Habría que reivindicar la cantidad de hombres y mujeres que hoy tienen una formación gracias a que estuvieron años en los seminarios o en los aspirantados de las congregaciones religiosas
(José Manuel Vidal).- Juan Carlos Pérez Godoy es provincial de la provincia salesiana de Santiago el Mayor, y además presidente de Escuelas católicas, entre otras cosas. Convencido del poder de la educación y de la juventud, asegura que «Francisco da el rostro de una Iglesia que es tremendamente humana y cercana; es el Papa que necesitábamos«.
Pérez Godoy relata también cómo fue su decisión de hacerse salesiano, cautivado por la alegría de la congregación, y su evolución dentro de ella; sus responsabildades, los problemas, que afronta con optimismo y eficacia, y su visión de la Iglesia, que considera tiene que ser cercana y cuya fuerza reside en la base. Experto en educación, reivindica la enseñanaza en los colegios católicos concertados.
De la juventud dice que es la clave para la renovación, que hay que llegar a ella hablando su lenguaje, que es el del corazón, y que tenemos que estar en medio de los jóvenes. Apunta que Francisco es el papa que nesitabámos para que el Evangelio se situase en el centro de la Iglesia y que la alegría que aporta, su sencillez y sus gestos, convencen.
Juan Carlos, bienvenido.
Muy bien hallado
¿Siempre fuiste salesiano?
Pues yo creo que sí.
¿Desde muy pequeño?
Desde los diez años, que fui a Utrera.
¿Con una beca?
Con una beca, sí. Se lo agradeceré siempre a la señorita Mari Carmen Gabaldón.
Que era tu maestra.
Sí, y vive todavía. Todavía me relaciono con ella por facebook. Pertenecía a un grupito de varias maestras y un maestro. Fíjate si serían buenos profesionales que les encomendaron hacer la experimentación de la EGB. Yo hice quinto experimental antes de que se implantara. Todas estaban muy preocupadas por nosotros, por nuestro futuro, por nuestras personas. Mari Carmen sabía que nuestro futuro pasaba por ir a algún sitio internos o internas, a estudiar.
Godoy y el Rector Mayor, Fernández Artime
¿Estamos hablando de un pueblo pequeño?
Estamos hablando de Burguillos. En aquél tiempo, mi pueblo tendría unos mil doscientos habitantes. Estaba muy cerca de Sevilla, a unos veinticinco kilómetros, pero no había la comunicación que hay ahora; pasaba un autobús por la mañana y otro por la noche. En mi pueblo, muchos le seguimos llamando “el correo”, porque era el autobús que llevaba la correspondencia. Mi padre era cartero, precisamente.
Ellas, preocupadas por nosotros, nos ayudaban a prepararnos un examen que se hacía para obtener una beca. Yo no sabía ni que existían los salesianos, ni don Bosco, ni María Auxiliadora.
¿Ella sí?
Sí.
¿Porque eran salesianas también?
Ella debía de haber tenido, aunque no lo hemos hablado nunca, un conocimiento de los salesianos y las salesianas, además un conocimiento positivo, porque las becas las solicitaban ellas, a los niños para los salesianos de la Trinidad y las niñas para las salesianas de San Vicente. Y todo los años éramos ocho o nueve chicos y ocho o nueve chicas, los que íbamos.
Y fue entonces -estamos hablando del años 70- cuando los salesianos de La Trinidad cerraron el internado. Y mi padre, con los otros chicos, se fue a Utrera, porque les dijeron que allí sí seguían con el internado. Y aquella tarde volvió a casa y dijo: —María, el niño va a Utrera.—
Y va ser salesiano.
No, eso aún no se podía predecir.
Ibais a estudiar.
Sí.
¿Se le ha reconocido a la Iglesia esa capacidad de movilidad social que significaron los colegios y los seminarios?
Yo creo que no lo suficiente, y que habría que reivindicar la cantidad de hombres y mujeres que hoy tienen una formación gracias a que estuvieron años en los seminarios o en los aspirantados de las congregaciones religiosas. Ha sido una labor social de la Iglesia impresionante.
Pero aquello no era un aspirantado, yo iba como un interno más. Éramos cuatrocientos cincuenta internos.
Soy el mayor de seis hermanos, y el planteamiento de mis padres, creo, y después lo he confirmado, era hacer el esfuerzo conmigo, que era el mayor, y después yo los ayudaría a sacar adelante a los otros. Y los he ayudado, pero de otra manera. Quizá, no como ellos pretendían. Ciertamente, tuvieron que hacer un sacrificio grande, porque mi padre era cartero rural y, menos mal, teníamos la beca, que ayudaba.
En el último año, en COU, había la posibilidad de que algunos internos pudiéramos prestar algún servicio en el colegio, y de esta manera nos pagábamos un trimestre. Aquel año fui asistente, como nosotros decíamos en la jerga salesiana a los que están con los chicos en los dormitorios o en los estudios. Fui asistente de los de 1º de BUP. Y así, un trimestre pagado con ese trabajo, el otro trimestre con la beca y el otro mis padres.
Y para la beca había que tener muy buenas notas.
Sí. No bastaba solo aprobar. Por eso ahora, cuando se quejan de las exigencias, pienso que otros estamos aquí porque hemos tenido que superar esas exigencias. Y en ese sentido, en Utrera había chicos de todo tipo. No es que hubiera gente de grandes fortunas, pero sí que había gente que estaba bien situada. Pero, gracias a las becas, yo tengo compañeros de una clase media normal de trabajadores que pudieron estudiar.
¿Cuándo decidiste hacerte salesiano?
Lo decidí en COU. Lo vas pensando. La vida salesiana, cuando la desconoces y la descubres, ciertamente capta. A mí me llamaban la atención aquellos curas que se remangaban las sotanas para jugar con nosotros en el patio. Que estaban con nosotros a todas horas. Que nos presentaban una manera atractiva de ser cristianos; estar siempre alegres. Era una manera llamativa que te cautivaba, al menos a mí.
Mentiría si dijera que nunca me había hecho la pregunta. Lo hice algunas veces, pero era algo que pasaba y a lo que no le prestaba demasiada atención.
Cuando llega COU, tienes que hacer una opción y te lo planteas. Yo siempre fui de ciencias, y mi planteamiento era hacer ciencias químicas o económicas y empresariales. Pero además sentí el cosquilleo de “por qué no salesiano”.
Recuerdo que, como no dormía en el dormitorio con mis compañeros porque era asistente, el día de mi cumpleaños mis amigos me regalaron una tarta y lo celebramos en una de las habitaciones. Invitaron al director, y cuando ya se iba a marchar dijo: yo sé de uno que he oído que está planteándose eso de ser salesiano, y como no lo diga va a perder un año, porque las cosas tienen también sus ritmos…
Yo pensé, —¡ay Dios mío! Esto lo ha dicho por mí—. Y, efectivamente, cuando se marchó yo me enfadé con mis amigos por habérselo dicho. Pero, al día siguiente fui a hablar con el director. Le dije que me lo estaba planteando. Dijo que lo sabía y que le parecía muy bien.
Dijo: —mira, he visto que te has apuntado a los ejercicios espirituales con tus compañeros en Sanlúcar la Mayor—.
Le dije que sí. Me comentó que iba a estar tres días allí y que podría aprovechar ese momento para pensarlo. Me preguntó si mis padres sabían algo, y le dije que no tenían ni idea.
Y allí lo pensaste y lo decidiste.
No voy a decir que ya lo tuviera decido; lo tenía madurado. Pero aquellos días de ejercicios me ayudaron a dar el paso, y así poder comenzar el postulantado ese año en Utrera.
¿Cómo reaccionaron tus padres?
Al principio con una sorpresa grandísima porque no se lo esperaban. Les escribí una carta y me fui el fin de semana a casa.
¿Y la carta llegó antes que tú?
No. Llegué con mi carta escrita y le dije a mi hermana Mamen: —esta noche, pero después de que yo me acueste ¿eh?, le das esta carta a papá y a mamá—
Al día siguiente, mi madre:—!Ay! este niño. ¡Y con el esfuerzo que hemos hecho!—
Mi padre, como ya te he dicho, era cartero, y los fines de semana que yo iba le ayudaba a repartir algunas cosas que tuviera atrasadas. Recuerdo que aquel día me había dejado una calle que se llamaba el “Camino de los molinos”, que era la parte un poco alejada.
Me dijo: te he dejado los certificados del “Camino de los molinos”. Y cuando ya se iba me dice: —Bueno, Juan ¿y eso de ser salesiano?…, ¿tú no piensas en tus hermanos?—
A mí se me cayeron dos lagrimones que, cada vez que lo recuerdo, me emociono.
Era tu responsabilidad.
Claro, y allí fue donde confirmé que todo el esfuerzo que mis padres habían hecho era porque ellos pensaban que yo les ayudaría a tirar de los demás. Insisto en que yo creo que después los he ayudado, porque el hermano cura es el referente para muchísimas cosas.
Y mi abuela contentísima. Y mis tres tías, que eran solteras, también, porque yo tuve un tío que murió en el seminario con catorce años y me llamo Juan por él, precisamente. Así que, al principio fue el choque de lo inesperado. Pero el martes siguiente ellos fueron a Utrera para hablar con el director, y encantados. Mi padre murió ya, en el 2004. Mi madre vive, va a cumplir ahora noventa años. Y está orgullosa.
Pero lo que me decidió fue que, entre los muchos papeles que te entregan en esas convivencias, en uno de los documentos que me entregaron para reflexionar, había una frase que decía: “De tu sí o de tu no, depende la felicidad de muchos”. Y eso fu clave; no lo he olvidado jamás. Este ha sido uno de los lemas que han estado continuamente marcando mi existencia. Y he entendido, y creo que esto es la esencia pura del Evangelio, que el Señor quiere que seamos felices, pero quiere que lo seamos buscando la felicidad de los otros.
Como decíamos en aquella época: “ser felices y hacer felices a los demás”. Después, has tenido un recorrido largo. Has estado fuera, me imagino.
No. He estado casi toda la vida por Sevilla; no he salido de esa zona en toda mi trayectoria salesiana, prácticamente, hasta ahora. Incluso todos mis estudios los hice allí; primero Magisterio en la escuela Cardenal Spínola, que lo recuerdo con mucho agrado. Y después Teología en el Centro de Estudios Teológicos.
Cuando terminé, iba a hacer el Bachillerato, pero me faltaba escolaridad, no pude terminarlo. Me dijeron: como vas a ir el año que viene a estudiar a Roma, no te preocupes que, al llegar, harás algún trabajo.
Hubo cambio de provincial, que me dijo: de Roma nada; Delegado de pastoral de la provincia…
Tenía veintiocho años. Yo le decía al provincial, que era Paco Vázquez: “pero tú estás loco. Pero si acabo de ordenarme”. Pero, bueno, lo asumí.
Mi trayectoria salesiana ha estado muy marcada por todos los años que estuve en la pastoral juvenil, que fueron diez. Después he vuelto otros tres años, cuando me nombraron provincial de esta zona.
¿Nunca has perdido los cristos; esa ilusión que te llevó a tener esta vida? ¿O ha habido momentos de oscuridad?
Tengo que decir que grandes momentos de crisis no he tenido. De verdad, siempre me he sentido muy identificado con esta vocación. Me he sentido muy lleno; la vivo en plenitud.
¿Dificultades?, claro. Cuando tratas con otros hermanos tienes las dificultades propias. Ha habido momentos que cuando me encontraba con mis antiguos compañeros de colegio y me presentaban sus novias, pensaba: —yo no tengo novia—. O cuando me decían: —me voy a casar— O llegaban los hijos y te llamaban para bautizar… Son momentos en los que sí que es verdad que te lo planteas, pero momentos de dudar de mi vocación, no he tenido.
He tenido las crisis que se pueden tener en un momento determinado; por ejemplo, para mí fue un momento muy duro cuando algún compañero dejó la congregación y era muy significativo y un gran amigo. Esos momentos te hacen platearte cosas. O también ante la muerte de algún hermano joven. Pero creo que este es el camino que el Señor quería para mí, y me siento feliz, y pienso que estoy contribuyendo a otros también lo sean.
¿Es difícil ser provincial? Porque es un cargo de responsabilidad. Para que la gente lo entienda un poco, es más que ser obispo de algunas diócesis pequeñas. Tú tienes a tu cargo…
Comencé con quinientos dieciocho hermanos a mi cargo, y ahora mismo son quinientos cincuenta y siete, creo.
Hay pocos obispos en España, solo arzobispados grandes, que puedan tener más.
Es verdad que esto son seis años, y a los seis años se termina. Y son cincuenta y cinco comunidades.
¿Lo de los seis años es una regla?
Es una regla.
¿De sabiduría?
Sí. Creo que sí.
Habría menos problemas en la “Iglesia funcionarial”, que denuncia Francisco, si los cargos tuviesen esa regla vuestra, de los religiosos. Porque volvéis a la base, ¿no?
Sí. fui provincial, antes, de la inspectoría de Sevilla, desde que se hiciera la fusión, cuando eran siete provincias en España. Justamente, al terminar yo de inspector, -que es como llamamos al provincial de la inspectoría de Sevilla- unimos las dos provincias del sur; Córdoba y Sevilla, y ese año vine a Madrid, a la comunidad que tenemos en Alcalá, a estudiar un poco. Le había pedido al general estar un tiempo de estudio. Estuve en el San Pío X ese año. Venía por dos años, pero al final estuve solo uno porque al inicio del segundo año me llevaron de director a Cádiz. Pero, sí; tú eres provincial y, cuando terminan los seis años, vas a donde te manden.
¿Es difícil mandar hoy, más difícil que en otras épocas? O hay que saber mandar.
A mí, cuando me cuentan cosas del pasado pienso —¡jo, eso eran inspectores!
Creo que hoy no se utiliza esa palabra: “mandar”. A mí me parece que hoy, la obediencia en la vida religiosa, es una obediencia muy dialogada. No se le ocurre, yo creo, a ningún provincial, mandar a la fuerza a nadie a ningún sitio porque, al final, ni le hace bien a la persona, ni al lugar donde vaya a ir.
Hoy, cuando se manda a algún hermano a algún sitio o se le pide que preste tal servicio, hay siempre un diálogo con el interesado. O, al menos, yo no tengo la experiencia; cuando he pensado proponer a algún hermano alguna cosa y no se ha hecho, es porque he encontrado razonables los motivos que el hermano me ha dado. Y cuando no, el hermano ha comprendido y lo ha hecho con mucho gusto. No he tenido grandes problemas de obediencia de hermanos que resistan a ir a un sitio que tú les estás proponiendo.
¿La congregación goza de buena salud, en términos generales, en España?
Sí. Precisamente hemos tenido, este verano pasado, lo que se llama las “Visitas de conjunto”, donde el rector mayor se va reuniendo por regiones de la congregación. Además, en diciembre hemos tenido provinciales de Europa. Y en las dos ocasiones, el rector mayor -que tiene una visión de conjunto de toda la congregación- lo comenta con profundidad y con los datos que le da su experiencia: asegura que la congregación goza de buena salud.
Eso no significa que no haya problemas. Pero, como decía un provincial, “más vale no dar pena”; yo estoy contento. Comprenderás que, con quinientos cincuenta y siete hermanos, tiene que haberlos. Y con treinta y seis colegios, con miles de laicos que están compartiendo con nosotros la misión salesiana, pues todos los días hay problemas. Pero, bueno, se afrontan. Y nosotros, desde una perspectiva, también, creyente. Esto quien lo tiene que mover es el espíritu de Dios, pero nosotros también tenemos que poner de nuestra parte. Y claro que el inspector tiene dificultades y, sobre todo, las circunstancias que más te hacen pensar y reflexionar, son las que afectan a las personas.
Pero, tanto desde esta perspectiva como la de la general, yo creo que la congregación goza de buena salud.
Y además, reconocida públicamente; tenéis muy buena fama en el sector de la enseñanza. Un gran prestigio adquirido en todos los colegios. Sobre todo en Formación Profesional. Me consta que hay alguna otra obra vuestra que te gusta especialmente, que es ASTI.
ASTI, bueno, me ha dado bastantes problemillas últimamente. Pero yo creo que sí, porque tenemos también que ayudarnos de instituciones que puedan impulsarnos a poder cumplir la misión.
La misión la anima el Espíritu Santo, pero al Espíritu Santo hay que ayudarlo después con las mediaciones. La pastoral mueve el espíritu pero, cada vez que quieres hacer algo, un encuentro, por ejemplo, supone personas, medios, estructuras, economía…
La opción por la Formación Profesional, hoy es una opción muy exigente, porque mantener estos centros y hacerlo a la altura de las tecnologías actuales, y que los jóvenes puedan salir preparados también, para la sociedad en la que estamos, supone aspectos que hay que cuidar. Por una parte, el mantenimiento de los recursos materiales, pero también la formación.
ASTI es una institución que se creó aquí en Madrid antes de que hiciéramos la fusión, justamente con la finalidad de la formación del profesorado y de la búsqueda de convenios y recursos para poder mantener la puesta al día de la Formación Profesional. Cuando yo he llegado me he encontrado con que esa realidad estaba ahí, y pienso que es una realidad valiosa. Aunque, como te digo, me ha dado estos años algún quebradero de cabeza, que creo ya están encauzados.
Ayudáis a los chavales jóvenes, que hacen Formación Profesional, a poder entrar directamente en el mercado laboral.
Eso se hace, fundamentalmente, desde cada centro. Ya antes de ASCI, en nuestras casas siempre ha habido una preocupación en que hubiera un buen funcionamiento escuela-empresa, empresa-escuela. Esto es lo que ha permitido, no solo tener lugares donde los estudiantes pueden hacer las prácticas, sino tener, después, una bolsa donde muchos de los estudiantes, al acabar los estudios, puedan acceder al mundo del trabajo, justamente por esa relación que se tiene con ese gran tejido empresarial.
¿Cuánta gente habéis colocado en estos últimos años?
No sabría decir.
Algo aproximado.
No podría, pero lo que sí sé es que hay casas nuestras en las que el 60 o 70 por ciento de los chicos salen con un empleo. Esto también depende mucho de donde esté situada la escuela.
En el sector educativo ¿tenéis más presencia en la concertada, que en la Formación Profesional?
La Formación Profesional la tenemos concertada, quitando aquí, en Madrid, que ya sabes que hace unos años se retiró el concierto a los grados superiores, y se hace a través de becas que solicitan, directamente, los alumnos. Pero la inmensa mayoría, quitando algún sitio donde el Bachillerato es privado, porque no eran filiales, es concertado.
Eres presidente de Escuelas Católicas, elegido por unanimidad hace un par de años.
Esta es la tercera que voy a estar. Sí, efectivamente. Pero el único candidato, ¿eh? (ríe). Hubo un voto en blanco.
¿Cómo están las Escuelas Católicas? La cuestión, que algunos plantean, es si no ha llegado el momento, para las escuelas religiosas, de que la suplencia ha terminado y que habría que cambiar el nicho. Ir a otros ámbitos donde el Estado no llega… ¿Qué decís desde Escuelas Católicas a los que critican los conciertos y la presencia de las escuelas concertadas religiosas?
La Iglesia jamás debe dejar el mundo de la escuela. Es fundamental. El problema que tenemos en este tiempo es un problema cultural, y la cultura, el lugar de transmisión crítica pero también de inserción, es la escuela.
La Iglesia no puede dejar la escuela. Sería un error garrafal. Eso no significa, como de hecho se está haciendo, que en la Iglesia nos centremos única y exclusivamente en la escuela. Yo mismo soy salesiano, y en mi provincia tenemos treinta y seis escuelas. Pero tenemos bastantes más parroquias, centros juveniles, plataformas sociales de atención a jóvenes inmigrantes, jóvenes sin hogar… Hoy, quien piense que la Iglesia está manteniendo una pastoral exclusivamente en el tema de la escuela, no tiene una visión real.
¿Es un negocio?
Los colegios, para nada. Este es otro de esos mantras que se repiten… Yo hablo por la escuela católica que, en su inmensa mayoría, es concertada: hoy, esta escuela se mantiene porque las instituciones que estamos detrás la estamos sosteniendo. Están ahí los presupuestos del Estado; los estudios están hechos, están los datos. Un puesto en la escuela concertada sale por la mitad, aunque no exactamente.
¿Ahorráis dinero al Estado?
Por supuesto. Basta ir a las memorias de la Conferencia Episcopal. Ahora bien, no hay que mantener el derecho a la existencia de la escuela católica porque sea más barata al Estado, sino porque es un derecho que tienen las familias de poder educar a sus hijos conforme a unos principios, a unos criterios y unos planteamientos de vida.
¿Luego, la Iglesia la va a mantener sea concertada o no?
Yo creo que sí, y nosotros pelearemos el concierto.
¿Están en peligro los conciertos? ¿Por qué siempre hay polémica?
Porque siempre hay algunos partidos que sacan el tema. Pero pienso que ahora mismo este es un sistema suficientemente consolidado, y en su inmensa mayoría los partidos políticos lo comparten. Puede haber alguno que lo ponga en duda, pero creo que hoy una inmensa mayoría del arco parlamentario comprende que es una solución buena y adecuada, esto de los conciertos.
El otro campo donde sois especialistas los salesianos es en la juventud, lógicamente. ¿Cómo volver a enganchar a los jóvenes a la religión, a la fe? ¿Cómo volver a ilusionarlos?
Lo primero de todo es estar con ellos. La Iglesia tiene que estar con los jóvenes. Y estar allí donde ellos se encuentran en su vida ordinaria. Enganchar con sus preocupaciones, sus ilusiones, sus sueños, sus necesidades… Y para todo eso hay que estar en medio de ellos. Para esto tenemos plataformas como pueden ser la escuela y los centros juveniles en las parroquias.
¿Los oratorios os siguen funcionando bien?
Sí.
Son un especie de centros juveniles
Es un poco la traducción de lo que nosotros siempre hemos llamado “el oratorio de don Bosco”. Son muchísimos, al menos en en nuestro ambiente, donde no solamente vienen al tiempo escolar, sino que, después, tienen toda una experiencia de tiempo libre, donde hay itinerarios de maduración en la fe. Y cuando se está en medio de ellos, hay muchas cosas que cambian.
Creo que hoy, en la Iglesia necesitamos dar una imagen simpática a los jóvenes. Recuerdo mucho esa expresión que utilizaba un general nuestro, Don Egidio Viganò. Él insistía mucho en esto. Lo que dice el Papa de dejar esa cara avinagrada. Pienso que el planteamiento de este sínodo, donde está dando la palabra a los jóvenes para que puedan participar, es muy importante. A veces, cuando se dice: es que los jóvenes son la Iglesia del futuro… ¡No! Los jóvenes no son la Iglesia del futuro, son la Iglesia del presente. Tienen que tener una voz y participar en la vida ordinaria. Y cuando participan y sienten que se les escucha y que se les tiene en cuenta, los jóvenes responden; claro que sí.
¿El sínodo puede ser un instrumento para esa movilización desde las bases?
Estoy absolutamente convencido.
¿Tenéis un salesiano, por cierto, ahí?
Hay dos. De los dos secretarios, uno es salesiano. Pero también nuestro consejero general de pastoral juvenil, Fabio Attard, forma parte del equipo de preparación de estos jóvenes. Y una joven de un país del este, ahora no recuerdo cuál, que participa como Movimiento juvenil salesiano.
¿De los últimos que estuvieron con el Papa?
Sí.
La Iglesia española tendría, en ese sentido, que volver a ser más simpática? ¿Tendrá que cambiar su imagen pública? ¿O para eso ya llegamos tarde, hay demasiados prejuicios?
Nuca es tarde para estas cosas. Y además, a veces, cuando se dice “la Iglesia”, siempre pensamos en los obispos, en la jerarquía. Y donde nos jugamos las cosas es en la experiencia del día a día; en la parroquia de este barrio, en el colegio católico de aquel pueblo…
Yo he venido ahora con un taxista, y hemos tenido una conversación extraordinaria. Me ha estado contando experiencias de curas que ha acogido él en las carreras. Y lo que le ha llamado la atención es que eran muy distintos. Yo le he dicho: claro, es que la Iglesia es plural.
Todos somos Iglesia, y esa idea de Iglesia monolítica no existe. Igual que yo me he llevado una impresión grata de este señor que me ha traído aquí en el taxi, pienso que a él le ha ocurrido lo mismo conmigo. No porque yo me eche flores, es que ha sido una conversación muy amena.
La experiencia de los jóvenes del día a día, es la que cuenta. Yo no creo que influya tanto la imagen que se pueda dar de la Iglesia como institución, como la vivencia cercana. Esto se lo digo muchas veces a los directores de nuestras casas; cuando viene alguien que quiere meter el niño en el colegio y tú sabes que no lo vas a poder hacer, porque en el colegio concertado hay unos requisitos y no valen las influencias, al menos que se vayan diciendo que “aunque el niño no ha entrado, qué bien me han tratado”. Eso es fundamental. También se lo digo a las personas que tenemos de conserjes. Que son la primera imagen del colegio.
La imagen, ayer el Papa habló también de ella, no es cuestión de marketing, es cuestión de buena relación, de trato; ahí es donde empieza el cambio de imagen y de simpatía.
La primera evangelización.
Claro.
Tú que eres sevillano, ¿está la Iglesia aprovechando bien lo que significa la semana Santa, un fenómeno que atrae a muchos jóvenes, que los tenemos ahí y que son un vivero? ¿Se está aprovechando pastoral y eclesialmente bien?
Sí. Justo el otro día cogí un ejemplar de Vida Nueva, y hablaba precisamente de este asunto. Pero si me preguntas ¿se podría aprovechar más? Yo creo que sí. Con mi trabajo no he tenido una implicación grande, pero sí en momentos.
Por ejemplo, he acompañado, hace muchos años, al grupo joven del Gran Poder en Sevilla. Iba para tener celebraciones con ellos. Y es un potencial laical extraordinario. Esto es muy importante; ahí hay una experiencia de Iglesia donde le laicado tiene su protagonismo y los curas no lo debemos impedir, tenemos que acompañar. Y cuando los directores espirituales están cercanos y saben acompañar, es una experiencia extraordinaria que, cuando se plantea en clave de poder, se va al traste.
Por lo que yo conozco, es una experiencia que ha mejorado mucho. Se han dado pasos extraordinarios en el campo de la formación. Una formación unificada, desde una coordinación que, después, se hace realidad en cada una de las hermandades, que son muchas.
Y otro campo que a mí me parece que ha sido fundamental es el de caridad. No solo entendida como la bolsa de caridad donde hay un dinero que sirve para remediar necesidades, sino de hermandades con proyectos sociales importantes de atención a necesidades de chicos con discapacidades intelectuales o motóricas, o con proyectos de atención a familias. Hay que seguir en esa línea y acompañando.
Tenéis un rector mayor, como llamáis vosotros al superior general, por primera vez en la historia, español. Y además pinta bien ¿Cómo está evolucionando el rectorado?
Muy bien porque, primero, él tiene una frescura y una cercanía que está generando una corriente de este espíritu de familia que tanto nos caracteriza a nosotros. Pero después también está afrontando la problemática que tiene la congregación, y lo está haciendo con determinación y con decisión.
En el tema vocacional, por ejemplo, es clave porque nuestra congregación lleva muchos años manteniéndose en las entradas. No hemos tenido una bajada radical de vocaciones en el conjunto de la congregación. Sí lo estamos sufriendo en occidente, sobre todo en Europa.
Han cambiado los viveros.
Totalmente.
¿Para todos?
Sí. Pero nosotros nos mantenemos en el mismo número desde hace veinte o treinta años. De cuatrocientos cincuenta a quinientos. Sí que es verdad que, como dice el Papa, ha cambiado la geografía vocacional. Y sentimos la crisis aquí, en Europa.
¿Dónde se ha trasladado? ¿A Asia?
Asia y África, ahí es donde están la mayoría de las vocaciones. América se ha ido manteniendo. Y aunque la congregación no ha tenido una bajada radical, sí va, paulatinamente, bajando, porque las entradas no compensan suficientemente las salidas y las defunciones. Y este era un grave problema que teníamos como congregación. En las salidas, sobre todo en los periodos iniciales de formación, que es frecuente. Tal como lo estábamos viviendo, no era normal. Y este es un problema que él ha afrontado mediante la formación, los equipos formativos, los procesos de discernimiento, para corregir esa sangría.
Nos hemos encontrado también con algunos problemas económicos que también ha sabido afrontar con decisión y que, además, las opciones que ha tomado han sido muy bien aceptadas y valoradas por el conjunto de los hermanos, sobre todo el tema del cambio de la casa general, por todo este problema que hemos tenido con Gerini.
Es un hombre que con determinación y con la comunión del consejo no solamente se dedica animar, que es su cometido, pero también tiene que gobernar y tomar decisiones.
Tiene carisma, se le nota, en las distancias cortas, que es un hombre que llega y que sabe estar.
Háblame del Papa que, nos está poniendo las pilas a todos, pero ¿estamos respondiendo de manera suficiente a todos los mensajes que nos vienen del Vaticano?
Como es un torbellino, a veces no nos da tiempo a acudir a todo lo que nos está proponiendo. Pero yo creo que sí. Que el papa Francisco es el papa que necesitábamos en este momento en la Iglesia.
A mí me cautivó siempre Benedicto XVI; sus escritos, su manera de entender la presencia de Dios. E incluso la autenticidad de su vida. Recuerdo que, en una ocasión, cuando lo eligieron, yo fui a comer con unos amigos. Me dijeron: vaya tela, a quien han elegido. Y yo, les decía a ellos: mira, el Papa Benedicto, Ratzinger, tiene en España muy mala prensa. Y yo creo que este papa es una persona de una gran honestidad intelectual. Cuando tú tienes delante a una persona así, no te defrauda. Y no nos ha defraudado.
Y cuando ha habido problemas que él ha afrontado pero que, después, no se ha sentido con fuerzas para seguir, ha decidido dar paso a otro. Y ha venido Francisco, que nos está poniendo las pilas. Su programa en la Evangelii Gaudium es el programa que la Iglesia necesita. Es el programa de un Evangelio que, fundamentalmente, fue la noticia, que es alegría. El programa de un Dios que es misericordia y que, por consiguiente, tiene que ayudarnos a comprendernos, a entendernos. Este papa da el rostro de una Iglesia que es tremendamente humana y cercana.
Simpática, que decías antes. Y que ayer les decía a los religiosos: diviértanse.
Efectivamente. Y todo este tema de las vocaciones no se trata de marketing, aunque evidentemente hay que estar en las redes, en los lugares donde están los jóvenes y con su lenguaje. Él nos decía a los salesianos todos esto: “ustedes tienen que estar en el medio de ellos con el lenguaje que mejor entienden, que es lenguaje del corazón, para hacerse sus amigos”.
¿Has estado alguna vez con él?
Cuando estuvimos en el Capítulo general, que nos recibió en audiencia y tuve la oportunidad de saludarlo personalmente. Pero es la única vez. Después, he estado en alguna celebración, pero en la distancia.
Artime sí le conocía.
Sí, porque coincidió con él cuando era arzobispo de Buenos Aires y Artime estaba allí de provincial. El otro día me contaba Cristóbal, el recién nombrado arzobispo de Rabat, que cuando fue a saludarlo había estado dos o tres días antes con Ángel, y le mandaba saludos. Y que Francisco le dijo: “¡Oh! ¿Y cómo está el gallego? Estará enfadado conmigo, porque le estoy quitando algunos salesianos para hacerlos obispos”.
No hay duda de que Francisco es el papa que necesitamos, y me duele que haya grupos que están continuamente poniéndolo en entredicho, aunque supongo que esto le pasa a todas las personas que tienen una responsabilidad.
Son pocos y cobardes ¿no? En lo oculto; en los blogs, en los comentarios…
Pero después él habla con esa claridad y con esa sencillez… Y sobre todo, lo importante es la línea que ha querido marcar con la “Evangelii gaudium”, que es fundamental para la renovación y la reconversión pastoral de la Iglesia.
Muchísimas gracias.
A ti.