Resulta incomprensible que se plantee la presencia de esta asignatura como uno de los graves problemas que tiene el actual sistema educativo y que es urgente solucionar eliminando cualquier vestigio de curricularidad
(Antonio Salas en Aldebarán).- Resulta cuando menos curioso que a la única asignatura que los poderes públicos, según nuestra Constitución, tienen que garantizar por ser un derecho fundamental de los padres, se la desee hacer desaparecer curricularmente. Resulta chocante que a la única asignatura que obtiene el refrendo de millones de padres y madres cada año se la cuestione en cada reforma educativa.
Resulta paradójico que, cuando se había llegado a una cierta paz escolar, se desee quebrantar esa paz y generar de nuevo un conflicto donde no lo había. Resulta incomprensible que se plantee la presencia de esta asignatura como uno de los graves problemas que tiene el actual sistema educativo y que es urgente solucionar eliminando cualquier vestigio de curricularidad.
Resulta fuera de toda preocupación educativa que se desee marginar a una asignatura que tiene como objetivos el que los alumnos y alumnas se sitúen con lucidez ante la tradición cultural, se integren de forma crítica en la sociedad y encuentren respuestas de sentido a sus interrogantes básicos.
Resulta inquietante que lejos de tener como máxima la formación integral de los niños y jóvenes, los gobernantes quieran privar, a quienes mayoritariamente la desean y solicitan cada año, de una asignatura muy valorada pues les ayuda para su vida: abriéndoles los ojos a la realidad; ayudándoles a mirar a 360°, enseñándoles a
relacionarse mejor; animándoles a vivir con esperanza ; ofreciéndoles un horizonte
en el que está Dios.
Es evidente que esta asignatura que los poderes públicos tienen que garantizar es
la Religión. Su existencia es un derecho fundamental, no una concesión generosa.
Quien plantea expulsar la Religión solo manifiesta lo contrario de la oración de san
Francisco: que donde haya unión, ponga yo discordia; que donde haya esperanza,
ponga yo desesperación, que donde haya luz, ponga yo tiniebla.
Deseamos que, a pesar de todo, siga siendo la educación de nuestros alumnos y
alumnas nuestra verdadera pasión. Desde esa pasión, apasionemos.