Agustín Ortega

Santidad y justicia en la alegría de la fe con Francisco

"No hay que separar ni contraponer la espiritualidad y la lucha por la justicia con los pobres de la tierra"

Santidad y justicia en la alegría de la fe con Francisco
Agustín Ortega

Es una lucha activa no violenta, pacifica que respeta siempre la vida digna del otro, que no cae en el insulto, odio, venganza u otras lacras de la violencia que son contrarias al Evangelio

(Agustín Ortega).- Se ha publicado la nueva, bella e imprescindible Exhortación Apostólica del Papa Francisco, «Gaudete et exsultate (GE)», sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo. En este significativo documento, actualizando toda la teología y enseñanza conciliar en el horizonte del Vaticano II, Francisco nos muestra las claves que orientan la fe y espiritualidad para la vida de santidad. Frente a todo elitismo y pastoral de selectos, en el camino de la fe con los movimientos apostólicos obreros como la JOC o la HOAC (con E. Merino, G. Rovirosa…) y el Concilio, el Papa nos llama a todos para vivir esta vocación universal de la santidad. Una santidad que se realiza en la vida cotidiana, con una espiritualidad y mística que se encarna en la realidad, en el mundo y en la historia de los pueblos con sus relaciones humanas, comunitarias y sociales (GE 6-18).

Esta santidad tiene como entraña, sentido y modelo a Jesucristo (GE 19-24). Y «como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos» (GE 25). La santidad significa seguir a Jesús celebrando, anunciando y sirviendo al Reino de amor que nos trae su salvación y justicia liberadora de todo mal, pecado, muerte e injusticia. El Dios encarnado en Jesús, con el Reino y su justicia, nos viene a traer toda esta existencia de santidad que nos proporciona alegría, realización, sentido, dignidad, felicidad, liberación integral de toda esclavitud y vida humanizadora, plena y eterna (GE 32-34).

Frente al gnosticismo y pelagianismo (GE 47-59), como se observa, Francisco nos presenta una espiritualidad del Don (Gracia) del Reino con la conversión a su amor y justicia liberadora, que se encarna en el mundo e historia. La fe vive de esta humildad y reconocimiento agradecido al Dios de la vida que, de forma gratuita, con su amor y misericordia nos salva, justifica y libera de toda maldad e injusticia. Frente al poder, dominación y esclavitud de una ley si amor ni justicia liberadora, como nos manifiesta la Revelación, la caridad fraterna con el hermano (todo ser humano) es la entraña de la fe y de toda ley (Rm 13,8.10; Ga 5,14). El amor, la misericordia y la justicia que libera son lo primero.

 

 

En el seguimiento de Jesús, el camino de la santidad se nos muestra en «el programa y carta magna» del Reino, las Bienaventuranzas (Mt 5,3-12; Lc 6,20-23) que «van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad» (GE 65). La santidad se realiza en la «pobreza de espíritu», como Jesús Pobre, una vida austera, sobria y en comunión solidaria con los pobres de la tierra. Y que como han enseñado y vivido los santos, por ejemplo San Ignacio de Loyola (EE 23), nos libera de los ídolos de las cosas y de la riqueza-ser rico, no hace libres frente a la esclavitud e idolatría del tener y poseer (GE 67-70). El camino de la bienaventuranza (felicidad), como nos propone el Evangelio de Jesús, es esta misericordia ante el sufrimiento e injusticia con el compromiso por la fraternidad, la paz y la justicia. En la defensa de la vida, dignidad y derechos de los pobres, oprimidos y excluidos (Is 1,17).

Lo cual conlleva la persecución, el conflicto y la cruz a causa de esta pasión por el Reino de Dios y su justicia que es impuesta por el mal, por estos falsos dioses de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia con sus poderes económicos o políticos. Frente a una existencia cómoda o mediocre, esta persecución y cruz por la vida apasionada del Reino con su justicia desde los pobres, siguiendo a Jesús Crucificado, nos da la auténtica felicidad, entusiasmo y alegría con la confianza y esperanza puesta en el Dios de la vida. Tal como nos testimonian los santos y mártires que, por el Reino de Dios y su justicia, siguen entregando la vida en amor por los otros (GE 80-94). La santidad se efectúa, pues, en esta opción por los pobres que son sacramento (presencia) real de Cristo Pobre (Mt 25, 31-46). El camino de santidad y salvación es la misericordia, el amor fraterno y la justicia con los pobres que, frente al asistencialismo paternalista, supone el compromiso transformador con la implantación de sistemas económicos y políticos más justos (GE 96-99).

Frente a toda ideologización de la fe, como nos muestra la fe e iglesia con los Papas como Francisco, no hay que separar ni contraponer la espiritualidad y la lucha por la justicia con los pobres de la tierra. La vida de santidad une la mística y el compromiso sociopolítico por la defensa de la dignidad de toda persona, defiende la vida y los derechos de todo ser humano, desde el momento de su concepción hasta su muerte. Es incoherente para la fe e iglesia decir que, por una parte, se es «pro-vida» en la defensa del no nacido y, por otra, no comprometerse por los pobres luchando contra toda desigualdad e injusticia social-global que causan los ricos sobre los pobres. Todavía peor, en esta lacra de la ideologización de la fe, es perverso desacreditar y calumniar, por ejemplo con acusaciones falsas, a aquellos que llevan a cabo toda esta militancia por el Reino de Dios y su justicia con los pobres. Y todo ello, esta ideologización de la fe que acusa y niega la justicia, para defender los privilegios y complicidad con el poder, la riqueza e injusticia establecida (GE 100-103).

Tal como nos enseña la fe en los profetas y Jesús con su iglesia, ahí tenemos a Tomás de Aquino (II-II, q.30, a.4), no hay un verdadero culto y oración a Dios: cuando nuestra vida espiritual no va unida al compromiso solidario por la justicia con los pobres; cuando nos desentendemos de la defensa de los otros que sufren la opresión e injusticia como son, por ejemplo, los hermanos migrantes y refugiados. Por tanto, el camino de santidad nos lleva a toda esta vida de amor, pobreza, humidad y sacrificio en la pasión por el Reino de Dios que, siguiendo a Jesús Crucificado, nos libera del egocentrismo. Y nos capacita para la el servicio de la fe y de la defensa de la justicia con los pobres, víctimas y oprimidos.

Es una lucha activa no violenta, pacifica que respeta siempre la vida digna del otro, que no cae en el insulto, odio, venganza u otras lacras de la violencia que son contrarias al Evangelio. Con el gozo y la alegría de la santidad, ya que un santo triste es un triste santo, que posibilita la audacia y valentía de una fe e iglesia que es misionera. Iglesia en salida, como Jesús, hacia las periferias para llevar la salvación y liberación integral de todo sufrimiento, mal e injusticia. Frente a una espiritualidad burguesa, cómoda e individualista encerrada en sus propias seguridades y privilegios; en contra del miedo y falsa prudencia que paraliza el dinamismo misionero, evangelizador y liberador (GE 112-139).

 

 

Y en esta línea, frente a una fe y espiritualidad elitista e individualista o maniquea (purista), la santidad se vive en la comunidad e iglesia. «La comunidad está llamada a crear ese «espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado». Compartir la Palabra y celebrar juntos la Eucaristía nos hace más hermanos y nos va convirtiendo en comunidad santa y misionera. Esto da lugar también a verdaderas experiencias místicas vividas en comunidad….Esto ocurría en la comunidad santa que formaron Jesús, María y José, donde se reflejó de manera paradigmática la belleza de la comunión trinitaria. También es lo que sucedía en la vida comunitaria que Jesús llevó con sus discípulos y con el pueblo sencillo» (GE 143).

La santidad se alimenta de la oración, que es contemplar el Rostro de Dios revelado en Jesús y su Pascua, el diálogo y comunión con Cristo Crucificado-Resucitado (GE 147-157). Frente a todo espiritualismo, esta oración no nos hace alejarnos ni evadirnos del mundo e historia. Al contrario, te dispone al discernimiento y encarnación más profunda en la realidad de los otros con sus esperanzas, alegrías, sufrimientos e injusticias. La santidad de la fe implica el discernir los signos de los tiempos con sus anhelos y causas justas, la lucha contra lo perverso y maligno que tienta, corrompe y destruye la vida (GE 158-175). Y en la vida de la fe e iglesia, siempre encontraremos a María como modelo de santidad y de alegría (GE 176).

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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