En una comida con los curas y en una misa, que presidirá en la catedral de Santa María

Raúl Berzosa se despide el sábado de Ciudad Rodrigo

Tras siete meses de mutismo impuesto, el prelado podrá explicarse y desahogarse con sus fieles

Raúl Berzosa se despide el sábado de Ciudad Rodrigo
Berzosa celebrando

Siete meses en que la gente pedía a gritos una explicación al pueblo de Dios, al que, en todo este caso, se le ha tratado como si fuese menor de edad

(José M. Vidal).- La primera diócesis es como la primera novia, que nunca se olvida. Raúl Berzosa acaba de renunciar al gobierno pastoral de la diócesis de Ciudad Rodrigo, pero sigue llevando en su corazón a su primer amor pastoral. Por eso, una vez aceptada su renuncia por el Papa, el próximo sábado se despedirá oficialmente de sus curas y de sus diocesanos.

Han pasado siete meses desde que el 15 de junio del año 2018, monseñor Berzosa dejase el gobierno de la diócesis salmantina «por motivos personales», para recluirse en «retiro temporal» (durante un largo período de tiempo que, en Roma, estipularon en seis meses) en una abadía francesa.

Siete meses en que la gente pedía a gritos una explicación al pueblo de Dios, al que, en todo este caso, se le ha tratado como si fuese menor de edad. Siete meses en los que el prelado sufrió lo suyo, entre otras cosas por no poder explicarse y desahogarse con los fieles a los que tanto quiere.

El sábado, monseñor Berzosa tendrá la ocasión de resarcirse, abrazar a sus fieles y a sus curas y explicarles, quizás, el porqué de su ‘retiro’ y, sobre todo, el porqué de su renuncia. Primero lo hará con los sacerdotes, con los que se reunirá en una comida fraterna a las 13:00 horas. Por la tarde, a las 17:00, presidirá una misa en la catedral de Santa María y es previsible que, en la homilía, se desahogue ante su gente.

Dado que al día siguiente, el domingo dia 20, se celebra la fiesta de San Sebastián, patrono de la diócesis, es probable que Don Raúl se quede a la fiesta, acompañando a su amigo, el nuevo administrador apostólico, Jesus García Burillo. Y quizás aproveche el ya obispo emérito, para recoger sus cosas, hacer la mudanza y dejarle la casa libre al nuevo administrador, que, por el momento, se instalará en el seminario.

¿Dónde estuvo monseñor Berzosa durante estos siete meses? En la abadía benedictina d’En Calcat (cerca de Toulouse), en un clima de silencio y oración. De hecho, tenía prohibido recibir visitas, salvo algunas excepciones, como la de algún obispo español y la de sus hermanos, que le acompañaron en la celebración de su cumpleaños.

También le estuvo prohibido mantener cualquier tipo de correspondencia con el exterior a través del teléfono o de las redes, aunque, siempre educado y elegante, solía contestar a los numerosos mensajes que recibía constantemente con un escueto: «Estoy de retiro. Gracias por tu interés. Reza por mí».

¿Qué hacía en la abadía el obispo de Ciudad Rodrigo? Fundamentalmente, rezar, pasear, pensar y escribir, pero sin publicar. De hecho, el escrupuloso aislamiento lo mantuvo el prelado durante los seis meses que duró su reclusión y sólo publicó un artículo sobre la Navidad en la web ‘Jóvenes católicos’ y un libro en la editorial Monte Carmelo de los carmelitas.

En el artículo, publicado el 10 de diciembre y titulado ‘Navidad, misterio profundo de solidaridad’, no aparece referencia alguna a su situación personal o a sus fieles. El prelado se dedica a desentrañar el sentido profundo de estas fechas, como «misterio de amor», «suceso único», para profundizar en las «cinco navidades» y sus «tres dimensiones».

Y concluye su artículo con esta felicitación: «¡Feliz Navidad 2018! Envío mis mejores deseos y mi bendición a todos; y de forma muy especial para las familias en dificultades, para quienes sufren el azote del paro, para los enfermos,  para los migrantes y quienes sufren cotidianamente la violencia, y, sobre todo,  para tantas madres que  han dicho «sí» a la vida y esperan la llegada de un nuevo retoño, de un nuevo hijo de Dios».

En cambio, en el libro, titulado Más de 100 parábolas para la misión, la referencia a «mis feligreses de Ciudad Rodrigo'», aparece desde la dedicatoria, en la que también nombra, al Papa Francisco, «a todos los hombres y mujeres de vida contemplativa» y «a quienes se han entregado de lleno a la misión por el Reino».

La presentación arranca con otra referencia directa a su situación personal, escrita con la elegancia que la caracteriza:

«La Providencia me permitió gozar un tiempo de Retiro, y de silencio sonoro, en un monasterio . Tenía, entre mis papeles, algunos apuntes con diversas parábolas que estaban pendientes de leer y «de gustar» . El Señor me inspiró la idea de «rehacerlas», y publicarlas, para que pudieran servir a otros en clave de «misión kerigmática», de primer anuncio, o de formación permanente . . .»

Y, para justificar su nuevo libro, recuerda que «hace años, con cierto éxito, esta misma editorial, Monte Carmelo, tuvo a bien publicar mi libro ‘Parábolas para una nueva evangelización’, del que se hicieron hasta seis ediciones. Salvando las distancias cronológicas, y el estilo y forma de presentación, el presente libro, puede ser una continuidad de aquel otro, en estos tiempos sociales y eclesiales nuevos».

Las parábolas, que se leen con sumo agrado y parecen píldoras de sabiduría condensada, reflejan todo tipo de situaciones y de vivencias. Muchas describen directa o indirectamente, la situación personal del obispo que las escribe. Pero, sobre todo, apuntan al objetivo que da sentido a su vida: la misión y el Reino de Dios.

Y, por eso, concluye la presentación así: «Que nos ayuden a la misión de puertas abiertas solicitada por el Papa Francisco, y a la triple conversión a la que nos invita insistentemente: la personal, la institucional, y la pastoral».

¿Volverá pronto Don Raúl a esa «misión de puertas abiertas»? Lo decidirá (esperemos que pronto) el prefecto de la Congregación de Obispos, cardenal Ouellet, y el propio Papa Francisco, al que, según nuestras noticias, se le ha informado sesgadamente del caso.

En efecto, los ‘enemigos’ de Don Raúl cargaron las tintas en el hecho de que el obispo vivía en el obispado con Amelia y con su hija, María José, que cuidaban al obispo y se ocupaban de su casa, como antes lo habían hecho con su madre. Amelia siempre fue una madre para él y María Jesús, como una hija.

Un caso de una relación familiar limpia y pura que algunos, de mirada sucia, no supieron ver así y, por eso, le repetían, una y otra vez, la consabida cantinela de que «la mujer del César…» ¿Es ésta la única versión que llegó a oídos del Papa? ¿Quién o quiénes estuvieron interesados en que así fuese? ¿Terminará el Papa rompiendo ese cordón sanitario, para completar su información del caso y decidir el futuro de Don Raúl con pleno conocimiento?

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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