Antonio Aradillas

Entre escándalos

"Tres casos" bochornosos

Entre escándalos
Antonio Aradillas

Lo que sí sé es que, a la hora de la verdad, unos y otra no determinan - facilitan o impiden- comportarse con honestidad, dignidad y pensando solo en el beneficio que su acción u omisión, le reporta al pueblo, al que dicen servir, y no servirse del mismo

(Antonio Aradillas).- Procedente del latín, y antes del griego, «escándalo» -«hecho o dicho contrario a la moralidad social, y que produce indignación, desprecio o habladurías maliciosas»- , significa originariamente «trampa u obstáculo para que alguien tropiece y caiga». Tanto por su propia semántica, y en consideración a su ecología sociológica, familiar, política y religiosa, la palabra es de por sí merecedora de desprecio, asco y aversión, de entre las que pueda hacerse uso en el lenguaje de la convivencia y de las relaciones humanas.

Desgraciadamente, escándalos hubo, hay y habrá muchos y graves. En esta ocasión periodística, por su actualidad y difusión, me limito a poner el acento solo en tres casos, con el convencimiento de que «tres» es número simbólico equivalente a «varios», que con nombres y situaciones distintas se repiten siempre, pero que ahora, y gracias a la bendita libertad de expresión, se conocen y además, sin faltar solo dato o detalle alguno.

Después de una misa solemne presidida por el obispo del lugar -PALMA DE MALLORCA-, con báculo y mitra y rodeado de canónigos con sus capisayos, turiferarios portadores de divinizadotas dosis de incienso, y el templo lleno de fieles, la escena protagonizada por miembros de la familia llamada «real» fue, es y será escandalosa. Una misa del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor no podrá tener jamás como complemento el que con todos los detalles de imágenes y gestos han difundido los profesionales del ramo.

Las misas se profanan de muchas maneras y no solo se celebran en los templos, sino en sus aledaños. El lugar, tiempo, texto y contexto elegidos para reivindicar posiciones y posicionamientos «intrafamiliares», entre suegras y nueras, jamás podrán ser coincidentes con el atrio de un templo y menos si este es catedralicio. O no hay fe, o esta se manipula indignamente y en beneficio de intereses institucionales o particulares. De todas formas, inmiscuir lo sagrado y lo profano, no beneficia a ninguno de los dos estamentos y se torna en escándalo.

 

ESTAMENTOS POLÍTICOS Y UNIVERSITARIOS de prevalencia, han desatado en las periferias de nuestra convivencia reciente, campeonatos y competiciones en las que «tú más que yo y que nosotros», y así sucesivamente, se echan a la cara corrupciones graves en la administración de carreras, títulos y «masters» concedidos gracias a la gracia de sus cargos, sin escatimar medios ilícitos, solo en previsión de sinecuras, o en agradecimiento de las mismas. La intervención judicial obliga en este caso, y con las debidas cautelas, a expresarnos con el término protocolario de «supuesto».

No sé si todas las universidades estatales disponen todavía de capillas y de capellanes, con los que comentar decisiones y procedimientos morales o no tanto. Tampoco sé para qué sirven de verdad, y qué aportan juramentos y promesas solemnes para cumplir con lo ordenado en la Constitución y en reglamentos o normas. Lo que sí sé es que, a la hora de la verdad, unos y otra no determinan – facilitan o impiden- comportarse con honestidad, dignidad y pensando solo en el beneficio que su acción u omisión, le reporta al pueblo, al que dicen servir, y no servirse del mismo.

Aquí y ahora, me conformo con leer alguno de los párrafos de las Siete Partidas del Rey Sabio y de los fundadores de universidades. El hecho es que, cargos políticos y autoridades universitarias son y se comportan, con sus «jaques maques» , en «piedras de escándalo», lo que clama al cielo en una sociedad que legítimamente aspira a ser libre.

En tiempos que se intitulan litúrgicos, proclives a la celebración de las PRIMERAS COMUNIONES, una somera mención al «escándalo» que la mayoría de ellas les causan a cristianos y a aspirantes a serlo, habrá de ser bien recibida, dado que cualquier » liturgia» que dicten, y de la que hagan publicidad los llamados «Grandes Almacenes», jamás será religiosa. Profanará a la Iglesia y a quienes colabora, directa o indirectamente en la celebración, dando a veces la impresión de que de sus «beneficios» participarán unos y otros.

Y es que las «primeras» comuniones no serán también, a la vez, las últimas, como desdichadamente acontece. Los gastos que incluyen sus diversos capítulos, algunos inenarrables, son impropios de un acto que se dice «religioso», por lo que apenas si socialmente serían justificables. El «día más feliz de mi vida» lo es para niños y niñas comulgantes, no precisamente por esto, sino por los regalos y obsequios recibidos con tanta y tan absurda generosidad y comercio. Lo religioso- religioso cuenta poco, o casi nada. No pasa de ser ocasión, tiempo y excusa.

La reunión familiar y entre amigos puede suponerle a la fiesta algún motivo o justificación, pero corta, insincera, menguada y hasta lo que se dice cara de verdad de la buena. Las Comuniones por «Primeras» -y últimas- que sean, no son objeto de consumo o de lucimientos y excesos familiares o sociales. La fe, la sensibilidad y pureza infantiles rechazan tales interpretaciones.

Consciente de lo aquí expuesto, e insinuado, ¿les resulta a muchos, inveraz e insensato aseverar que en sus correspondientes y latas proporciones, los escándalos anidan en situaciones y lugares tan sacrosantos como la universidad, la política, la Iglesia y la familia, de manera tan bochornosamente programada, a tenor de lo que ya conocemos y seguiremos conociendo?

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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