El antropólogo presenta su estreno literario, 'En blanco' (Unomásuno)

Manuel Mandianes: «Los críticos con la Teología de la Liberación no la conocen a fondo»

"La utopía de la Teología de la Liberación en América Latina sigue siendo fundamental"

Manuel Mandianes: "Los críticos con la Teología de la Liberación no la conocen a fondo"
El antropólogo Manuel Mandianes

Aquel que convierte su ideal como el método-ilusión única en su vida y que hará cualquier cosa por conquistarlo, estate seguro que llegará a justificar la muerte para hacerlo

(Jesús Bastante).- El bloguero de RD, Manuel Mandianes, acaba de publicar su estreno literario, «En blanco» (Unomásuno). Una novela-ensayo que, como nos cuenta el también antropólogo del CSIC, relata las aventuras de un sacerdote misionero en los años 60 y 70 que acaba pareciéndose a una «caja de resonancia» de las corrientes sociales más importantes de la época, entre ellas la Teología de la Liberación. Una utopía esta, afirma Mandianes, que no ha perdido nada de su frescura cincuenta años después de que Gustavo Gutiérrez la plasmara por primera vez.

Hoy nos acompaña Manuel Mandianes. Bienvenido.

Gracias.

Orensano de pro, antropólogo y muchas cosas en tu vida.

Muchas cosas, pero seguro que ninguna excelente, ni siquiera buena.

Nos relatas algo de ella en «En blanco», esta pequeña novela que tengo en mis manos. ¿Qué es?

«En blanco» es una novela-ensayo. Ensayo sobre la violencia, la Teología de la liberación y, fundamentalmente, sobre la identidad de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Es una novela, no es autobiográfica. Le presto al protagonista el escenario por donde anduve, pero está compuesto de muchas vidas: a veces un poco de la mía, y aquellos que me conocen se darán cuenta de lo que soy yo y de lo que no soy. Pero también está compuesta de muchas lecturas, muchas observaciones y principalmente de gente que yo he observado estando en Colombia, luego en la universidad en Francia y de mis viajes por el mundo.

Este protagonista es como una esponja o como una caja de resonancia de todo lo que pasaba en la sociedad de la época. Por lo tanto se podría definir como Fausto al revés. Es decir, un misionero que parte con toda la ilusión del mundo a la misión, a Colombia concretamente, después de ser expulsado de algún sitio por gamberro.

Mandianes, en los estudios de RD


¿Por místico gamberro, o solo por gamberro?

Yo creo que solo por gamberro, aunque tal vez tenga un poco de místico. Es como una esponja, repito, como una caja de resonancia de todo lo que pasa en los momentos que le toca vivir y, por lo tanto, es un crisis fundamental: crisis política, religiosa, intelectual… Al ser él misionero, la crisis que más se refleja es la crisis religiosa. Pero que toca a todos los sectores de la sociedad.

¿Es un «Manuel Bueno, mártir» de la Teología de la liberación?

Sin duda. Pero es más realista que «San Manuel Bueno, mártir» de nuestro amigo Miguel de Unamuno que, por supuesto lo leí. Y a Pío Baroja en «El cura de Mondragón», también el «Diario de un cura rural» de Bernanos, santa Teresa de Jesús y otros muchos. No los leí a propósito del libro, los había leído hacía mucho tiempo.

Claro… Bueno, digo claro pero no lo es tanto ahora, que no es lo normal.

No leí ningún libro de estos para escribir libros; los había leído todos casi siendo un niño. Seguramente, uno de los libros de este tipo que más me influyeron fue «Cristo de nuevo crucificado», de Kazantzakis. Una novela fantástica. Y luego «Hora 25» de Georges Virgil. Después Vintila Horia escribió «Hora 24» para decir que todavía era hora de hacer un poco de misión. Lo que ocurre es que la de Georges Virgil, «Hora 25», la supera infinitamente desde un punto de vista literario.

¿Que sueña este sacerdote misionero y qué realidad acaba dibujando?

Este misionero parte con la ilusión de una educación un tanto idealista, como era en la época la educación del seminario: con el hambre de conquistar y comerse el mundo. Es realmente Fausto en la medida en que va contactando con el mundo y se deja contagiar por él, pero sin mundanizarse. Porque una cosa es ser mundano en el sentido diplomático y pastoral y otra cosa es ser del mundo. Son cosas completamente diferentes.

A medida que va avanzando en la vida va reflexionando todo lo que ve, -porque una cosa es vivir y otra reflexionar sobre lo que se vive-, todo lo que encuentra, todo lo que oye y todo lo que sueña. Y se da cuenta de todos sus sueños anteriores tienen muy pocos visos de reales y de posibilidad de llevar a la práctica. Esto le va reconvirtiendo hasta solucionar la crisis confrontándola con la realidad. Añadiendo que en su realidad pastoral cotidiana se enfrenta con que está, por un lado, entre el ejército colombiano -un campamento que tenían para combatir la guerrilla- y la misión. Y por otro entre la guerrilla y la misión, que prácticamente es toda, en la selva colombiana. El ejército desconfía de él, de si está ayudando a la guerrilla, de que tiene amistades en ella. Y la guerrilla tiene la esperanza de que el padre no se oponga jamás a la guerrilla, porque está de alguna manera influenciado por la Teología de la liberación.

Los ideales se comparten, pero la metodología para llevarlos a cabo, no: el uso de la violencia.

Uno de los ejes de la novela es, precisamente, el amor evangélico y la violencia; en qué medida eso se puede compaginar.

 

Esa situación se ha vivido mucho alrededor de la Teología de la liberación en los movimientos revolucionarios de Latinoamérica, e incluso de otra manera en el caso de ETA; hubo un tiempo que había grupos desde el evangelio que justificaban la violencia como mal menor integrado en el proceso de liberación.

Ese tema lleva al protagonista a reflexionar muchísimo sobre esa realidad. Él conoció al padre Manuel Pérez y a Domingo Laín, pero no conoció a Camilo Torres personalmente. Pero devoró sus obras y entre líneas, en todo lo que escribieron, hicieron y dijeron estos tres sacerdotes, se adivina el conflicto entre el amor cristiano y la violencia física.

Torres optó por formar parte de la guerrilla.

Y Manuel Pérez y Domingo Laín también. Domingo Laín salió de Colombia al poco tiempo de yo llegar. Luego regresó, pero ya lo hizo por México para entrar en la guerrilla, que estaba en la misión donde él trabajaba. Y que combatía en mis territorios. Bueno, en el territorio del protagonista.

Debió haber, reales o ficcionados, encuentros de: «qué pasa, ¿me vas a disparar?»

Manuel Pérez siguió los pasos de Domingo Laín. Pero a Camilo Torres y a Domingo Laín los mataron al poco tiempo de entrar en la guerrilla. A Manuel Pérez no; fue comandante de la guerrilla durante mucho tiempo y se murió de hepatitis años después de estar yo en España. De tal manera que, mucho después de yo volver a España, alguna revista colombiana o algún medio de comunicación difundió que el padre Manuel Pérez era yo. Que había cambiado nombre o que me había disfrazado.

¿Y no es verdad? (ríe)

Qué va, yo estaba estudiando en La Sorbona.

¿Seguro que no es cierto?

(Ríen ambos)

No dejemos confusión.

De acuerdo.

¿Qué hay de esa utopía, de esa lucha por el cambio, de esa revolución que está vinculada a la Teología de la liberación en el mundo y en América Latina?

Pues muchísima. Digamos que en América Latina la Teología de la liberación y la influencia de la teología en estos movimientos es fundamental. Yo suelo hacer una comparación que aparentemente no tiene nada que ver: la Teología de la liberación en Latinoamérica influyó en los movimientos culturales revolucionarios tanto como la cultura hippie en Europa, sin duda.

 

Además fue un movimiento diferenciado pero muy global, porque en la misma época, incluso eclesiásticamente, se da el Concilio. Hay determinados movimientos que coinciden en el tiempo. Es como si el mundo hiciera «crac».

Ocurrió un cambio importante en la Teología de la liberación también: cuando Gustavo Gutiérrez escribió la «Teología de la liberación» se tomó muy al pie de la letra, y mucha gente, sin profundizar en Gustavo Gutiérrez, que es profundamente tomista, cogió lo que pudiera tener de marxismo, que tiene mucho. Entonces, muchos movimientos influenciados por la Teología de la liberación de alguna manera, dieron un salto a la lucha violenta.

Pero pasado el tiempo y analizando a fondo lo que es la Teología de la liberación, lo que esta tomó del marxismo fue el análisis de la realidad, lo cual es fundamental. Yo lo he utilizado un montón de veces. Y en sociología, negarlo sería negar la evidencia, además. Por lo tanto, la Teología de la liberación, desde un cierto tiempo, tomó del marxismo el análisis sociológico de la realidad, como es la lucha de clases, las diferencias sociales, etc., pero sin aceptar otros presupuestos marxistas para solucionar este problema. Porque además, la experiencia en Latinoamérica sobre todo, tanto en Cuba como en Colombia, y lo estamos viendo ahora en Nicaragua, es que la violencia sin información y sin cultura no soluciona el problema, porque aquellos movimientos que por la violencia han alcanzado el poder, de hecho no han sacado a los países del hambre.

¿Y qué sucede con esos movimientos -tú has hablado de Cuba y de Nicaragua- donde los propios revolucionarios que alcanzan el poder acaban convirtiéndose en aquellos dictadores que ellos mismos quisieron derrocar?

Es que el poder corrompe, y si no admites una sucesión y una renovación del mismo poder, acaba corrompiendo. Aun suponiendo -que es mucho suponer- que los líderes sea una expresión de la pureza política, no pueden controlar un gobierno.

Además, un liderazgo personal no casa tampoco con la idea marxista, que es una idea de colectividad.

Eso es lo segundo. Lo primero es que no puede controlar a todos los que están a su alrededor o que van a participar del poder. Y lo segundo es que una revolución, una renovación del poder y de los estados sociales lleva consigo renovar los líderes: un líder que fomente la devoción a la persona, la reverencia, no es un líder revolucionario.

Desde luego, una revolución sistematizada quita el significado a la propia revolución.

Y lo malo es que de todos los revolucionarios que han llegado al poder, ninguno de ellos lo ha cedido así, por las buenas, pasado un cierto periodo de tiempo. Ninguno.

Probablemente el Che, que no llegó a detentar un poder efectivo.

Y es una de las razones por las cuales el Che sigue siendo el único revolucionario mito o líder, porque no sabemos. Es un futurible decir que el Che hubiera sido un líder carismático y que no se hubiera agarrado al poder porque ni se dio, ni se da, ni se dará.

Por lo tanto, partiendo de todas estas experiencias, -creo que lo digo alguna vez en la novela- mirando todos estos movimientos revolucionarios, la historia es el cementerio de lo que pudo haber sido, no fue, no es, y no será nuca. Porque los ideales absolutos sin tener en cuenta ni la realidad de la partimos, ni los hombres que quieren conquistar ese ideal, llevan siempre al absolutismo y a la tragedia.

 

Y entonces qué hacemos, porque no se puede vivir sin utopías.

Hay que soñar con los ojos abiertos y los pies en la tierra. Debemos tener siempre una meta, un ideal, sabiendo que ese ideal será siempre inconquistable.

Un horizonte.

Sí, lo es, porque aquel que convierte su ideal como el método-ilusión única en su vida y que hará cualquier cosa por conquistarlo, estate seguro que llegará a justificar la muerte para hacerlo. Y ahí está el problema. Es un ideal que nosotros siempre vamos haciendo recular a la conquista de él, pero sabiendo que somos humanos y que aquellos que se pueden unir a nosotros para hacerlo, también son humanos. Y por otra parte, aquellos que se oponen a nuestro ideal también pueden tener el suyo, y que no tenga nada que ver con el nuestro. Por lo tanto, puede llegar un momento de enfrentamiento entre estos dos ideales y es muy peligroso; ahí entra en escena el diálogo.

Lo que pasa es que ese es uno de los ideales supuestamente de la Revolución Francesa, por ejemplo, de: «defenderé hasta la muerte el derecho que tienes tú de decir lo contrario a lo que yo digo». Pero jamás aprendemos. No sabemos tolerar al contrario.

Y además, sin meternos a analizar a fondo los ideólogos de la Revolución Francesa, Danton y otros mataron por defender la libertad del otro. Evidentemente, aquí los revolucionarios, los guerrilleros colombianos y otros, dicen que es una utopía querer cambiar el poder sin un acción violenta. Lo dicen como el dicho popular: que el que tiene la sartén por el mango no la va ceder fácilmente. Cuando hablan de la sartén se refieren a la economía, el poder, etc. Eso ocurrió hace tiempo y en muchos lugares sigue ocurriendo. Hoy en buena parte de los países del mundo hay una democracia, por lo tanto, se puede conquistar el poder de una manera pacífica.

Por ejemplo aquí, en España, tenemos recientísimos ejemplos de que partidos auténticamente revolucionarios tienen cuotas de poder sin haber utilizado armas, ni haber cometido ningún acto de violencia.

Y paradójicamente, otros que sí que han sido siempre partidos de poder, están viviendo en España una fricción real.

Exactamente. Lo malo es cuando el ideal se convierte en un absoluto. Ahí vienen los fanatismos. Pero ¿qué es un fanatismo? El fanatismo es aquel que toma su ideal por la verdad absoluta y el de otros por una estupidez. Y no puede permitir que una estupidez llegue jamás al poder, sino que tiene que gobernarse para conseguir implantar un ideal sin saber que los ideales humanos son absolutamente relativos, y no solo en el sentido filosófico, sino sociológicamente, y muy parciales.

Hay millones de ideales en el mundo y no podemos someter a nadie al riesgo de la muerte por conquistar nuestro ideal. Y en todo caso, yo puedo dar la vida por mi ideal, pero no quitar la vida a nadie.

En ese sentido el ejemplo de la revolución de Jesús sí que es perfecto.

Los mártires en comparación, por ejemplo, con los revolucionarios del Islam: los Islam matan y también mueren. Pero mueren matando. Jamás un mártir cristiano va a morir matando, sino que muere por su ideal. Y antes de matar al enemigo en defensa propia, se deja matar.

Manuel Mandianes, con el Padre Ángel


Para terminar ¿crees que la Teología de la liberación ha conseguido hoy dejar atrás esos bártulos de violencia y excesiva politización y se ha integrado ya dentro del funcionamiento «normal» de la Iglesia, de la construcción en este paradigma de pontificado que estamos viviendo?

Sí, pero no del todo. Porque además tiene un rasgo fundamental, que es la política. Y no se puede hacer teología sin hacer política. Otra cosa es que el teólogo sea un político de profesión, eso es diferente. Pero el cristiano, que debe tener una mente teológica o una formación teológica, tiene que tomar un compromiso político, y el compromiso político del cristiano ha de seguir unas pautas teológicas. Y la teología al uso hoy que tiene una dimensión más política es, sin duda, la Teología de la liberación.

En Latinoamérica todavía quedan prebostes y prelados que, siguiendo las pautas de san Juan Pablo II, condenan la Teología de la liberación. Pero la mayoría de los teólogos y de los movimientos cristianos de la Teología de la liberación saben perfectamente y reflexionan mucho sobre ello. Lo cual no quiere decir que alguien hablando, por falta de fineza intelectual o de análisis, en un momento, sobre todo de calentamiento, podrá defender la violencia. Pero normalmente, y los grandes teólogos de la liberación lo saben perfectamente, la violencia expresa no se puede defender para promocionar el Evangelio ni para difundirlo.

En Europa todavía quedan en la Iglesia muchísimas capas, reductos de la iglesia que miran con un recelo extraordinario la Teología de la liberación. No hace falta más que leer Religión Digital para darse cuenta de esos movimientos. Y dentro de estos movimientos, y promovidos por algunos teólogos, hay hasta cardenales de la Iglesia y obispos. Esto me parece un error, porque conservan de la Teología de la liberación aquellos movimientos que fueron al extremo, pero no la conocen a fondo.

La denuncia del extremo desde el extremo. Además, acaban alimentándose unos a otros en la Iglesia y en todos los ámbitos.

Exacto.

«En blanco» de Manuel Mandianes. Editado por Unomásuno, una lectura para el verano. Ya te contaré cuando lo concluya.

Pues sí, me encantaría. De momento se está vendiendo por internet, tanto en Amazon como en Iberlibro, y en algunas librerías. Pero a partir de septiembre se difundirá mucho más, porque serán las presentaciones tanto en Madrid como en Barcelona y otras ciudades. Hasta ahora la promoción se ha hecho prácticamente solo en Galicia.

Daremos cuenta de ello. De momento, les dejamos aquí la dirección web, por si quieren comprarlo ya.

Manuel, un placer, muchas gracias.

Muchas gracias a vosotros, un honor y un placer también.

Y ustedes, lectores, no se pierdan el libro.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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