¿Es que los Mandamientos tienen horas de luz y horas de oscuridad, días de cumplimiento y días de "por ahí me las den todas", décadas de observancia y décadas de cantar "ancha es Castilla"?
(Nicolás Pons Llinás, sj.) Ante la explosión y expansión que han tenido en el mundo las denuncias de pederastia entre el clero católico, se ha disparado entre fervorosos católicos la advertencia de que entre tanta denuncia pueden escabullirse notificaciones camufladas e invisibles, que merecen ser analizadas con atención y discernimiento.
Serían éstas:
1ª – La víctima podría ir en pos de una remuneración económica que puede ser incluso exorbitante e injusta para el depredador.
COMENTARIO- Hay tesoros, obras de arte, monumentos históricos a los que no se les puede poner precio. En la vida también hay hechos que no podemos agradecer como merecen: salvar la vida a una persona, por ejemplo. Al revés también existen acciones que son tan crueles, que merecen un castigo tan imponente que no se puede sopesar y así en el juicio contra esa persona se le da una pena de entregar unas monedas, que siempre resultan una cifra simbólica, enfrente de la maldad realizada a tientas y repetidamente.
El peligro está en que el depredador, encima que ha depredado una inocente criatura, y ha sido con ella la gran MENTIRA, deprede también, y además, a su obispo, apelando que él es pobre y no puede asumir el castigo pecuniario que se le impone. El obispado se convierte entonces en el padre bondadoso que le cubrirá el castigo monetario.
Probablemente, otra gran MENTIRA del depredador. Y tal vez con esta ocasión algún presbítero viejo, que ha sido toda la vida un saco de bondad, pensará que nunca en su larga vida ha merecido un premio como el que ha recibido el joven expresbítero depredador-
2ª- Se dice que algunos medios de comunicación social, aprovechando esa crisis que sufre la Iglesia con los abusos de pederastia de muchos clérigos, han encontrado una fácil veta de noticias para llevar las aguas a su molino y expandir así noticias abultadas y arremeter con la Iglesia y sus ministros.
COMENTARIO – Los medios en una democracia intentan cumplir con una línea respetuosa, veraz, seria y objetiva. Si se desmarcan, fácilmente se descubre el pasteleo y son abandonados a su suerte. Nadie puede dudar que las arremetidas, que emprendieron nuestros medios, al final han dado con la verdad de hechos abominables y de las personas que los cometieron. Eso costó tiempo y superar muchos obstáculos. Y es un hecho evidente que sin los medios poca cosa o nada se hubiera alcanzado.
La Iglesia oficial y los creyentes de a pie deberían haber apreciado –y agradecido-la inmensa labor y horas y días empleados por los medios en la búsqueda y esclarecimiento de hechos que al principio no son fácilmente asequibles, pues a menudo hay que entrar en rutas desconocidas y tal vez en extrañas y lejanas madrigueras.
Basta recordar lo que costó convencer al Papa Francisco sobre la verdad de los abusos acaecidos en la Iglesia de Chile. Por eso el Papa se mantiene firme en la Tolerancia Cero y ya esta página de la historia de la Iglesia actual nadie la puede ni podrá borrar ni desfigurarla. Los hechos están ahí y la verdad se ha impuesto.
Da pena, sin embargo, que no pocos medios de la Iglesia, o cercanos a ella – asociaciones, editoriales, librerías, colegios, parroquias, etc– a la hora de mostrar su temple y su adhesión al Papa, se hayan manifestado tan débiles y tan mudos y no han puesto de manifiesto el valor y profesión de que han sido ejemplo otros grupos, que hemos tildado como adversos
3ª- La pederastia hoy día es rechazada por todos, sean creyentes o no. Pero hace cincuenta u ochenta años, la Iglesia sólo tenía en mente el escándalo que se produciría entre su feligresía y no menos entre los incrédulos si se daba este hecho en clérigos o religiosos. Y por eso todos encubrieron y todos se cubrieron
COMENARIO -El miedo al escándalo fue siempre un puntal que sostuvo y entretuvo a la Iglesia en el caminar diario con su feligresía. El «qué dirán?» fue siempre un parapeto que paró ideas, sugerencias y planes en el transcurso de la historia de la Iglesia. Y se ha creído que quitar un escándalo constituía no perder un cristiano, sin pensar que un escándalo no mata espiritualmente a nadie si uno tiene la fe y la fortaleza que se exige de un cristiano auténtico.
Así las cosas, apuntemos que existen escándalos positivos, que nos exigen, nos reprenden. La vida de Jesús, fue, es y será escándalo. «Cristo crucificado es escándalo para los judíos y locura para los paganos» -escribe San Pablo (1 Cor.1.23) Y Lucas lo confirma con estas palabras :»Este niño está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción» (2. 34). Incluso, un día los apóstoles, «escandalizados» ante lo que el Maestro les pide, le abandonan. (Jn. 6,66).
El escándalo, sin embargo, puede ser una maldad, un daño inmenso que puede herir de muerte nuestra alma, como cuando se maltrata a un menor y se abusa de él. Jesús se muestra contundente: «Ay del que escandalizare a uno de estos pequeñuelos, que creen en mí; más le valiera que se le atase al cuello una muela Incluso de molino y se le arrojase en las profundidades del mar » (Mat. 18, 6)
Otra clase de escándalo sería el que sufren almas débiles que pueden escandalizarse de hechos o palabras que no son más que debilidades del quehacer diario, empapado siempre de vocablos o salidas de tono, sin intención de ofender. De éstas hay que «guardarse» también nos aconseja Pablo. Son para olvidar y no darles importancia. (1 Cor, 8, 9), Por eso concluye Jeremías: «los que resisten el escándalo son dignos de elogio, pues guardan la fidelidad a la Alianza» (Jer. 35)
4 ª- Hace cincuenta, ochenta años, esos abusos de pederastia se callaban y encubrían. Y se hacía creer así que no existían. Esta actitud ha sido fatal para la Iglesia.
COMENTARIO – El pecado marcó los orígenes de la historia de la humanidad. «Vuestras iniquidades han zanjado un abismo entre vosotros y Dios» (Is. 59, 1s). Y el pecado ha acompañado al hombre desde siempre. Y la Iglesia no se ha podido librar de ese rasgo, de ese enigma. Por eso, San Agustín la llama «casta meretrix». Y no pocos santos se confiesan claramente pecadores, como de él mismo dice Pablo. Por eso el que quiere contemplar una Iglesia santa en esta inmunda tierra se equivoca. Pero, en medio de nosotros emerge un Cristo Redentor, que ha venido precisamente a eso: a redimirnos del pecado. «La luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (Jn. 3, 19).
Defender ahora que antes había otra mentalidad, otros ministros de la Iglesia, otros Papas, me parece a mí una utopía, una sinrazón, un burlarse de la Iglesia. ¿Es que los Mandamientos tienen horas de luz y horas de oscuridad, días de cumplimiento y días de «por ahí me las den todas», décadas de observancia y décadas de cantar «ancha es Castilla»?
En una palabra, en estos momentos de desánimo y desconcierto, cabe alzar los ojos al cielo y escuchar al evangelista Mateo que nos recuerda lo que manifestó Jesús cuando inició su vida pública: «Arrepentíos, porque se acerca el Reino de Dios»