¿Tienen los curas derecho al mes de descanso?

Vocaciones y… ¿vacaciones?

"Los sacerdotes de los pueblos no saben qué es eso de 'vacar'"

Vocaciones y... ¿vacaciones?
¿Los curas toman vacaciones?

Una cosa es lo que mandan los "reglamentos", y otra bastante distinta lo que acontece en la realidad

(Antonio Aradillas).- Una cosa es «vocación» y otra es «vacación», aunque los dos términos substantivos puedan ser, y académicamente se califiquen, con los adjetivos «sacerdotales». De la definición de «vocación que se dice que es la inspiración personal con la que Dios llama a una persona para que tome un estado, especialmente religioso», a la «vacación o periodo de tiempo en el que una persona interrumpe su actividad habitual, generalmente el trabajo, o los estudios», hay algo más -bastante más- que el cambio de la «a» por la «o» de la primera de sus sílabas.

Tanto por lo de la «a», como por lo de la «o», la alteración-modificación de las letras vocales, entre otras cosas, y en el mes en el que pastoralmente nos encontramos, es probable que se justifiquen reflexiones como las siguientes, siempre desde perspectivas netamente pastorales o religiosas:

Vocaciones-vocaciones, sacerdotales en este caso, hay pocas. Muy pocas. Escasas. Escasísimas. Como para que quienes tengan alguna responsabilidad en este «negociado» eclesiástico, y en su solución, se hayan echado ya a recorrer con sus más denodadas, encorajinadas e intrépidas fuerzas, tramos desesperanzados del camino, todo ello «en el nombre de Dios» y con los medios y técnicas también pedagógicas a su alcance.

«Nos quedamos sin curas». Su número decrece, lógicamente en proporciones idénticas a las que crecen el número de parroquias o actividades pastorales atendidas hasta ahora. Procesiones, misas, por muy «patronales» o solemnes» que fueran, sermones, triduos, novenas y quinarios, bendiciones de campos y hasta toques de campanas, dejan de escucharse por esos pueblos de Dios, neutralizadas además con los ruidos y estrépitos puramente deportivos y espectaculares, votados y subvencionados por los respectivos alcaldes y ediles de los diversos paridos políticos que configuran la realidad de la Corporación Municipal.

Descender a exponer casos concretos de los que tenemos exactas referencias, equivaldría a hacer más profundas las heridas de tantas y tan sanas tradiciones populares que hicieron pueblos a los pueblos y vecinos de ellos a sus propios vecinos. Es reciente la noticia con la encabezaban sus informaciones los medios de comunicación gallegos: «Menos de doscientos curas ‘se reparten’ 735 parroquias», con el subtítulo de que «la edad media de los sacerdotes ourensanos es de 67 años», actualizada la noticia en una reunión celebrada en el Seminario Mayor a propósito de la fiesta de san Juan de Ávila, presente el obispo de la diócesis gallega, don Leonardo Lemos Montanet.

 

Y, mientras tanto, la jerarquía religiosa, en su variedad de versiones, títulos y paramentos sagrados, apenas si tuvieron ya la «ocurrencia» de dejar sus palacios y dedicarse a suplir la ausencia de los sacerdotes, presidiendo ellos -los obispos- los actos de religiosidad popular, o promocionando a hombres y a mujeres para «hacer las veces de curas», con todas – o casi todas- sus consecuencias religiosas. La secularización de las fiestas, aún las patronales, es riesgo contabilizado ya como hecho preocupante en muchas parroquias.

¿Pero es que hay alguna solución a la vista? ¿Basta y sobra con las falsas ilusiones de algunos de que, por fin, parece darse ya la impresión de que en algún que otro noviciado o seminario perseveren los inicialmente «vocacionados»? ¿Qué es lo que «predican» de verdad las estadísticas, así como lo que reflejan los programas de las fiestas populares, «mattinés», concursos de bailes regionales o de los otros, con las referencias propias de otros tantos catálogos de espectáculos taurinos, exposiciones de productos de artesanía, dulces y postres con sobrenombres de santos y santas y del ciclo litúrgico, con alguna que otra procesión o romería?

Y como es de suponer, y explicablemente ocioso, mientras tanto, los sacerdotes, ya jubilados, o en activo, nada de nada. Los sacerdotes de los pueblos no saben qué es eso de «vacar». Siempre, y de por vida, estuvieron, están y estarán en activo, y además con valoraciones «profesionales» extremadamente parcas, con las correspondencias legales cuando llegan a integrarse en las «clases pasivas». El capítulo, el tiempo y la situación de los sacerdotes jubilados reclaman atención aparte, seria y urgente.

En el mismo sentido y preocupación, es -será- preciso referirse a la situación en la que quedan los señores obispos jubilados. Pasar de la ostentación, liturgia y ponderación «religiosas», tanto social, como familiar y cívicamente , de poseedores omnímodos de recintos palaciegos, a ser un número más de una residencia sacerdotal, o miembro adjunto de una familia formada por sobrinos o resobrinos, casados o «en pareja», es, -será- extremadamente enojoso para la mayoría de los obispos. Educarse para ser un día obispo- arzobispo «emérito» o jubilado, es tarea muy ardua. Seguramente que si hubieran sido educados así, hubieran actuado de otra manera. En otras profesiones acontece alguno parecido, pero no en cargos y oficios que, inicialmente al menos, y además «en el nombre de Dios», tuvieron carácter y semblante de vitalicios.

Aristóteles, que ni era ni es, un Santo Padre, filosofa también en esto, evangelizando, como estilo de vida, la «frónesis» -prudencia-, «que hace imprescindible una manera de actuar que incluya poseer buen juicio, temple y confianza en sí mismo, para elegir lo que resulte más conveniente para activar o mantener la felicidad».

Pero, aquí y ahora, y al margen y al margen de la «frónesis» aristotélica ¿tienen o no vacaciones los sacerdotes que todavía quedan? ¿Qué dicen los «Reglamentos»? Pero una cosa es lo que mandan estos «Reglamentos» -Código de Derecho Canónico y el decreto conciliar del Vaticano II » Praesbiterorum Órdinis»-, y otra bastante distinta lo que acontece en la realidad. Ellos reclaman que «los obispos, sacerdotes, diáconos y clérigos en general, por igual», puedan disponer del «debido y suficiente tiempo» -alrededor de un mes- , en calidad de vacaciones y en consonancia con lo permitido e impuesto en otras profesiones. La coletilla de que «siempre y cuando queden atendidas las necesidades religiosas», inutiliza radicalmente cualquier programa vacacional al que se tenga derecho por razones humanas y divinas…

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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