Antonio Aradillas

Divorcio y divorcios

"Con la ley de divorcio vigente, es más Iglesia la Iglesia"

Divorcio y divorcios
Antonio Aradillas

El régimen de cristiandad terminó también ya en el recinto familiar. Volver al Evangelio es lo que procede

(Antonio Aradillas).- Con el fenomenal estruendo de resonancias internacionales que produce el «chupinazo» festivo de san Fermín en Pamplona, se corre el riesgo de que sus invocaciones «por ser nuestro patrono nos ayude en el encierro, dándonos su bendición, librándonos de todo mal», devotos y devotas echen en olvido otras y distintas conmemoraciones durante estos días.

Por si algo faltara, otras noticias relacionadas con las «manadas», han colaborado también a que, por ejemplo, pase desapercibido en la historia de la democracia española, la promulgación de la :Ley del Divorcio, firmada precisamente ese mismo día -7 de julio- del año 1981, siendo Ministro de Justicia el maltratado por la Iglesia «oficial», Francisco Fernández Ordóñez.

Algunas sugerencias acerca del tema resultarán de perenne actualidad, y más cuando hace un par de días, el nuevo Prefecto de Laicos, Familia y Vida», el cardenal Kevin Farrell, acaba de adoctrinar al personal que asistirá y participará en el próximo Encuentro Mundial de la Familia que se celebrará en Dublín, con la rotundidad de estas santa y proféticas palabras :»Los sacerdotes no tienen credibilidad para preparar a las parejas para el matrimonio, dado que ni vivieron ni viven tal experiencia».

. No solo religiosa, sino civil y hasta políticamente, en la familia pre-democrática y pre-conciliar española, eran la Iglesia y sus representantes jerárquicos quienes tenían la última y suprema palabra. El Código de Derecho Canónico asevera que «el matrimonio es uno e indisoluble «, y nada menos que el mismísimo Fuero de los Españoles asumía con carácter legislativo idéntica proposición, con todas sus consecuencias, hasta haber hecho de España uno de los pocos países «católicos» que carecían de ley de divorcio.

. Pero lo más grave del caso, y para más INRI, acontecía que en los Tribunales Eclesiásticos se amañaban «anulaciones» -nulidades- matrimoniales, con sus correspondientes efectos, también civiles, con lo que la indisolubilidad era patrimonio tan solo de los pobres, pero no de los ricos, dado que estos disponían del servicio de los abogados matrimonialistas, y de otros medios, para conseguir la «anulación» una o más veces, de parejas católicas, apostólicas y romanas.

. Sí, tiene razón el nuevo «Cardenal Prefecto de Laicos, Familia y Vida», al asegurar que «los sacerdotes carecen de credibilidad para tratar y decidir en temas matrimoniales y adyacentes». Haber «vigilado» con carácter para- dogmático lo de la indisolubilidad del matrimonio, con todas sus consecuencias y efectos, psicológicos, religiosos, económicos etc.- es un atrevimiento que supera lo pecaminoso, por falta, o por deficiencia, de conciencia o de inteligencia.

. «Vivir sin convivir», y hacerlo solo o fundamentalmente por la fuerza de determinadas apariencias o ritos «sacramentalizados», sociales, económicos o familiares, conlleva una monumental falta de respeto a sí mismos, a la institución, a los hijos y a la propia conciencia.

. «Vivir sin convivir» matrimonialmente, y hacerlo y urgirlo, «en el nombre de Dios», es grave pecado, que además a no pocos condujo a la desesperación, o a la muerte propia o ajena, previo el paso terapéutico por las clínicas psiquiátricas.

. La ley de divorcio, con las limitaciones que corrige el paso del tiempo, es lo que más se asemeja a la voluntad de Dios que quiere que hombres y mujeres vivan lo más felizmente posible, pensando además en el bien de los hijos, a quienes las hipocresías y los conflictos intra- familiares les destrozaron esta vida y la otra.

. Con la ley de divorcio vigente, es más Iglesia la Iglesia. La libertad hace más personas, y a la vez, más cristianos, a quienes las hipocresías, el fariseísmo y el «qué dirán» habían matrimoniado de por vida, e indebidamente, y sin solución humana y divina. En este capítulo, como en tantos otros, el Código de Derecho Canónico es, y se comporta, no con criterios evangélicos. Otros Códigos lo hacen en mayor proporción teniendo en cuenta el bien integral y el de la colectividad en los ámbitos de las diversas competencias legales.

. «La Iglesia está más que sobrada de clericalismos», tal y como reconoce el mismo Cardenal Prefecto, echándose en ella de menos, responsabilidades, actividades y criterios del laicado -hombres y mujeres- , por lo que el recuerdo conmemorativo de la firma y vigencia de la ley de divorcio en España es oportuno y laudable, con reverenciales agradecimientos para quienes de alguna manera, la hicieron posible, pese a tan graves descalificaciones y anatemas de la jerarquía eclesiástica.

. Vivir divorciado/a de la vida y argumentar tal situación personal e institucional sobre razones y textos «religiosos», es mucho peor que cualquiera de los divorcios que se dicen «canónicos» y que todavía hasta llegan a impedir la recepción de la Eucaristía

. El objetivo último y principal de la acción pastoral es la de conducir al pueblo hacia la adultez, muy por encima de cualquier otra forma del «cristianismo convencional» todavía en uso, por teológico que se proclame. El régimen de cristiandad terminó también ya en el recinto familiar. Volver al Evangelio es lo que procede.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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