Antonio Aradillas

Papa, pero no jefe de Estado: 90 años de los Pactos de Letrán

¿Qué testimonio y ejemplo de pobreza da hoy la Iglesia en su liturgia, en sus palacios episcopales?

Papa, pero no jefe de Estado: 90 años de los Pactos de Letrán
Antonio Aradillas

¿No son anti-Iglesia no pocos de los privilegios que ella disfruta y demanda para sí y los "suyos"? ¿Lo es el modo y manera de ejercer la autoridad -"¡ordeno y mando!"- de la mayoría de sus principescos representantes?

(Antonio Aradillas).- Se trata de una cuestión sobre la que mayoritariamente reflexionan ya una buena parte del pueblo de Dios y otros que no descartarían la posibilidad salvadora de serlo algún día.

Papa, o «papá» en lenguaje coloquial, certera y evangélicamente significa «padre-madre» y ya está. «Jefe» es «quien manda o dirige». «Mandar»,es decir, «ordenar e imponer como obligación», así como «dirigir» -«cargo directivo»-«llevar hacia un término o lugar señalados»-, son verbos que en religión ni tienen, ni pueden tener «buena prensa».

La pregunta en cuyos entornos sitúo la reflexión de si el papa, y más si es y se llama Francisco y se apellida «El Reformador», podría ser, y seguir siendo además «Jefe de Estado» -«conjunto de los órganos del gobierno de un país soberano»-, resulta ser en la actualidad, apremiante, con la convicción de que se acrecentará aún más progresivamente en cualquier esfera relacionada con la Iglesia y con el Estado.

Así las cosas, y en ayuda del mejor planteamiento del problema, convendría actualizar circunstancias y datos como estos:

– De entre los 194 países independientes que hay en el mundo, el Estado del Vaticano, además de misterioso y extraño, es el más pequeño. Su superficie es exactamente de 0,44 km2. Su censo no rebasa los 900 habitantes, todos célibes o solteros.

El ejército -guardia suiza- cuenta con 190 números inscritos en sus filas, con edades comprendidas entre los 19 y los 30 años. Las lanzas, las adargas y las espadas son las armas de ejército tan reducido, del que refiere la historia que su uniforme fuera diseñado por el propio Miguel Ángel.

Es uno de los siete Estados del mundo que se mantiene en un régimen cien por cien absolutista. En su legislación no se admite el divorcio, lo que en la actualidad solo acontece en Filipinas.

– Desde los lejanos tiempos de la existencia de los todopoderosos Estados Pontificios, y despojada de ellos la Santa Sede, el nuevo Estado Vaticano independiente como país, nació con los Pactos de Letrán, firmados el 11 de febrero de 1929 -noventa años- entre el entonces llamado Reino de Italia y la Santa Sede , representada esta por el Cardenal Secretario de Estado el Cardenal Pietro Gasparri, y aquél por el líder fascista Benito Mussolini, en el que se regularon las relaciones civiles y religiosas, con el reconocimiento del Vaticano como Estado libre e independiente.

– La lengua oficial del nuevo Estado es el latín. Es el único país del mundo que todo él está declarado por la UNESCO como «patrimonio de la Humanidad». No lo fueron ni las armaduras de los Pontífices de su tiempo, ni las casullas y ornamentos sagrados de la liturgia todavía vigente.

Dato que satisface la curiosidad de propios y extraños es, por ejemplo, el de que cuenta con un equipo de fútbol -masculino, por supuesto- con campo y sus respectivas instalaciones, con capacidad para 2.000 asistentes. No obstante, aún no pertenece a la FIFA. Todo se andará.

– Con datos tan parcos, ¿no merecería la pena reflexionar si el papa podría, o debería, abdicar de su condición de Jefe de Estado?.

Los expertos aseveran que este Estado- el del Vaticano- es el más rico del mundo. Como Estado independiente posee banco propio, y del mismo,-y tal vez por aquello de la «maldición de los banqueros de Dios»- de sus cuentas y fondos, con escándalos financieros y sin ellos, es doctrina corriente en los ambientes internacionales que el ex banco Ambrosiano, después IOR -Instituto para las Obras de Religión-, ocupa lugares de invencible privilegio.

– Avala la importancia del Vaticano como Estado independiente la constatación de que, aunque en números de los avecindados en él sea tan parco, sus adscritos, súbditos y fieles como católicos, son multitud, y además extendidos por todo el orbe terráqueo y con muy notables influencias sociales, políticas y religiosas.

A esto hay que añadir por encima de todo, que las doctrinas y consignas de la Iglesia y de su jerarquía condicionan y determinan ideas, conductas y comportamientos «religiosos» difícilmente comparables con las de procedencias de cualquier otro tipo.

Lo dogmático, y cuanto se le parece y se relaciona con ello, y sin descartar el riesgo de caer en los fundamentalismos, ahorma, vence y convence a elites y a mayorías. Es explicable, por ejemplo, que el papa Francisco haya reconquistado la excelsa condición de «Top 5» entre los líderes más admirados del mundo, en calidad de «personaje- símbolo».

– Este gran capital cívico-religioso que identifica al papa como tal, y dada la creciente y convencida asiduidad con la que el papa Francisco -sin necesidad alguna de los imperiales números cardinales que definen a la mayoría de los «Sumos Pontífices» anteriores-, predicando y enalteciendo la pobreza de la Iglesia, y la Iglesia pobre, es obvio el planteamiento del tema de la condición de «papa» y, a la vez, «jefe de Estado». Si el tema fue siempre de actualidad, por ahora, y por esta feliz circunstancia, lo es más aún.

– ¿Cómo es imaginable que la Iglesia sea -tenga que ser- pobre y de los pobres y que su jerarquía, comenzando por la del Romano Pontífice- Jefe de Estado a la vez-, la represente, la viva y así lo predique y evangelice?

¿Qué testimonio y ejemplo de pobreza da hoy la Iglesia en su liturgia, en sus palacios episcopales, en sus títulos, en la lejanía y «desprecio» del pueblo y de los/as marginados, así como en la superioridad infinita y «en el nombre de Dios» con que el ritual, y canónicamente, sea presentada ante el pueblo?

¿Es creíble que la jerarquía eclesiástica ha de aprender evangélicamente del pueblo, tanto o más que este de ella, actuando como su verdadero y convincente teólogo y moralista?

¿No son anti-Iglesia no pocos de los privilegios que ella disfruta y demanda para sí y los «suyos»? ¿Lo es el modo y manera de ejercer la autoridad -«¡ordeno y mando!»- de la mayoría de sus principescos obispos, abades, abadesas y sacerdotes, prescindiendo del laicado, que es tanto o más Iglesia que la propia jerarquía?

¿Es explicable a estas alturas del progreso humano, que la mujer, por mujer, sea, se sienta y esté preterida en la Iglesia, como sub-persona, y sin los mismos derechos y deberes que el hombre?

¿Cuando habrá de tomarse conciencia en la Iglesia que los laicos, y más los pobres, están -o debieran estar- en condiciones de enseñar más y mejor teología, que los teólogos y catedráticos «oficiales» elegidos a dedo y en calidad de defensores fieles de la «ortodoxia» católica?

– ¡Bienvenidas sean cuantas aportaciones surjan en la reflexión acerca del papa- Jefe de Estado, en una coyuntura pastoral como la que vivimos, encarnada en la figura del bendito, humilde, padre y pobre papa Francisco!.

Pero que conste que, mientras que de este papa no narre la historia que hubiera dado algún paso, importante, o definitivo, en apearse de su condición de Jefe de Estado, pese a llamarse Francisco, no le será aplicable en su totalidad haber visto en «los pobres el verdadero rostro de Cristo» tal y como le aconteció a su homónimo el de Asís.

– ¿En que teología, sobre todo en la clásica, cabría la explicación del «abajamiento» -«kenosis»- de Jesús, que se hace pobre, siendo su «alter ego» y representante, el papa, nada menos que Jefe de Estado?

¿Acaso de la «Cuestión Romana» y de sus soluciones, -Estado Vaticano»- no dependerán una buena parte de los problemas que en la actualidad atenazan y desconciertan la Iglesia?

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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