José Moreno

Aquarius y Dios, «descender a los infiernos»

"Los dolidos y los cautivos de la historia aguardan la buena noticia de su salud y su libertad"

Aquarius y Dios, "descender a los infiernos"
José Moreno Losada

El papa francisco, fiel a Jesús, no está invitando a ir a todas las periferias del mundo, donde se encuentran las situaciones infernales

(José Moreno).- El «Aquarius» se ha convertido en santo y seña de un grito humano, ha puesto voz a todos los cautivos de la humanidad que buscan liberación y refugio. Ese grito ha puesto en boga una de las clásicas obras de misericordia, convertida en derecho humano: «redimir al cautivo»…

¿Quiénes son los cautivos hoy entre nosotros y de qué somos cautivos? Allí donde las personas pierden su libertad y sus libertades más fundamentales, se vive la experiencia de ser cautivos. Son todos los que viven oprimidos, excluidos, manipulados, perseguidos, amenazados, violentados y atacados. Y todo ello de un modo personal o colectivo, interna o externamente, desde la proximidad o desde la lejanía, desde las redes familiares o desde las estructuras de nuestro mundo, y a veces, incluso, desde la propia cultura, economía, política o religión pervertidas.

Cuando se dan estas situaciones de esclavitud, bajo cualquiera de sus formas, nos encontramos con situaciones infernales y dolorosas de miedo, ansiedad, fatiga, desánimo, silencio humillante y deseo de huida. Son muchas las personas que se ven cautivas en situaciones infernales de las que les gustaría salir, liberarse, para poder tener libertad y paz, para vivir con dignidad, pero sienten que su situación es de dolor y que es muy difícil salir de ella. A eso es a lo que le llamamos «descender al infierno», «estar abajo», «ser cautivos». 

La lista es interminable y se hace a pie de noticia diaria y de calle: hoy en los refugiados que están llegando a Valencia. ¿Y Dios?, ¿y su misericordia?, ¿dónde está Él en este dolor? La mirada bíblica es directa en la respuesta cuando nos dice de Jesús que «entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote…los hombres que lo tenían preso se burlaban de él y le golpeaban»(Lc 22,54 y 63).

Y no es menos clara cuando en boca de Jesús se habla de este modo del juicio universal: «Venid vosotros, benditos de mi Padre, id al Reino preparado para vosotros porque…Estuve preso ,fui peregrino, forastero, desnudo, hambriento, desnortado…y vinisteis a mí…cada vez que lo hicisteis con uno de estos humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,36).

El papa francisco, fiel a Jesús, no está invitando a ir a todas las periferias del mundo, donde se encuentran las situaciones infernales, allá donde hay que descender. Y lo primero que nos dice es que hay que ir con la humildad y sencillez más grande, para poder entrar en esas periferias, lo dice abiertamente desde su reflexión acerca de visitar a los presos: «la cárcel es una de las periferias más feas, con más dolor. Ir a la cárcel significa, ante todo, decirse a sí mismo: «Si yo no estoy aquí, como esta, como este, es por pura gracia de Dios».

Pura gracia de Dios. Si no hemos cometido estos errores, incluso estos delitos o crímenes, algunos graves, es porque el Señor nos ha llevado de la mano. Se trata de reconocernos tan pecadores y tan necesitados como todos los seres humanos, por destrozados que puedan estar o sufrimientos que puedan cargar.

De reconocer que Dios nos salva desde ellos, que en ellos está nuestra salvación y nuestro perdón. Ante este drama los ciudadanos católicos, si de verdad queremos entrar en la dinámica de nuestro Dios, en su lío de misericordia, hemos de escuchar su llamada a «descender a los infiernos» con El, como confesamos en nuestro credo, para ascender a la gloria con todos nuestros hermanos en una nueva humanidad y en una nueva creación.

Los dolidos y los cautivos de la historia aguardan la buena noticia de su salud y su libertad, y Dios nos ha elegido a nosotros para ir hasta su dolor y su esclavitud, para romper cadenas y abrir las puertas de una nueva posibilidad, porque no da a nadie por perdido. Nos envía no desde nuestra perfección, sino desde su misericordia para que nosotros, también pecadores, seamos misericordiosos como El.

Sabemos que el arzobispado de Valencia ha puesto todo lo que tiene a disposición de la acogida de estos refugiados, pero la llamada a los cristianos ha de ser personal y comunitaria a la vez, todos tenemos que preguntarnos ante este hecho qué hemos de hacer. Y desde esa entraña cristiana hemos de trabajar como ciudadanos en esta sociedad española y europea para que el humanismo que la ha de caracterizar impregne todo lo político, lo económico, lo cultural y también todo lo religioso.

No olvidemos que cautivos, en fin, somos todos de nuestras debilidades y nuestros miedos y necesitamos de la fortaleza y el ánimo de los demás, así como ellos lo necesitan de nosotros, especialmente los más débiles.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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