En un discurso a la Curia vaticana, el Papa se pregunta si la institución se ha quedado 200 años atrás

Francisco defiende su reforma de la Iglesia

Francisco defiende su reforma de la Iglesia
Bergoglio habla a la Curia vaticana. Vatican Media

Desafío e inercia. El papa Francisco ha sorprendido a la Curia vaticana con su discurso de felicitación recordando unas palabras y una pregunta formulada por el cardenal Carlo María Martini pocos días antes de su fallecimiento en 2012: «La Iglesia se ha quedado doscientos años atrás. ¿Por qué no se sacude? ¿Tenemos miedo?».

Justo cuando el proyecto de reorganización de la Curia vaticana entra, al cabo de seis años, en su fase final, el Pontífice argentino ha recordado que la prioridad debe darse a la evangelización pues «hoy no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados. Por tanto, necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, que no quiere decir pasar a una pastoral relativista».

Igual que el concepto político de «la cristiandad» despareció hace mucho tiempo, hoy, según Bergoglio «no estamos ya en un régimen de cristianismo porque la fe –especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente– ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada».

En varios pasajes de su discurso, el Papa ha pedido una «conversión antropológica«, una «conversión pastoral» y una «conversión institucional», señalando que para John Henry Newman, autor de «El desarrollo de la doctrina cristiana», el cambio «era conversión, es decir, una transformación interior». En otras palabras, lo contrario de «lo que se lee en una famosa novela italiana: «Es necesario que todo cambie para que todo siga igual»».

Junto con la importancia de la conversión personal interior, Francisco ha hecho notar a los jefes del medio centenar largo de departamentos del Vaticano que «la humanidad es la clave distintiva para leer la reforma. La humanidad llama, interroga y provoca; es decir, llama a salir y no temer al cambio».

Tras recordar que «no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época», el Pontífice ha alertado contra «la tentación de replegarse en el pasado -incluso utilizando nuevas formulaciones-, porque es más tranquilizador, conocido y, seguramente, menos conflictivo».

Pero, sobre todo, ha alertado «contra la tentación de asumir la actitud de la rigidez. La rigidez que proviene del miedo al cambio y que termina diseminando con límites y obstáculos el terreno del bien común, convirtiéndolo en un campo minado de incomunicabilidad y odio». Según Bergoglio, «detrás de toda rigidez hay un desequilibrio. La rigidez y el desequilibrio se alimentan entre si, en un círculo vicioso».

El Papa había iniciado su discurso agradeciendo el saludo del cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio y dando la noticia de que dejaba de serlo.

El purpurado italiano, de 92 años, fue nombrado secretario de Estado por Juan Pablo II en 1991 y desempeñó ese cargo hasta 2006. En 2005, asumió también el de decano del colegio de cardenales cuando el anterior, Joseph Ratzinger, fue elegido Papa. En 2013 había sobrepasado ya los 80 años de edad, y por eso no participó en el cónclave que eligió a Francisco.

Para que un mandato tan largo y una anomalía de este tipo no vuelvan a suceder, el Pontífice argentino ha establecido que el mandato de decano tenga una duración de cinco años, renovables en algún caso especial. Al mismo tiempo, ha aconsejado de palabra a los cardenales elegir –de entre los que tienen el rango de cardenal-obispo, el más alto en el colegio– uno que puede dedicarse «a tiempo completo» a la tarea de decano.

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