Rafael Vez ha sabido ser "la Voz del Bautista" en este "desierto" en el que dos o tres han convertido la Diócesis de Cádiz y Ceuta
«…Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores…» Acordándome de las palabras del salmo, quisiera desde estas líneas mostrar públicamente todo mi apoyo y agradecimiento al Padre Rafael Vez Palomino por su valentía y su inestimable ayuda en la proclamación de la Verdad.
Me llamo Alejandro Rodríguez, y hasta el año 2012 fui el liturgo de la Pastoral Juvenil y Vocacional Diocesana, además de encargado de la Pastoral Juvenil de San José Artesano en el período 2004 -2017, adjunto a la Sacristía de San José Artesano del 2014 al 2017 y actual director del Coro «En Clave de Dios», antiguo «Coro Juvenil San José Artesano».
Poco tengo que añadir a lo que ya han comentado los amigos que han tenido el valor de decir lo que todo el mundo sabe, pero nadie expone, y es el malestar que ha traído la nefasta gestión por parte de Zornoza y sus allegados.
El primer encontronazo fue con las consagradas de la Fraternidad Seglar en el Corazón de Cristo, instituto secular bajo la tutela de Monseñor desde su creación en Madrid, que vinieron a sembrar la discordia entre los componentes de la Pastoral Juvenil y Vocacional Diocesana, llegando incluso a hacer que se destituyeran tanto a delegados como a miembros.
En mi parroquia de entonces, San José Artesano, llegamos incluso a ser vetados por parte de los miembros del nuevo equipo de Pastoral Juvenil, dejando de recibir cualquier tipo de información por parte de ese estamento. Esto además fue extensivo a cualquiera a los que hubiéramos caído en gracia.
Años más tarde, coincidiría con el actual Vicario episcopal de la Bahía de Cádiz, que además de ser nombrado nuevo Párroco en la parroquia, pasaría también a convertirse en mi jefe, pues empecé a trabajar como adjunto a la sacristía.
Al principio todo fluía normalmente, hasta que, aún no sé debido a que, empieza a tener un trato distante, frío. Poco después empezaría a dilucidar sobre temas parroquiales que a veces rayaban (incluso traspasaban) lo canónicamente incorrecto, pero que nada tenía que ver con mi trabajo. Hasta que, tras haber cesado sibilinamente al Equipo de Economía Parroquial, fui despedido de manera muy irregular y fulminante. Fue de un día para otro, y además de no tener contrato escrito, ya que siempre achacaba que el tramite estaba moviéndose en el obispado, no fui dado de alta en la seguridad social.
Se me exponía que el motivo era económico, ya que la parroquia no podía hacer frente a mi sueldo (bastante inferior a lo que por convenio me pertenecía, por cierto).
Con más dolor que rabia por la situación que estaba viviendo, decidí al día siguiente comunicar mi cese como director al coro, ya que humanamente no podía participar de la Eucaristía ante alguien que me había mentido y usado de esa manera.
Días después el coro, y por consiguiente el grueso de nuestra Pastoral Juvenil Parroquial, también se vio salpicado, recibiendo la llamada entre sollozos de una persona que nos había contratado para una celebración en la parroquia que decía haber recibido la llamada telefónica del Párroco, donde le decía de manera lapidaria que «no nos quería ver por allí».
Consecuentemente, tomamos esa llamada como una señal de que también expulsaba al coro de la parroquia, por lo que, previo aviso, decidimos ir al día siguiente a recoger nuestras pertenencias, donde nos recibiría la asesora jurídica del obispado, Doña Carmen Lobato. El trato por parte de ésta fue totalmente vejatorio, llegando incluso a preguntar y echar fotos de todo lo que íbamos cogiendo, como si fuéramos a robar algo.
Tras los hechos y el trato recibido, decido exponer y consultar el tema a mi abogada y mi asesora laboral, y tras meditarlo, decido tomar medidas legales en el asunto, lo que nos lleva a juicio.
Meses más tarde se celebra el juicio donde, tras las mentiras realizadas sobre mi labor y mi persona por parte del Párroco, su Vicario parroquial y su testigo, el juez dirime a mi favor.
Lo que debería de zanjarse en este punto, deriva en un año de persecución, escarnio y ensañamiento por parte, no sólo del Vicario episcopal de la Bahía de Cádiz y sus seguidores, sino de la mayoría de seguidores del Obispo, tanto laicos como sacerdotes y consagrados, llegando incluso a negarnos la participación en certámenes de coros, estancia en otras parroquias, vetándonos en todo tipo de actos, dando toques de atención a entidades con las que colaboramos… Todo ello tanto a nivel grupal como personal. Esta situación sigue actualmente, más de un año después de que el juicio fuese celebrado.
Es por todo lo dicho que sé de la veracidad en todo lo expuesto por Don Rafael Vez Palomino, y reiterándome con el principio de este escrito, vuelvo a mostrarle toda mi gratitud y mi apoyo incondicional, ya que ha sabido ser «la Voz del Bautista» en este «desierto» en el que dos o tres han convertido la Diócesis de Cádiz y Ceuta, y «punta de lanza» para que otros puedan expresarse libremente, aunque sea tras el anonimato.
Padre Lázaro Albar, vicario de la Bahía de Cádiz