El problema está en que ha creado expectativas tamañas que parece poco probable que pueda satisfacerlas todas. Si lo logra, se despeja el futuro de la Iglesia
(Ramón Baltar).- El quinquenio de Jorge Mario Bergoglio como obispo de Roma podría resumirse así: el proceso de renovación en curso promete a la multinacional mejora sustancial de cuota en el mercado de éticos y esperanzas, si la inercia y el miedo al cambio no se unen para evitar que se complete. Luces con sombra pegada.
Con la elección del cardenal jesuita el cónclave confirmó que el Espíritu Santo sigue en activo: reúne las condiciones del candidato ideal para recuperar una Iglesia Católica reñida con el mundo y por sus pecados cuesta abajo en la rodada. Entre las cuales destaca la que mejor identifica al auténtico seguidor de Jesús: la adecuación de la vida a las exigencias de la fe. Declaró quién era, y para hacer qué había dejado su Buenos Aires querido, al tomar el nombre del Poverello de Asís y preferir apartamento normal a lujoso palacio.
La idea de que la fuerza le viene a lo cristiano del Evangelio, no de la institución y de la doctrina, descoloca y encabrita al catolicamen compuesto mayormente de tridentinos rezagados. Hete aquí que declarados oposición interna, sus cabecillas no se privan de salir a la palestra a pedirle al Vicario de Cristo explicaciones y a formular acusaciones que en vez de desacreditarlo lo refuerzan, siendo como son las mismas que contra el Divino Maestro vertían sus enemigos. Deslealtad que no justifica la invocación de razones de conciencia.
Pecan de soberbia los que ponen una enmienda a la totalidad del programa papal, de pusilanimidad los incondicionales que disculpan la demora en abordar temas como el sacerdocio de la mujer, una de las piedras de toque de la ley que ofrece la reforma. Francisco es tan papa como el papa que quiso dar carpetazo al asunto, y no es caso que tome por dogma la opinión personal de un predecesor.
El problema está en que ha creado expectativas tamañas que parece poco probable que pueda satisfacerlas todas. Si lo logra, se despeja el futuro de la Iglesia comunidad de creyentes; donde no, seguirá encapotado.
