"Complicidades, ambigüedades y omisiones"

Los obispos vascos y los obispos catalanes

"La paz y la reconciliación son fruto de la gracia de Dios, de la humildad, del esfuerzo"

Los obispos vascos y los obispos catalanes
Los obispos vascos

¿Podría ser, en su día, aplicable tal experiencia a todos y a cada uno de los miembros de la "Provincia Eclesiástica Tarraconense"? ¿Preparan ya estos sus discursos de petición de perdón?

(Antonio Aradillas).- Como estaba previsto y programado, el anuncio de la ya próxima declaración de disolución «definitiva» por parte de la ETA, sus argumentos sesgados y peticiones de perdón, provocaron, y provocarán, incontables comentarios de diverso signo y condición.

Medio siglo de vigencia de terrorismo tan bestial y denigrante en cualquier país, civilizado o no, con 864 víctimas mortales en su haber, así como las razones sobre las que se fundamentaron comportamientos tan inhumanos, antisociales y antirreligiosas, anuncian y justifican reflexiones diversas.

De entre ellas, y dado el carácter de una publicación «religiosa» como esta, es de esperar que tema de tan colosal importancia se afronte en coordenadas también substantivamente religiosas. Las declaraciones recientes a este respecto, de la Conferencia Episcopal Española y la de los obispos de Bilbao, Vitoria, San Sebastián, Pamplona-Tudela y Bayona, aportan ideas que justifican las siguientes sugerencias:

Una vez más, la autocrítica ha permanecido inédita en el doble texto episcopal. Con términos tan ambiguos, generalizados y gaseosos, como «complicidades, ambigüedades y omisiones», aún reconociendo la gravedad de cada uno de ellos, no es posible condenar el terrorismo vasco, sobre todo con el conocimiento y la convicción que se tenía, y se tiene, de que, tanto el nacimiento del mismo, su mantenimiento y propagación, se debió en gran parte al amparo de la Iglesia…

 

 

En los documentados estudios ya efectuados, hechos públicos algunos de ellos, las noticias que día a día proporcionan los medios de comunicación social en los que jamás apareció, ni por equivocación, entre las víctimas, algunas de condición sacerdotal o religiosa. Aparecieron, no obstante, informaciones relacionadas con reiteradas negativas a presidir sus funerales, así como certezas de la apatía en la condenación determinante de la jerarquía vasca, y aún de la misma Conferencia Episcopal en general, que dedicaba descalificaciones más indulgenciadas, que a situaciones y a casos de transgresiones rituales o concordatarias. Ahora y aquí, no se le puede exigir al pueblo de Dios que aplauda y subraye el sentido y el contenido de «complicidades, ambigüedades y omisiones».

La Iglesia y su jerarquía, no solo conjugaron estos términos como ahora, y más o menos penitencialmente reconocen. Les falta por decir que, en frecuentes -frecuentísimas- ocasiones, ellos -los miembros de le jerarquía-, fueron sus inspiradores, y fautores , o «personas que favorecen o ayudan a otras». Lugares, movimientos, instituciones y obras intra-eclesiásticas, les sirvieron a los «fieles cristianísimos» vascos para «afianzarse en sus ideas totalitarias e idolátricas que alimentaron el terrorismo»., con falaces enseñanzas malinterpretadas como «palabras de Dios», tal vez por aquello de «por Dios, por la Patria y el Rey lucharon, hasta morir, nuestros padres» y por tales ideales blasfemos, «lucharemos nosotros también», rechazando cualquier referencia a que, con violencia, no puede haber «Dios, ni Patria, ni Rey».

Con una teología, una pastoral o una catequesis, cuyos intérpretes «oficiales» basen enseñanzas similares, o adjuntas, a tales «patrioterismos», con desprecio de las del resto del pueblo de Dios, hubieran sido, y son, acreedores a que la misma autoridad suprema de la Iglesia los anatematizara. Razón tienen no pocos «incautos», que jamás llegarán a comprender que «un tal Blázquez» no pudiera «pastorear» ninguna diócesis vasca, por imperativo de su pedigrí impolutamente castellano.

Con tanta generosidad como se comportan los diversos dicasterios romanos, con mención particular para el de las «Causas de los Santos», los aludidos cautelosos cristianos se preguntan, si hubiera sido «justo, equitativo y saludable», que de algunos -todos- de los 864 miembros del martirologio producido por la ETA, no se hubiera ya coronado el proceso de beatificación o canonización.

De nuevo hacen aquí acto de presencia los citados «precavidos», y sin temor a nada ni a nadie, manifiestan que la decencia y el pudor cristiano y cívico, los obispos eméritos vascos, «faltos de ánimo y sobrados de cobardía», no estamparan también sus firmas junto a las de sus «hermanos, hoy activos, en el episcopado», Hay omisiones que causan y provocan vergüenza ante propios y extraños.

La paz y la reconciliación, son fruto de la gracia de Dios, de la humildad, de la humanidad, del esfuerzo y de la leal y noble autocrítica. La petición de perdón -«a buenas horas, mangas verdes» (con la traducción popular de «a destiempo y fuera de lugar», con alusión al color de las mangas de los cuadrilleros de la Santa Hermandad de los Reyes Católicos, -por muy coloreados de rojo que ahora se pongan nuestros obispos-, corre el riesgo de ser interpretada como insincera o interesada.

¿Podría ser, en su día, aplicable tal experiencia a todos y a cada uno de los miembros de la «Provincia Eclesiástica Tarraconense«? ¿Preparan ya estos sus discursos de petición de perdón? ¿Será tal petición solo coyuntural, o verdaderamente evangélica?. ¿Lo será en lengua vernácula, o en latín?

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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