La tarea-ministerio de la renovación profunda de la Curia y de los curiales es urgente e inaplazable. Apenan, desconciertan y desejemplarizan cuantas informaciones y noticias anti-Iglesia acaparan los espacios más importantes de los medios
(Antonio Aradillas).- «Salirse de la Iglesia» es malo. Malísimo. Para sí y para Ella. Y lo es, más aún, estando vigente todavía para muchos y muchas la «verdad revelada», y casi dogmática, de que «fuera de la Iglesia no hay salvación», en cruel y anti cristiana disonancia con la salvadora doctrina proclamada y testimoniada por Jesús con lógica y sentido común.
Pero mucho más malo que «salirse de la Iglesia», es que «la Iglesia se salga de uno». Hay doctrinas, enseñanzas, ideas y comportamientos de personas e instituciones eclesiásticas -sin descartar los estamentos más jerárquicos- representativos con sus «ministerios» respectivos, que ni fueron ni son de verdad, y consecuentemente, la Iglesia de Jesús y de los evangelios. En la misma, más que adorar a Dios sirviendo a los pobres y a los necesitados en general, se sirvieron de Ella, con el plus asegurado (¡¡) de su salvación y la de los suyos, en esta vida y en la otra.
Quede, por tanto, y ejemplarmente, bien claro que «salirse de Iglesia», por los referidos motivos, no es tan «malo, sino mejor», que la «auténtica Iglesia tenga que salirse de personas, grupos e instituciones», que además acapararon para sí y en exclusiva, tal nombre y posibilidades de salvación.
Reducir a cifras y a números los llamados «Iglesia» – comportamientos que se dicen «religiosos», resulta vacuo, inane, hipócrita y poco, o nada, cristiano. «Por los frutos los conoceréis» es foco de luz que desvela multitud de arcanos y misterios «sagrados», «poniendo a cada uno en su sitio».
¿Y qué decir de la Curia, romana por más señas, aunque el diagnóstico pueda ser, y es, aplicable proporcionalmente a las diocesanas y a las de Órdenes Religiosas, en su variedad de dicasterios, competencias, apartados, secciones y apartamentos canónicos? ¿Son o no, estas curias, Iglesia y menos «la» Iglesia por antonomasia?
En consonancia con fórmulas y formulismos que llegan al pueblo, y de los que participan los componentes del mismo, la impresión generalizada es la de que la curia y los curiales son la Iglesia única y verdadera.
La expresión, por ejemplo, de que «Lo ha dicho o lo manda la Iglesia» y sanseacabó, tal y como lo predican y evangelizan los curas y obispos, a la mayor parte del pueblo de Dios le sigue convenciendo de que ni hay ni puede haber otra Iglesia que la de las curias, así enseñada y con el supremo y anatematizador argumento «oficial» de ser y tener que aceptarse como «palabra de Dios».
Todo intento, uso o disfrute de representación de la Iglesia por parte de quien, o de quienes sean, pervierte la visión y la misión veraz de la misma. En tal caso, se trataría de una perversión merecedora de descalificación y anatema. La Iglesia, por definición no es algo ni alguien. No es un singular. Su número sempiternamente sagrado es el plural.
La interpretación de la Iglesia de Jesús se efectuará siempre a la luz de evangelio y no a la de los cánones de la burocracia, y ni siquiera de la de la liturgia y menos de aquella cuyos signos y símbolos fueron copiados, donados -o conquistados- , procedentes de religiones paganas y de Sumos Sacerdotes o levitas, para los que el pueblo-pueblo era, y es, plataforma y legitimidad para la justificación de sus propios intereses, a los que sacralizaba, con el fin de así asegurar más y mejor su intangible dependencia.
Educar acerca de la sacralidad de las curias y de los curiales, además infalibles o aspirantes a serlo, identificándolos con la Iglesia como entidad de su exclusividad y eminencia, ni es justo, ni congruente, ni serio y, ni gracias sean das a Dios, ya no lo permiten los grados de ilustración- formación que hoy comienzan a registrarse en el pueblo de Dios en el que en el listado de sus grados universitarios y asignaturas, además, «cum laude», se insertan, por ejemplo, teólogos y teólogas seglares, por tanto, sin mitras, sin báculos y sin titulitis reverenciales.
En plena concordancia con el papa Francisco, y su «copyright», insto al reconocimiento de que la Curia no solamente no es «la» Iglesia, sino que, además y en importantes materias y decisiones que toman los señores curiales, sin propósito de enmienda y contraviniendo al espíritu y a sus orientaciones «franciscanas», ella -la curia- no es Iglesia. «Cueva de ladrones» no fue un «decir» pontifical frívolo, y descomprometido sin más.
La tarea-ministerio de la renovación profunda de la Curia y de los curiales es urgente e inaplazable. Apenan, desconciertan y desejemplarizan cuantas informaciones y noticias anti-Iglesia acaparan los espacios más importantes de los medios de comunicación actuales, equipados con documentos y datos, si no «infalibles», mucho más fiables que los nerviosos desmentidos y las vacilantes explicaciones que proporcionan los señores obispos. o los Superiores de Órdenes o Congregaciones Religiosas, al igual que los «castigos» piadosos con los que fueron «premiados» los incursos en tales pecados y delitos, con el cambio de sus actividades pastorales y ya está.
Y mientras que algunos – cardenales, obispos, sacerdotes y monjas- «hacían se su capa -«magna»- un sayo», ¿qué hacía o qué podía hacer el humilde -humildísimo-, laicado?