Y ardió el salón: ¡¡Guadalupe a Extremadura, ya!!

Homenaje a Antonio Aradillas en el Hogar extremeño de Madrid

El Padre Ángel le califica de "cura valiente y libre, incansable y comprometido"

Homenaje a Antonio Aradillas en el Hogar extremeño de Madrid
Josep Miquel Bausset

Sigue luchando por sus causas: el acceso de la mujer en la Iglesia, la Iglesia pobre sin parafernalias ni mitras, la necesidad de que la Semana Santa sea declarada Patrimonio de la Humanidad... Y Guadalupe

(Luis Romasanta).- El Hogar Extremeño de Madrid se vistió anoche de gala para homenajear a un paisano ilustre de Segura de León: nuestro compañero, sacerdote, periodista y escritor, Antonio Aradillas. Nunca he dejado de luchar y de soñar no es sólo la advertencia de la vida de este autor, sino el título de su último libro, que hace el número 90 de su producción (nada menos) y que se presentó ayer, editado por el grupo editorial Sial Pigmalión.

Ningún paisano quiso faltar a la cita, y arropando al infatigable Antonio en un salón abarrotado, estaban el Padre Angel García, presidente de Mensajeros de la Paz; el director de este periódico, José Manuel Vidal, y el presidente de Sial Pigmalión y también paisano, Basilio Rodríguez Cañada, junto al vicepresidente y otros miembros del Hogar extremeño.

El Padre Angel tuvo palabras de elogio y admiración hacia Antonio. «Mi cariño hacia él es especial. Hace 54 años, cuando empezábamos, nos abrió las puertas del diario Pueblo a Mensajeros de la Paz, y nos estimuló siempre. Cincuenta años después, volvió a ayudarnos en la experiencia de la iglesia de San Antón, celebrando unas misas innovadoras, con sus homilías dialogadas, recordándonos con la radicalidad evangélica que una vida sin misa o una misa sin vida no tienen sentido».

Para el Padre Angel, «este cura valiente y libre, incansable y comprometido» tiene su propio alter ego en su otra labor no menos evangélica, la de periodista y escritor, donde demuestra esa misma valentía. «Cuando pide a los obispos que salgan de los palacios y vivan sencillamente al lado de los pobres; cuando reivindica la figura de la mujer en la iglesia; cuando defiende sin miedo al papa Francisco… Cuando dice que una persona que vive el evangelio tiene que ser necesariamente rebelde».

«Quiero desearte, amigo -enfatizó el fundador y presidente de Mensajeros de la Paz- que sigas trabajando, que sigas escribiendo. Que no temas las críticas y cuentes siempre con los que te admiramos. Que te mantengas en la batalla social desde la primera línea de tus palabras. Contestando a los que, en nombre de la iglesia, retiran su bendición a los diferentes, y siendo ejemplo de iglesia que cuida, que incluye y que nos hace más completos y más humanos».

A continuación tomó la palabra el director de Religión Digital, José Manuel Vidal, para señalar antes de nada que «hay homenajes… y homenajes más o menos forzados… Pero éste nos sale del alma, porque no puede ser más merecido. Y a mi juicio Antonio lo merece: como persona, como cura, y como periodista-escritor».

Desde esa triple dimensión, Vidal fue desgranando cada faceta, tras recordar a Simone Weil cuando afirmaba aquello de que «cada vida es una parábola inventada por Dios»: «Como persona, Antonio es cercano, sencillo, humilde… Es una persona libre y enamorada de su libertad; en él se cumple como en nadie el dicho de que «nunca se ha casado con nadie».

«Como periodista, su etapa en el diario Pueblo fue antológica, convertido en vaca sagrada en el ámbito de la información religiosa, y abriendo las ventanas de una iglesia renovada a través del que era en aquellos años (finales de los sesenta, primeros de los setenta) el diario de mayor difusión de España… lo que le acarreó no pocos problemas con la iglesia hierática de la época. Pero siempre apostó por un modelo de iglesia renovada, y el tiempo le ha dado la razón: Ahí está el papa Francisco».

«Como cura siempre ha sido modélico y revolucionario, pero de los buenos. Ya de coadjutor se las tenía tiesas con su párroco, que seguía anclado en el modelo eclesiástico preconciliar.

Y Antonio, enamorado del Concilio Vaticano II, lo vivió y lo plasmó allá por donde pasó. Pero también en este negociado fue un cura libre; quizás porque nunca vivió de la Iglesia, y eso da una enorme voluntad.

Y por amor a la libertad tuvo problemas nada menos que con el cardenal Tarancón, que lo suspendió a divinis durante 55 días… ¿Cuál fue su pecado? Nada menos que atreverse a denunciar una trama mafiosa en los tribunales eclesiásticos madrileños». Pecado mortal, sin duda.

Vidal resumió en una frase la prolífica vida intelectual de Antonio Aradillas: «No tuvo que cambiar de chaqueta. Sigue en el mismo sitio. Y sigue luchando por sus causas: el acceso de la mujer en la Iglesia, la Iglesia pobre sin parafernalias ni mitras, la necesidad de que la Semana Santa sea declarada Patrimonio de la Humanidad… Y Guadalupe. Guadalupe para los extremeños, porque es Extremadura pura, no Toledo».

El presidente de la editora Sial Pigmalión recordó a continuación como entró en contacto con Antonio Aradillas cuando éste ya era autor consagrado, y cómo le asombró la capacidad de trabajo y de profundidad intelectual de Antonio, «que es capaz de escribir un gran libro en una semana».

La colaboración con esta editorial se inició reeditando «Las rutas de Don Quijote», con gran éxito de ventas, y ha continuado con las dos últimas producciones de Aradillas, «Francisco, el papa reformador», y la que se presentaba ayer, «Nunca he dejado de luchar y de crecer».

Para Rodríguez Cañada, Antonio Aradillas es «una energía incontrolada», una especie de manantial del que brotan constantemente ideas. Eso sí, reconoce que Antonio no es amigo de panegíricos ni protagonismos, y huye de las fotos, y por eso hubo que retratarle para la portada gracias a un humanísimo dibujo de su buen amigo Antonio Hurtado.

Y como el movimiento parece demostrarse andando, Sial Pigmalión adelantó la noticia de que ya está a punto un nuevo libro de Aradillas en este sello editorial; sin desvelar del todo el secreto, sí avanzó la temática: la violencia de género, «un problema que nos atenaza a todos». A la vuelta del verano lo veremos.

Finalmente, Antonio Aradillas agradeció este entrañable homenaje y resumió su vida -longeva vida a escritura diaria- en una serie de anécdotas, como las calificó él, desmenuzadas precisamente de uno de sus libros más visionarios (o soñadores, o realistas) que publicó en 1975, «Iglesia 2001», donde está el germen sigiloso de lo que después el tiempo le ha dado la razón. Y recordó que en 1975 todavía existía el nihil obstat y el índice de libros prohibidos…

Anécdotas sabrosas y de todos los pelajes: De cuando el régimen de Franco quiso negociar un nuevo concordato mientras él defendía que la Iglesia está por encima de los concordatos; de cuando tuvo que entrevistar al cardenal Casimiro Morcillo si quería hacerlo con Tarancón, que una cosa era ser atrevido y otra desollar al Régimen; de cuando se sublevó, con su pluma y su libertad, y fue condenado civilmente a permanecer unos meses entrevistando a artistas y famosos (Massiel, Víctor Manuel, Mari Trini…) «además vestido con sotana».

O de cuando fue declarado literalmente hereje en carta colectiva de los canónigos de Badajoz por declararse a favor de la coeducación (hay que echarle…) y poco tiempo después el seminario menor tuvo que convertirse en colegio mixto; de cuando se atrevió a publicar «Proceso a los tribunales eclesiásticos» mostrando las corruptelas del sistema, y el procesado acabó siendo él; o «Divorciarse en España: mercado negro y corrupción», donde refrendaba que el matrimonio canónico era indisoluble… para los pobres.

En los tiempos de Franco era un cura travieso (dice él eufemísticamente) y un enemigo público para más de un gobernador civil de la época, como aquél de Córdoba que no quería universidad ni polo de desarrollo porque estudiantes y obreros «traerían desorden público».

Pero, todavía hoy, en alguna parroquia de su Extremadura no se le permite predicar, acaso porque osara decir, por ejemplo, que hay que cambiar el sistema de nombramiento de obispos, de manera que los elija el pueblo; o que la mujer tiene que acceder al sacerdocio y dejar de ser discriminada; o que Guadalupe tiene que depender de quien corresponde, que es Extremadura y no del arzobispado de Toledo…

¡Guadalupe, a Extremadura ya!, fue el grito de guerra del coloquio que se entabló al final del acto.

Esto parece ya una batalla en serio, señor arzobispo de Toledo, y debe usted tomar nota, porque, a juzgar por el acaloramiento de los presentes, el cronista diría que la manu militari y las pródigas indulgencias con que los primados de las Españas de la época se afanaron territorio extremeño, pueden reconquistarse con menos docilidad y mansedumbre.

El sentido común está por encima de la obediencia.

Que se lo digan a Antonio Aradillas a sus noventa jóvenes años, tras los sapos e ingratitudes que ha tenido que tragarse, y eso que para él estar inactivo es el camino corto hacia la muerte, que diría el mismísimo fundador del budismo.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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