Algunas reflexiones urgentes

Religión y religiones

Y la figura de Jesús, ¿dónde queda?

Religión y religiones
Religiones

Los sacerdotes, en su diversidad de "castas", "dignidades", eslabones y grados jerárquicos, se instalan entre los primeros y "oficiales" enemigos de la religión verdadera

(Antonio Aradillas).- Aunque no lo parezca, y algunos opinen lo contrario, la religión-religión interesa también en la actualidad de manera ciertamente apasionante. La reflexión sobre el tema no es ociosa, inútil e innecesaria, sino de utilidad y provecho y más en las circunstancias patrias en cuyas vísperas nos encontramos. Por ahora, y en esta ocasión, basta y sobra con hacerme eco fiel de algunas de las cuestiones «religiosas» que configuran la consiguiente reflexión, y preguntas de muchos, con la ineludible esperanza de que expertos en la materia decidan abrir caminos para hallar soluciones.

En el mundo globalizado que define el vivir y el convivir actuales, lo «religioso» como tal, precisa de profundas y urgentes planteamientos, reformas, reelaboraciones y aún refundaciones. Estas afectarán necesariamente a ideas tan primarias y fundamentales como las del «mundo», «Dios», «pecado», «pueblo», «sacerdote», «persona», «salvación», «libertad», «vida», «convivencia», «ecología», «cielo», «infierno» y «muerte», por citar algunas.

Da la impresión de que las religiones en general son «cosa» de hombres. En las mismas, la mujer apenas si se queda en «cosa», sin llegar a ser, y a ejercer, de «persona», por muchos y notables avances que se registren en los últimos tiempos. La mujer fue -es- «religiosamente», «pecado», u «objeto de pecado».

La multiplicación de «Dios» y de «dioses» es tal en las religiones, que su idea primigenia se ha pervertido y pervierte de forma pagana, comprometiendo en tal nefasto intento y educación-formación, valores que deberían ser tratados siempre como sacrosantos y supremos.

Convertir el servicio a lo religioso en una profesión,«carrerismo» o carrera, fue y es una constante, carente de sentido del culto debido al Dios verdadero, que necesariamente habrá de incluir, ser inspirado y justificado por el servicio a la colectividad, y en mayor proporción, de los más pobres. Los sacerdotes, en su diversidad de «castas», «dignidades», eslabones y grados jerárquicos, se instalan entre los primeros y «oficiales» enemigos de la religión verdadera. Vivir de la religión tal y como hacen tantos «elegidos» o «vocacionados», es imperdonable en la sociedad actual, medianamente formada e instruida.

Las religiones, y además «en el nombre de Dios», provocaron, inspiraron y justificaron tantas y tan degradantes guerras, que la simple constatación de hechos tan denigrantes habría de borrarlas del mapa de la convivencia entre los humanos, en consonancia con el plan inicial del verdadero Dios, Creador y Redentor de todo y de todos. «Guerras» de «religión», es el punto final e irremediable de la idea de Dios, del mundo y de la religión.

La comparación entre los «dioses» y sus bondades, a las que dicen servir sacerdotes y prosélitos, es blasfema, especialmente cuando con tanta e innoble frecuencia y datos se alcanza la triste conclusión de que, más que servir, lo que se pretende, y por lo que se lucha en esta y en la otra vida, es servirse de la religión en beneficio propio y de los intereses del grupo al que se pertenece en la sociedad, en la que nos instalamos, o nos instalaron, por geografía, tiempo, historia y cultura, en calidad de jefes, con plenos y «santos» poderes.

Como referencia cabalmente religiosa, en la cultura cristiana no se hace activa, atractiva y convincentemente presente la figura de Cristo Jesús. No obstante, es obligado reseñar, que a su imagen y presentación, les sobran aditamentos postizos y espurios. Les faltan evangelio, humanidad y sacralidad. Les sobran culto, milagros, «milagrerías» y «estampitas» Aunque también con la palabra, Jesús predicaba, y sigue predicando, sobre todo con sus obras y testimonios de vida. Más que como Dios, lo hacía y lo hace también como hombre. Y no solamente «anunciaba», sino que «denunciaba», que es misión y empeño igualmente divinos.

En tan amplio, pero a la vez, tan simple, sencillo e inteligible contexto, parecen poco coherentes cuestiones de tanto relieve teológico-canónico como las que protocolariamente se plantea en la sociedad española con Concordatos y pactos internacionales, por ejemplo, si la enseñanza de la religión, es -tiene que ser- una asignatura con valor académico y contar para la nota media, o si la podría o tendría que substituirse por otra, como la de «Valores cívicos y éticos», que en este caso no sería optativa.

Mantener, acrecentar, activar y justificar guerras y guerrillas «por el bien de la Iglesia», con sus privilegios y regímenes especiales, y en ocasiones, totalitarios, no beneficiarán la convivencia dotada de valores cívicos y éticos, que, en definitiva, es por donde hay que empezar y terminar, y en cuyo texto y contexto hallan cabida y aposento los elementos realmente religiosos.

Con el montaje que en la práctica nos legaron los intérpretes de los fundadores de no pocas religiones – ritos, cultos, sacrificios, miedos, guerras, corrupciones «santificadas» y santificadoras, dineros, burocracias, inciensos, indulgencias y «Amén», no es de extrañar que muchos se pregunten en la actualidad si los beneficios «religiosos» fueron y son más útiles y provechosos, que los que reportan ciertos «ateísmos», por supuesto sin las tentaciones de «enchufismos celestiales».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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