La propagación de la fe fue siempre un objetivo de la Iglesia católica y de todas las iglesias cristianas. Pero hoy día el Cristianismo va encontrarse luego “en jaque” en una población mundial que creció incontrolablemente en las décadas pasadas. Se calcula que el Islam (25%) crecerá en un ritmo superior al cristianismo y logrará equipararlo en pocas décadas. El catolicismo (18%) no está solo en la cristiandad, están los ortodoxos, los protestantes, los evangélicos, los mormones, los testigos de Jehovah…Existen además otras confesiones religiosas como el hinduismo, el budismo, las religiones ancestrales, todas las tendencias esotéricas… Y se calcula un 15 % que se declara no religioso o ateo en la población mundial. Esta situación amerita una reflexión acerca de lo que se llama la “evangelización”.
Después de su progreso durante todo la Edad Media y hasta el siglo XIXº la Cristiandad empezó a perder su fuerza expansiva. Las iglesias europeas han mandado una cantidad impresionantes de religiosos a todo el mundo apoyándolos económicamente con el aporte, de una feligresía misionera. Fue el siglo de las luces con sus ideas del Progreso que frenó el desarrollo de la misión evangelizadora. En el siglo pasado, se inició una descristianización sorpresiva en el hemisferio norte con una disminución de vocaciones religiosas y de espíritu misionero. La jerarquía católica buscó reforzarse institucionalmente pero tiene dificultad de suscitar un nuevo ardor misionero.
En el Concilio, el tema de evangelización fue tratado en el decreto sobre la actividad misionera. El tema, por ser discutido, tuvo 4 versiones. En 1975, Pablo VI con su encíclica “Evangelii nuntiandi recordó que en la Iglesia evangelizar es misión de todos. Juan Pablo II y Benedicto XVI empezaron a hablar de la necesidad de poner en pie una “Nueva evangelización”. Las conferencias de los obispos latinos americanos redactaron orientaciones pastorales en este sentido. Hoy día, el Papa Francisco I habla repetidamente de una Iglesia “en salida” y escribió una larga exhortación apostólica “Evangelii gaudium” (la alegría del evangelio). Su propósito es entusiasmar y capacitar todos los agentes de pastoral para dar a conocer a Cristo a nuestros contemporáneos.
Las motivaciones, los contenidos y las maneras de evangelizar cambiaron, en el tiempo. Por ejemplo predicar que “no hay salvación fuera de la Iglesia y amenazando de la condenación eterna a quien no se bautizara no es lo mismo que dar a conocer a Jesucristo. En América latina los misioneros copiaron el modelo religioso europeo, mantuvieron una pastoral de sacramentos y, principalmente del bautismo. Esta pastoral junto con la promoción de las devociones a los santos ha logrado cristianizar las poblaciones. La preocupación por una educación religiosa elitista ayudó a hacer de la mayoría de los países latino americanos unas naciones “católicas”. Fue una época de gracia la Iglesia católica benefició de un personal, de infraestructuras y de finanzas como nunca antes. Pero las cristiandades europeas vieron vaciarse sus iglesias y no pudieron mantener su esfuerzo misional y en América latina empezó el auge de las iglesias evangélicas.
A nivel mundial, la Iglesia católica reaccionó con la promoción de movimientos de santificación personal y de algunos movimientos apostólicos : la legión de María, la acción católica obrero o campesina, los cursillos de cristiandad, los encuentros matrimoniales, el Opus Dei, Schoenstadt , , los Carismaticos, el neocatecumeno…Frente a la escases de vocaciones, la jerarquía buscó suplir con una pastoral de comunidades de base, la ordenación de diáconos , la creación de diversos ministros para la liturgia, se formaron catequistas y profesores de religión. Olvidado en los textos del Concilio, el laicado volvió a tomarse en cuenta en los discursos eclesiásticos pero no se creó ninguna estrategia novedosa y cuando lo hicieron, primó la consideración de la falta de formación de los laicos y su carencia espiritual. La última conferencia de los Obispos latinoamericano inscribió el discipulado de Jesús en sus orientaciones pastorales pero los testimonios personales resultan insuficientes para la evangelización. A pesar que el tema de la santificación personal es un gran tema como lo subraya la exhortación apostólica del Papa Francisco, si no se logra mejores estrategias para movilizar los laicos será difícil lograr una “Nueva evangelización”.
Entre los protestantes se nota los mismos esfuerzos y dificultades para propagar la fe, los pastores invitan a sus escuelas dominicales, sus reuniones, multiplican los programas radiales, las obras de caridad y organizan eventos masivos para defender los valores morales tradicionales. Pueden aprovechar los descontentos católicos y ofrecer un mejor espíritu comunitario pero ellos mismos deben competir con la proliferación de grupos pentecostales que resultan más atractivos para las masas populares que buscan refugios religiosos para su desamparo social.
Para todos los cristianos la evangelización es problemática. La misma expresión de una Iglesia “en salida” del Papa Francisco demuestra su preocupación por la evangelización pero revela también una autocrítica de la Institución eclesial católica. Se acusará a los cristianos de “falta de fe” o de una falta de valentía para salir a evangelizar pero es necesario indagar en los impedimentos que presentan las mismas instituciones. Dejando de lado los escándalos que ocurrieron, son las posturas eclesiásticas, las expresiones del mensaje, los malentendidos y las equivocaciones que despistan la fe. Es difícil renovar la fe sin realizar los cambios mentales y estructurales convenientes para lograr nuevo impulso evangelizador.
El discurso religioso en general es confuso y complicado, Dios o el evangelio dejan de ser el tema principal, se lo presupone y es la denominación de la confesión religiosa que preocupa mayormente. Evangelizar para un católico es buscar afiliar a su Iglesia católica, es bautizar en la Iglesia católica. El objetivo central de la Buena Nueva está así desplazado y eso en un mundo en el cual crece el ateísmo. Por esto una reflexión sobre la evangelización debe empezar aclarando el tema de la “Iglesia”.
Comúnmente, si uno escuchar decir “Iglesia”, piensa en primer lugar a la Institución eclesial (sino al mismo templo). Si alguien habla de “La Iglesia” la gente entiende que se refiere a la jerarquía católica. Pocas veces se habla de la Iglesia como el conjunto de todos los cristianos. Cuando los laicos críticos cuestionan las estructuras de la institución eclesial, critican el clericalismo dominante, el formalismo de la sacramentalización, la religiosidad interesada, la espiritualidad devocional y la indefinición pastoral. Tienen toda la razón: el propósito eterno de Dios para con los hombres no se limita a la participación de una Institución por más poderosa que sea.
Etimológicamente, la palabra “iglesia” traduce el griego y significa “asamblea” (agrupación). Es San Pablo que la utilizó para referirse a la suma de las comunidades locales, habla de: “la Iglesia que está en Roma, Corinto, o Éfeso…El Credo de los Apóstoles de las misas reza: Creo en Dios , Padre,… en Jesucristo…, en el Espíritu Santo…pero: LA… Santa Iglesia católica.”, La “Iglesia” no es la cuarta persona de la Santa trinidad ¡!! La Iglesia es la obra del Espíritu de Dios. Es su designio eterno para los hombres cuya realización fue iniciada por Jesús. Existen muchas expresiones para hablar de la intención (o voluntad) divina para con los hombres: Salvación, Justificación, Santificación ( H Kung), Liberación, Filiación divina… Jesús no habló nunca de una institucionalización especial para hablar del designo salvador de Dios, habló en parábolas describiendo el Reino de Dios como “rebaño, viña, siembra, mies, banquete de boda…”, Después el concepto de “Iglesia” hizo historia como Institución. En tiempo pasado se habló de ella como “Madre” o como “Cuerpo místico de Cristo”. (ICor.12,12ss).
Las distintas expresiones para designar el designio de Dios enriquecen su entendimiento. Dos expresiones suplementarias deben llamarnos especialmente la atención porque son actualmente relacionados con la evangelización. Son: la del “Pueblo de Dios” y la del “Reino de Dios”.
Pero antes de referirnos a cada una de ellas, debemos aclarar algunas ideas y hacer un poco de historia.
. Cuando el Papa Francisco motiva para una Iglesia “en salida” no quiere decir “abierta”. Una Iglesia “abierta” sería la iglesia dispuesta a incorporar ideas y prácticas foráneas como la emancipación femenina, la democracia, las uniones homosexuales…y una Iglesia abierta dejaría también de condenar los divorcios, los abortos, la eutanasia… Por cierto seria valiosa una Iglesia dispuesta a cuestionarse a sí misma sin conformarse necesariamente a todas las ocurrencias de los tiempos. Antes del Concilio se hablaba de la necesidad de un “aggiornamiento” (puesta al día) de la Iglesia. La Iglesia será siempre “en reformación pero ninguna reforma institucional de por si va a poner en marcha una “Nueva evangelización”. Ninguna confesión religiosa se anuncia a sí misma. Cristo es el Salvador. El viejo Siméon en la presentación del niño Jesús en el templo recordó que el proyecto salvífico es de Dios, Cristo es la “Luz para iluminar a los Pueblos”(Lucas 2,32) . Lo confirma el mandato soberano de Jesús mismo de enviar sus discípulos a todas las gentes (Mateo 28,18) Y el concilio Vaticano II en su constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” no se equivoca: la Iglesia es “signo o instrumento” de esta Salvación en mano de Dios.
Desgraciadamente, en la historia, las iglesias aparecieron demasiadas veces promoviéndose y defendiéndose a sí misma. La misma constitución dogmática sobre la Iglesia, la “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II, puede recuperar la definición de la Iglesia como “Pueblo de Dios” pero el texto que sigue es una larga reafirmación de la Institución eclesial y de su estructura piramidal. La mayor parte de los discursos del magisterio eclesiástico están asimilando fácilmente la Institución existente con el mismo propósito divino. Dios desaparece atrás de sus representantes. Se ve la soberbia de algunos jerarcas tomar rasgos de autismo o de narcisismo eclesiástico. No se trata de acusar personas sino de llegar a entender cómo se produjeron las derivas institucionales y como se puede re reorientar la evangelización Es la evangelización que hace la Iglesia y no la Iglesia que hace la evangelización.
Es bueno recordar que la evangelización es Dios mismo que la inició. Él se presentó de la manera más sorpresiva. Como lo dice San Pablo: Jesús “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios… haciéndose semejante a los hombres… se humilló a si mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz… ” (Fil.2, 6ss) Su buena Nueva desarzonó, porque no salió de las sinagogas ni del templo, como hijo de Dios habló del amor de su Padre para todos, atento para los sufridos de su tiempo , misericordioso para los pecadores, murió crucificado (INRI) pero resucitado superó las esperanzas de Israel y abrió la salvación para todos los hombres.
Después los apóstoles y los discípulos de Jesús salieron a testimoniar de Él. Fueron entonces las circunstancias y el contexto que perfilaron la evangelización. Los Hechos de los Apóstoles nos lo cuentan. El imperio romano le aportó su dimensión universal a la evangelización. Los apóstoles y San Pablo en particular multiplicaron las comunidades cristianas. Los cristianos tuvieron que liberarse de las practica judías, se distinguieron de los cultos idolatras, se desmarcaron del libertinaje moral de la época, se confrontaron a los cultos imperiales. La cultura griega y latina les ayudo para la difusión del mensaje cristiano. Manteniendo una férrea fidelidad a los primeros testimonios de los apóstoles buscaron preservar una laboriosa unidad. Nos quedan algunas huellas en la liturgia de la Roma imperial: por ejemplo la apelación de “Kyrios“ (Señor imperial) para nombrar a Dios es un título que desplazó al de “Padre”. Luego fueron tiempos de herejías que obligaron la Iglesia naciente a definirse doctrinalmente, lo hicieron creando unos “credos” obligatorios, secuela de esto: hasta hoy día, algunos cristianos dan más importancia a los dogmas que al mismo evangelio. En el Medioevo, los Papas consagraban los reyes y emperadores y se coronaban de una “tiara” que señalaba su supremacía espiritual y esto facilitó la evangelización. Los monasterios también fueron centros de evangelización. Fueron los monjes irlandeses en el siglo XI º que evangelizaron toda la parte norte de Europa son ellos que difundieron la práctica de la confesión penitencial por ejemplo. El Papa y los obispos sucesores de los apóstoles creyeron necesario asentar su poder en territorios, con ejércitos y riquezas, fueron “señores” y príncipes Hicieron alianzas, rivalizaron, o se defendieron. El Estado del Vaticano (de 50 ha.) es otra reliquia de esto.
Hasta la época moderna la evangelización se vio contagiada por un afán de poder, una contienda territorial, una sumisión de las poblaciones a autoridades religiosas, en un tiempo, más crueles que las mismas autoridades civiles (La Inquisición).
El catolicismo propagó sus prácticas sacramentales uniformes por todo el mundo. Evangelizó y civilizó con la cruz y la espada, afirmando su cohesión en Roma, La Iglesia tuvo sus épocas de gloria con grandes santos y pensadores cristianos, se organizó en diócesis, parroquias, misiones, congregaciones religiosos con una red de nuncios pero tuvo también sus épocas de corrupción. Se dividió dramáticamente: hubo el cisma ortodoxo (siglo XI) como lo llaman los católicos y la Reforma Protestante hace 500 años. Después de la Reforma, los protestantes empezaron a ganar espacio en Norte América y después con las democracias más tolerantes se expandieron en todos los continentes. El catolicismo por su parte reaccionó reforzando su institucionalidad por un código legal propio (derecho canónico) y por la supremacía pontifical del Obispo de Roma.
Uno con otro, se pudo hablar orgullosamente de una civilización cristiana “occidental” porque al Este los ortodoxos no tuvieron tanto éxito frente al auge conquistador del ‘Islam.
Este cuadro algo sombrío de la cristianización no debe hacer perder de vista que a través de toda la historia los cristianos mantuvieron la evangelización de una generación a la siguiente. Entre católicos le damos especial importancia a esta “Tradición” que transmitió el conocimiento del Padre, de Jesucristo y de su Espíritu hasta nuestros días. Hubieron por cierto la transcripción de los manuscritos de la Biblia y su estudio por los monjes pero habría sido poco si no se habría contado con la fe revelada e traspasada por los pequeños a través los siglos, unas cosas ocultadas a sabios y entendidos (Lucas 10,21ss). Esta herencia es lo mejor que le ha pasado a la humanidad. Es providencial esta evangelización hasta nuestros días.
Que la Iglesia sea: una, santa, católica y apostólica, son todas virtudes “·por adquirir” que puede proyectar lo que es la Iglesia. La calificación de “institucional “, hay que repetirlo no figura en el perfil de la Iglesia en el credo. La organización que tiene la Iglesia católica fue funcional y tiene sus ventajas y sus desventajas, A favor, plantea una mejor dimensión universal, una mejor apostolicidad (Tradición) y una cierta unidad y, en contra, tiene su conservatismo, sus corrupciones internas y sus divisiones que son su mayor problema y las razones de haber perdido el cómo evangelizar.
La primera imagen a analizar es la del “Pueblo de Dios”. Es el Concilio Vaticano II.l que la recuperó. Anteriormente, porque se miraba en menos a pobladores e plebeyos, se prefirió hablar de la Santa Madre Iglesia, del “Cuerpo místico de Cristo”; esta última es una imagen utilizada por San Pablo.(Icor.12,12). Sin embargo la identidad de “Pueblo de Dios” es bíblica. El antiguo Testamento cuenta como Dios se propuso salvar a la humanidad de su debilidad congénita eligiendo la descendencia de Abraham y pactando una alianza con un grupo nómade que sacó de la esclavitud de Egipto y a quien le dio una tierra. En toda su historia caótica, los israelitas no perdieron nunca esta exclusividad de ser la raza y el pueblo escogido. Jesús el hijo de Dios, el mismo, israelita, en su corta vida superó el encierro de la religión judía, no confinó sus apóstoles en una secta, a lo contrario los mando a predicar a todos los pueblos. El evangelio es universal. Dios quiere salvar a todos los hombres. El pueblo de Israel quedo como paradigma del Nuevo Pueblo que forman todos los que Dios quiere incluir en su Salvación. El libro de la Apocalipsis en su imaginación fantástica describe la asamblea triunfal y final de Cristo. “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar de toda nación, razas, pueblos y lenguas delante del trono de Dios… (Apoc. 7,9ss). Los cristianos cantamos: “Un pueblo que camina por el mundo gritando “ven Señor.”
Muchos de nuestros contemporáneos utilizan la palabra “pueblo” peyorativamente para designar una clase social inferior. A los teólogos tradicionalistas de la Iglesia tampoco les gusta la expresión sin embargo utilizarla abre un nuevo estilo (menos clasista) para la Iglesia. Sigue ambiguo hablar de “opción por los pobres” o de la religiosidad “popular”, es hablar desde una perspectiva religiosa altanera, mejor vale subrayar el universalismo, la igualdad, la participación y el ecumenismo que la imagen de la Iglesia Pueblo de Dios inspira. Será difícil de hablar de la Iglesia como Pueblo de Dios si no se devuelve al laicado su importancia desarmando el elitismo clerical.
La segunda imagen que nos puede ayudar a pensar la evangelización es la del “Reino de Dios”. Pero esta última imagen fue la pariente pobre del Concilio Vaticano II. En la “Lumen Gentium”, en muy pocas líneas se utiliza este concepto (3, 6), Los obispos la dejaron entre las múltiples imágenes que describen tradicionalmente la Iglesia: “grey, cuerpo místico, de Jerusalén de arriba, Madre”… Declaran a la Iglesia como presencia misteriosa del Reino de Dios, su promotora en el mundo; hablan de lo “necesario que todos los laicos contribuyen a la dilatación y crecimiento del Reino de Dios” (35) pero en la constitución “Gaudium et spes” que trata de las realidades terrestres no aparece la expresión “Reino de Dios”; hacen girar todo en referencia a la persona humana. Se habla del progreso temporal que “no corresponde a un adecuado progreso espiritual”, y se sigue refiriéndose al “precepto divino de dominar la tierra”.
Empieza la idea del Reino de Dios en la Biblia antigua. Inicialmente Dios era sólo el Rey de Israel. Él ha provisto y cuidado de las necesidades de su pueblo en el desierto y cuando el pueblo quiso ser reino como las otras naciones con quienes se enfrentaba, Dios les concedió reyes. Fue grande el Rey David, grande su Reino. Posteriormente la monarquía de Israel cayó en una decadencia dramática por descuidar a Dios. En medio de las dominaciones extranjeras, los profetas alentaron a los israelitas a esperar un gran Rey, un “Mesías” enviado para restaurar el reino de Israel como verdadero Reino de Dios, un reino de justicia y paz, de bien estar material y de independencia política.
Cuando Jesús empezó a predicar, esta esperanza estaba muy viva a pesar del dominio del imperio romano. “El Reino de Dios ha llegado para ustedes” decía Jesús cuando sanaba los enfermos (Mat. 12,28). Dijo a los pobres; “vuestro es el Reino de Dios” (Lucas 6.1) Incitó sus discípulos a orar sencillamente diciendo: Padre, “Venga a nosotros tu Reino” “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”…Fue en medio de esta esperanza que murió Jesús como rey de los judíos (INRI). Resucitó y mandó a sus apóstoles evangelizar a todas las naciones en espera de su regreso glorioso. Cuando los primeros cristianos se dieron cuenta que la instalación del Reino no era para pronto, empezaron a imaginar el “Reino de Dios” irrumpiendo sorpresivamente a cualquier momento o sino un Reino de Dios culminando la obra de la evangelización. La Iglesia minimizó la idea de “Reino de Dios” espiritualizando su realización en la línea de la ciudad celesta de San Agustín.o su Reino, una realidad intima de fe personal. Para más la institucionalización de la Iglesia se prestó, ella misma como realización terrenal de la venida del Reino de Dios. Las iglesias se dedicaban a la salvación de las almas y reclamaban los apoyos civiles para su obra evangelizadora, los misioneros acompañaron a los conquistadores realistas. La evangelización se mezcló con la colonización y la civilización. Unos protestantes predicaron, ellos una doble gobernanza de Dios: uno reino terrenal y otro espiritual, las virtudes laborales llegaron a justificar el enriquecimiento como bendición de Dios.
El siglo XVII la industrialización, las ciencias y las ideas de Progreso, las urbanizaciones y sobre todo las revoluciones… sorprendieron la Iglesia. Las nuevas potencialidades humanas empezaron a desafiar las prerrogativas eclesiásticas. Simbólicamente el Papa Pio XI lanzó la alarma: “la Iglesia ha perdido la clase” obrera y entre las dos guerras mundiales surgió la Acción católica que tuvo una devoción pasajera a Cristo Rey del universo.
Nuestras mentalidades democráticas actuales se resisten a pensar en el “Reino de Dios”, como en un poder absoluto (monárquico) e impositivo de Dios. Se equivoca la Iglesia cuando se complace a referirse a Dios como a una autoridad superior que quiere imponer sus exigencias morales y doctrinales. Muy pocos textos del Magisterio sueñan como los profetas del Antiguo Testamento que anuncian un logro final de Dios como el surgimiento de una sociedad exitosa de justicia y de paz (salm.85,10ss). San Pablo mencionó la liberación final de toda la creación (Rom. 8,19) una espera de la revelación de los hijos de Dios. El Papa Francisco lo subraya brevemente en su exhortación al clero y a los agentes pastorales, dice: es un Reino” que crece entre nosotros”, un Reino escatológico que “genera historia”. Son muy pocas estas referencias que inscriben los designios de Dios en el desarrollo de la Humanidad. Las realidades terrenales y del rol de los hombres en su progreso están en espera de Buena Nueva para ellos. Se entiende que es difícil para el clero ubicarse en un mundo procreativo, un mundo productivo, un mundo científico, un mundo artístico, su mundo religioso es otro. Por otra parte las ciencias dejaron algunas expresiones dogmáticas y algunas normas morales en contradicción flagrantes con sus conocimientos y nuevas posibilidades. Por esto, en la Iglesia católica son los laicos particularmente que tienen que tomar consciencia que el futuro de su Iglesia depende de su posicionamiento frente al mundo. La expresión antigua de “Reino de Dios” puede ayudarles a pensar a una evangelización con los pies en la tierra.
Evangelizar con la idea del “Pueblo de Dios” es revelar a los hombres su verdadera identidad y pertenencia a Dios. Hablar del “Reino de Dios” es dar a la historia humana su destino de eternidad.
Ser ciudadano del Pueblo de Dios y constructor del Reino exige un verdadero cambio de perspectiva, una conversión, un “salir” de sí mismo. Los evangelizadores deben abandonar los ámbitos calientes de fe compartida. Si quieren hablar de Dios a los que no lo conocen, tienen que partir del punto de vista del no creyente. A fuera de la Iglesia, las creencias no significan nada. La predicación y la catequesis pueden formar y animar a los cristianos al interior de la Iglesia pero el adoctrinamiento y la guía de las consciencias que preocupan tanto a los mandamases de la Iglesia no sirven al exterior de la cristiandad. El anuncio del evangelio como Buena Nueva se debe anunciar forzosamente entre las preocupaciones humanas.
Por esto, hablar de una Iglesia “en salida” no es adecuado porque es todavía una mirada introspectiva, es partir de una visión de fe “creída” cuando la evangelización es de fe “creativa”. Suscitar la fe a nuestros contemporáneos no es tan fácil como lo hicieron los misioneros antiguos que ofrecían toda una civilización junto con el mensaje cristiano. Las iglesias cristianas de nuestro tiempo no tienen el trasfondo cultural ni el prestigio para hacerlo, sólo les queda la fuerza de la Buena Nueva. Par entender esto pueden ayudar unas referencias a algunos movimientos teológicos del siglo recién pasado..
Después de la segunda guerra mundial unos teólogos “políticos” (Rahner, Metz, Tillich, Moltman…) buscaron cambiar el rumbo de la(s) Iglesia(s) para que estas se hagan servidoras de la Humanidad. Era un cambio de postura. No fueron tomados en cuenta ni en la jerarquía ni en la formación del clero católico ni entre los pastores. Los mismos teólogos del Concilio que habían dejado alguna esperanza de abertura de la Iglesia fueron también olvidados y el centralismo católico y el fundamentalismo evangélico recuperaron su dominio. No se pudo hablar de Dios desde la política, los problemas humanos. Los cristianos para el socialismo del 70 experimentaron la misma dificultad. Actualmente las Iglesias dejan hablar el Papa y sencillamente se quedan calladas en política, toman el camino cómodo de la caridad ahorrándose el papel profético de denunciar la opresión de los pobres.
Curiosamente en latino-américa apareció posteriormente la teología “de la Liberación” una expresión de fe que emergió de las mismas reivindicaciones sociales de las víctimas de las injusticias sociales, de los sufridos, de los marginados. Los Papas y obispos que condenaron los teólogos de la liberación no entendieron que la fe podía expresarse de a fuera de su ámbito conservador. Para los tradicionalistas, hablar de doctrinas sociales, de “opción para los pobres”, es predicar desde el pulpito, como docentes como líderes de generosas instituciones caritativas. Se entiende que no resulta hablar de Dios de arriba hacia abajo o hacia a fuera. Son las mismas injusticias que pueden gritar al cielo y son las victimas que pueden concebir más auténticamente un Dios Libertador.
Sorpresivamente, apareció paralelamente en el hemisferio norte otra teología que por su radicalismo sacudió los espacios teológicos. Su postulado parte de la experiencia límite de vivir “como si Dios no existiera”. En realidad, gran parte de nuestros contemporáneos viven concretamente de esta manera. Llamaron estos teólogos: “teólogos de la muerte de Dios” porque parecieron querer borrar a Dios de las preocupaciones humanas. A lo contrario lo que pretendían fue denunciar la perversión de las imágenes de Dios en las religiones. Declararon que se había llegado a un tal nivel de malversación que convenía olvidarse de todo el teísmo y de toda religiosidad fácil y cómoda antes de hablar de Dios. Sus posiciones recuerdan la áspera crítica de la religión de F. Nietzsche que decía que bastaba asistir a un funeral religioso para darse cuenta que Dios había muerto. Estos teólogos no llegan a tal extremo de borrar a Dios de la existencia humana, pero quieren ser “honesto” con Dios y hablar de Él desde la `perspectiva de un mundo “sin Dios”. Para ellos, esta incredulidad no incluye solamente a los ateos y a los agnósticos sino que abarca todos los seudos creyentes que mantienen ritos formales y que son los consumidores de los supermercados religiosos. Esta teología tuvo pocas repercusiones pero tiene el acierto de haber planteado la evangelización desde el abandono del Dios de nuestros contemporáneos. Restaurar la imagen de Dios es a veces más complicado que de anunciarlo donde es poco conocido.
Un cambio de perspectiva para la evangelización no significa perder las referencias a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador. Las expresiones de fe pueden evolucionar y cambiar. En los caminos de una nueva evangelización será imposible mantenerse en el dogmatismo tradicional, la casuística moral o las sensiblerías devocionales. Algunas estrategias misioneras del tiempo pasado, por fuerza tienen que cambiar. También hay que decir que las críticas de las instituciones religiosas (salvo los reclamos de indemnización de las victimas) resultan pérdidas de tiempo.
Los caminos de evangelización pueden ser diversos y no siempre coincidir por esto lo que conviene aplicar es el criterio de Gamaliel (Hechos 5,34ss) que declaró que lo que subsistirá con el tiempo será lo de Dios.
Prosiguiendo la reflexión para una “Nueva evangelización”, falta especificar algunos nuevos espacios laicos de evangelización y lo primero es ubicarse en la propia existencia personal. Descubrir, en lo propio, ese vivir “como si Dios no existiera” que debe ser el punto de partida. No se trata de reprocharse la poca fe sino este terreno nuevo de evangelización, a menudo un espacio olvidado. Estos sectores de la vida intima pueden ser placenteros o penosos, satisfactorios o frustrantes, culpabilizadores o reconfortantes, superficiales, importantes o de rutina. Su propio vivir “sin Dios” espera recibir la Buena Nueva de la benevolencia divina, de su poder, su perdón, su liberación, su futuro…Basta detenerse a pensar y a interrogar su vivencias, sus ¿“porque”, sus “cómo”, sus “y después”…?. En esta reflexión de la vida se descubrirá la profundidad o el misterio de la vida que puede entra en resonancias o en sintonía con algunos mensajes del evangelio. Se buscará expresar el sentido de este encuentro con Dios, para después llegar a celebrarlo, a agradecerle, pedirle… No hay que temer nuevas palabras ni nuevos comportamientos religiosos, el proceso de la evangelización de la propia vida es una aventura, el camino.
Las reuniones entre cristianos son habitualmente de liturgia, de predicaciones, de catequesis y/o de organizaciones. En ellas se pueden rezar, aprender y obrar para fortalecer la fe pero, usualmente, estas actividades no se prestan para interesar los espacios “paganos” de la vida de los participantes y enfocar con ellos una evangelización.
Tomando como ejemplo la catequesis, se puede ver distintas perspectivas. Una catequesis tradicional partirá del mensaje cristiano y explicándolo sacará aplicaciones para la vida. Una catequesis más existencial toma, ella, un tema de interés o de actualidad y desde allí buscará relacionarlo con el evangelio y con Cristo. De esta manera, ambos métodos buscan interconectar la fe y la vida. El predicador o el catequista tiene que alternar estos dos métodos según de la necesidad de la comunidad o grupo cristiano. Cada oyente deberá sacar por su cuenta lo que necesita para creer y será a menudo una fe muy personal colocada en un espacio “religioso acomodado de su vivir. Esta cultura religiosa es muy distinta de la cultura científica. Ésta acostumbra estudiar, explicar y utilizar las cosas, las realidades, los hechos, sin implicar las personas en el proceso, a lo contrario de la comunicación de fe que busca involucrar las personas con todas sus subjetividades. Es lo que se busca cuando se incentiva la pastoral de comunidades en la feligresía. Urge en la Iglesia católica una evangelización interna más vivencial más integral y más expresiva. Integrar un máximo de los ámbitos de su vida en la fe es el desafío inicial para un evangelizador. Haber experimentado una buena nueva para alguna faceta postergada de su vida comunica el entusiasmo para evangelizar la sociedad.
La formación del evangelizador debe consistir en una autoformación no solamente personal sin también grupal porque la interacción entre las personas permite un fortalecimiento y a la vez una capacitación para entrar en otros espacios. El grupo que se reunirá decidirá emprender un camino (periodicidad de reuniones) por el cual no hay itinerario preestablecido. Se sabe de dónde se parte, (por ejemplo simplemente de la palabra “evangelio”) pero sin a priori y sin objetivos definidos, sin cohibiciones, se va intercambiando sentimientos, motivaciones, intereses buscando progresar en comprensión Jesús dijo: Yo soy el Camino…” Se designaba los primeros cristianos como “los del Camino”. Conviene aplicar las técnicas básicas de dialogo: un coordinador de turno, ser atento y escuchar a los demás, hacer hablar, expresarse sencillamente con interrogaciones y explicaciones personales, más sensibles que racionales , descubriendo consensos y diferencias. Lo importante es darse cuenta de lo que se dice explicitándolo para su comprensión de los demás y, de la misma manera, escuchar a los otros buscando captar de manera sensible sus expresiones.. Progresando en el dialogo se dará importancia a la intersección de las expresiones y de los sentidos que surgen. Y terminando cada encuentro se buscará dar forma creativa (unas líneas, un propósito) para marcar el paso que se ha dado. De intercambios a intercambios, se irá percibiendo poco a poco la necesidad de consensuar una acción correspondiente a la experiencia de una fe compartida.
Este ejemplo de estrategia grupal puede servir para crear testimonios evangelizadores personales de cada uno en su medio ambiente pero pastoralmente las laicos deberán hacerse un mapa de las situaciones urgentes o de ámbitos propicios para evangelizar.
Existen sectores de la sociedad con quienes la Iglesia está en deuda, sectores que son mal interpretados, marginales, sectores a quienes les han privado de una honesta referencia a Cristo. Se puede pensar en primer lugar a las mujeres. Ellas son un espacio que necesita la buena nueva, una mejor y honesta referencia al evangelio. Hay el sector de los homosexuales que fue abusado por el clericalismo y a la vez paradojalmente condenado; merecen descubrir una buena nueva para ellos; también los divorciados…Hay el mundo de la política. Los partidos políticos con “C” tuvieron su tiempo. Las doctrinas sociales rígidas de la Iglesia no siguieron evangelizando la política. Se necesita una “Nueva evangelización” de lo político, lo económico, lo cultural. Hay el mundo del trabajo, los obreros abandonados por los religiosos por ser sindicalistas, políticos. Hay los pobladores que dejan las pastorales parroquiales en el pasado. Hay los profesionales quienes como los médicos, los científicos no se cuadraron con la moralidad eclesiástica pero son capaces de enfrentarla pandemia sin respaldo religioso, Después hay las futuras generaciones que son verdaderos terrenos de misiones. Las iglesias latino americanas minimizan la descristianización en curso siguen con las ilusiones de la religiosidad popular y de la educación particular cuando muchos papás reconocen su fracaso en la transmisión de la fe a sus hijos. Las catequesis no son evangelizadoras ni en sus autores ni en sus métodos.
Las religiones se dejaron confinar en la vida privada. Se ha deja a Dios de lado en las organizaciones sociales, en la cultura y en la república entera. Las religiones están en una condición inferior a los deportes o el arte. Cada confesión religiosa se repliega sobre sí misma y la Iglesia católica no parece escapar de ser una secta más. Las corrupciones en las que se vieron involucradas las religiones injurian al cielo pero lo más grave son las masas quedadas sin Dios por su culpa.
En las perspectivas de un esfuerzo de evangelización se puede considerar que surgieron unas preocupaciones especiales de nuestros contemporáneos que pueden resultar auténticas plataformas para la evangelización. Unos cristianos están a favor de los mismos derechos humanos (que nacieron fuera de las iglesias), por la Ecología, contra el calentamiento global, el consumo excesivo, , las políticas contra las desigualdades sociales, a favor de los inmigrantes, tienen l afán para la astrología, los deportes, el turismo…. En estas situaciones oportunas para evangelizar, no será suficiente entregar un testimonio personal y ocasional, será necesario idear unas estrategias de reflexión grupal y de redes para difundir la luz de la fe. La evangelización no depende de una autorización o un mandato eclesiástico para jugársela, los laicos cristianos deben sentirse libres de solidarizarse con otros hombres en las acciones humanitarias. Como botón de muestra de esta dificultad recordemos que las posturas clericales acerca de la regulación de los nacimientos han marginados a muchos padres cristianos. Si ellos habrían podido expresarse positivamente sobre su responsabilidad con la vida y dar la Buena Nueva correspondiente, la descristianización no sería tan grave. La falta de libertad de expresión en la Iglesia y el control ideológico es un impedimento a la hora de evangelizar.
Concluyamos por designar el lugar donde Dios está escandalosamente ausente. En cada iglesia cristiana hay un espacio de resistencia, de pasividad o aún de rechazo para la unión de todos los discípulos de Cristo. El desafío de evangelizar enfrenta la incoherencia más grande del cristianismo: la desunión de los cristianos. El simulacro del ecumenismo cupular y las tímidas mesas de diálogo interreligioso no son esfuerzos serios de evangelización. Dios Padre quiere ser “Buena Noticia” para todos los hombres.
Frente al desastre de la descristianización de la humanidad, el último recurso será siempre unirse a la oración misma de Jesús que rezó para la unidad de sus apóstoles… “para que el mundo crea”. (Juan 17, 21)