El teólogo reflexiona sobre "la insistencia" de la CEE por blindar la clase de Religión en la escuela

José M. Castillo: «¿Un obispo, desde su palacio, su trono y sus ornamentos, puede contagiarle a alguien la fe?»

"Es un milagro que los niños se hagan creyentes cuando en la familia no se viven las creencias"

José M. Castillo: "¿Un obispo, desde su palacio, su trono y sus ornamentos, puede contagiarle a alguien la fe?"
Los obispos escuchan a Blázquez CEE

Yo me pregunto si el empeño de obispos, clérigos y familias por sacar adelante la clase de religión en la escuela, es o no es un "tranquilizante" de malas conciencias, que se sienten mejor si saben que en el "cole" educan a los niños "como Dios manda"

(José María Castillo).- La insistencia de nuestros obispos para conseguir del poder político que la clase de religión se introduzca en los planes de educación, como una asignatura más, es decir que sea una asignatura obligatoria y evaluable como lo son las matemáticas o la historia, pongo por caso, me lleva inevitablemente a pensar varias cosas que considero importantes.

Ante todo, ¿qué religión quieren los obispos que se enseñe obligatoriamente a los niños y a los estudiantes? ¿La religión católica y nada más? ¿Y por qué no las demás religiones también y de tal forma que cada estudiante pueda elegir la religión que prefiera? Es de suponer que, si se considera que el estudio del «hecho religioso» es importante en la educación pública, eso se haga de manera que cada estudiante se sienta libre para elegir y practicar la religión que prefiera. De la vigente Constitución Española, concretamente de su Art.16, no se puede deducir otra cosa.

Por supuesto, el «hecho religioso» es importante en la vida de los individuos y de la sociedad. Pero nunca deberíamos olvidar que el «hecho religioso» es un «fenómeno cultural». Esto supuesto, quienes confeccionan los Planes de Estudio deberían tener presente que lo que a ellos les corresponde es transmitir «cultura», no imponer «creencias». Teniendo en cuenta que las creencias son importantes en la vida de todo ser humano. Pero el ámbito de las creencias corresponde a la familia y a la institución religiosa a la que cada cual pertenece. Los maestros y profesores son educadores, no predicadores de una determinada confesión religiosa. Una cosa es el «saber» y otra cosa es el «creer».

 

 

 

 

No es mi proyecto, aquí y ahora, ponerme a explicar lo propio y específico de los «conocimientos» y lo que pertenece a las «creencias». Sin duda alguna es importante en la vida tener esto claro. Pero si nos metemos a fondo en ese asunto, nos exigiría un tiempo y un espacio, que exceden con mucho lo que este artículo da de sí. Habrá otro momento para explicar eso.

En todo caso, lo que sí me parece importante dejar claro es que me da la impresión (y supongo que hay otras personas que coinciden conmigo en este asunto) de que puede haber obispos que se quedan más tranquilos si saben que en las escuelas se les está enseñando a los niños la asignatura de religión. Con lo cual – en el mejor de los casos – lo que se consigue es que los niños «aprendan» unos «conocimientos», de los que está muy bien estudiado y demostrado, que casi todos los adolescentes se desentienden y desinteresan por completo.

He dicho que los niños, en la clase de religión y en el mejor de los casos, «aprenden» unos «conocimientos» de religión. No digo que – por regla general – «integren en su vida» unas «creencias» religiosas. Esto es mucho más infrecuente. Y, desde luego, es un milagro que los niños se hagan «creyentes» cuando, en la familia en que crecen, no viven ellos las creencias de una determinada religión, la que sea.

Conclusión: yo me pregunto si el empeño de obispos, clérigos y familias por sacar adelante la clase de religión en la escuela, es o no es un «tranquilizante» de malas conciencias, que se sienten mejor si saben que en el «cole» les educan a los niños «como Dios manda».

Pues NO, ¡amigos míos! Lo que «Dios manda» es que vivamos (hablo de los cristianos) la fe en Jesús y su Evangelio tan seriamente y con tanta coherencia, que esa fe nuestra se contagie a quienes viven con nosotros o cerca de nosotros. Por eso, no me puedo callar lo que tantas veces he pensado: ¿es que un obispo, desde su palacio, su trono y sus ornamentos, puede contagiarle a alguien la fe en la forma de vida y las enseñanzas de aquel «niño», que nació en el pesebre de un establo y murió colgado de un palo como un delincuente?

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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