Jairo del Agua

¿Quieres hacer oración? ¡Vamos! (I)

"Tal vez nada tan parecido a la oración como la respiración"

¿Quieres hacer oración? ¡Vamos! (I)
Jairo del Agua

No conviene luchar con las "mariposas", ni con los "elefantes voladores". Suelen desaparecer al no prestarles atención, bajar a lo hondo y olvidar el reloj, algo un poquito difícil cuando no se ha adquirido el hábito de orar

(Jairo del Agua).- «El que da todo lo que tiene no tiene obligación de dar más», reza un refrán. Así que voy a desnudarme y decirte lo que yo hago o hacía (con constancia todo es más fácil) para sumergirme en oración.

Aunque es tan difícil congelar una foto de la oración como retratar la respiración. Espero que, al menos, tengas alguna referencia para zambullirte en esa sagrada piscina interior.

Tal vez nada tan parecido a la oración como la respiración. Quizás por eso muchos empiezan por ahí, por hacerse conscientes a su respiración, aunque yo nunca he necesitado ese paso.

La vida siempre es nueva y distinta, la oración también. Precisamente porque es, ante todo, vida, vida interior, vida profunda, vida abierta al Infinito.

Para empezar busco la SOLEDAD que es como el marco de la oración. En ocasiones, la soledad se encuentra entre mucha gente: en el Metro, en el autobús, en el tren, en un concierto, en una sala de espera, en cualquier sitio que me permita la INACTIVIDAD del cuerpo y centrarme en mi templo interior.

Para seguir busco el SILENCIO que es como la atmósfera en la que flota la oración. Silencio interior sobre todo, posible a veces con murmullo externo sin estridencias. También ayuda una música adecuada que suscite sensaciones interiores.

Procuro una postura del CUERPO cómoda y relajada, para que no me moleste y no me llame (¡déjame ser ángel un ratito!). Normalmente sentado y puede que él solito se vaya inclinando profundamente. A veces, tendido en el lecho, sofá o suelo, si no hay peligro de dormición. Es hora de olvidar el cuerpo. Tal vez aparezca después para expresar o dar volumen a las sensaciones profundas. Comprendo muy bien a los que hablan, por ejemplo, de «danza orante» o de «postración total».

Continúo con el RECOGIMIENTO interior, volverse hacia dentro y dejarse impregnar por el agua del fondo. Eso supone ACALLAR los ruidos interiores. Pueden ser pensamientos, imaginaciones, recuerdos, urgencias… Son las «mariposas» que siempre nos asedian a nivel cerebral (lista de la compra, urgencias pendientes, tareas de la agenda, preocupación por tal o cual persona, el reloj que te aprieta, etc.). O, como me decía una señora piadosa, los «elefantes voladores» que te impiden entrar en la CALMA del espíritu, en la profundidad de tu ser.

No conviene luchar con las «mariposas», ni con los «elefantes voladores». Suelen desaparecer al no prestarles atención, bajar a lo hondo y olvidar el reloj, algo un poquito difícil cuando no se ha adquirido el hábito de orar.

Para leer el artículo completo, pinche aquí.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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