlas durante treinta días seguidos, y la seguridad de que ellas redimen automáticamente las penas del Purgatorio, tal y como el Papa san Gregorio «el Grande» decidió, y al que le deben su salvífico nombre.

Las misas demandan catequesis primaria y urgente. El precio que se abona por ellas, en sus distintas versiones no es digno, ni justo, ni elegante, ni educado, ni religioso.

Enmascararlo o disimularlo con la pía y devota fórmula de «la voluntad» no es decente. Entre otras razones, porque consta, y así está demostrado, que la «voluntad» de los fieles es siempre más generosa que lo establecido en las tasas oficiales.

Con la catequesis sobre las misas se enterarían hasta los mismos celebrantes y el resto del pueblo de Dios, qué es, y qué significa, eso de «misa», cómo se llamó en tiempos de Jesús y en la Iglesia primitiva y cuales son y por qué se emplean, en ellas, gestos tales como sentarse, levantarse, arrodillarse, golpearse el pecho, darse la paz, así como cual es el término correcto litúrgico del que debiera hacerse uso, como el de «estar», asistir», «oir», «ir», «cumplir con el precepto», «celebrar» o «participar» en la celebración, que no «función», eucarística.

De modo similar, con tal catequesis se dejaría terminantemente claro que una cosa es «pagar» la misa y otra distinta es aprovechar su encargo para dar-entregar una limosna por las necesidades y el mantenimiento del culto y del clero. El dinero que suena alrededor del altar es más proclive a la simonía.

Con las misas no se mercadea, y menos desde, y con el «Visto Bueno», de las oficinas diocesanas. De las misas no se debe vivir. Lo de «curas de misa y olla», en la versión moderna de «jubilados» o capellanes de determinadas «fundaciones» reclama un replanteamiento que no roce ni de lejos los «beneficios» identificables con las «intenciones» de las misas.

La citada catequesis eucarística desvelaría además con certeza que la muerte equipara a ricos y a pobres, no siendo ni humano ni cristiano que a los ricos, por disponer sus familiares de capital para encargar-pagar más misas, y estas ser más solemnes, se les dispensen días de estancia en el Purgatorio, mientras que a los pobres se les deniegue la posibilidad de la reducción o remisión de las purificadoras penas.

Pagar-comprar misas con criterios comerciales lo rechazan la liturgia y la dignidad de los hijos de Dios y sus representantes «oficiales» sedicentes eclesiásticos.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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