Romero fue asesinado con un rifle con mira telescópica 257 Roberts de Remington por uno de los miembros de la seguridad de Molina
«¿Y por qué quiere hablar ahora?» «Por mis hijos. Es que hasta ellos me ven como Hitler«. Quien habla es el capitán retirado Álvaro Saravia, condenado en Estados Unidos por el asesinato del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, hace ahora 30 años. Saravia rompe tres décadas de silencio para reconocer su participación en la muerte de Romero e involucrar en la trama al hijo del ex presidente Arturo Armando Molina.»D’Aubuisson sí participó, pero no lo ordenó», afirma ahora.
En una entrevista al diario salvadoreño El Faro, Saravia explicó que proporcionó a los asesinos un auto con conductor y que participó en los preparativos del crimen.
Además, dio detalles sobre el papel que jugó el extinto mayor Roberto D’Aubuisson, el militar que fundó el derechista partido ARENA (Alianza Republicana Nacionalista).
«El tirador no salió del equipo de D’Aubuisson, sino del otro conspirador: Mario Molina, hijo del ex presidente Arturo Armando Molina. Mario Molina aportó el asesino, el arma y el equipo de seguridad«, aseguró este lunes al periódico.
El coronel Arturo Molina gobernó El Salvador de 1972 y 1977 y se desconoce donde vive su hijo Mario Molina, hermano del ex ministro de Defensa del anterior gobierno derechista salvadoreño, Jorge Molina.
Por denunciar la injusticia social y la represión militar y de los escuadrones de la muerte, Romero fue asesinado al atardecer del 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba misa en el hospital La Divina Providencia.
Saravia, quien fue lugarteniente de D’Aubuisson, vive en condiciones precarias en un país no revelado por El Faro, y está prófugo de la justicia de Estados Unidos, que le condenó hace tres años a pagar 10 millones de dólares por su responsabilidad civil en el homicidio de Romero.
El militar, de 64 años, recordó como la mañana del 24 de marzo de 1980 amaneció en una casa de seguridad con Fernando Sagrera (‘El Negro’) y «entonces llegó el capitán (Eduardo) Avila enseñando donde iba a dar la misa monseñor Romero y que ellos habían preparado algo para eso, pero que necesitaban un carro».
Saravia proporcionó un Volkswagen Passat color rojo y a su chofer Amado Garay para llevar a los asesinos hasta el hospital de enfermos de cáncer La Divina Providencia, en el norte de San Salvador, donde Romero oficiaría una misa en memoria de Sara Meardi de Pinto, tal y como consignaba un aviso que apareció en el periódico que llevó Avila.
El chófer Amado Garay, después de ver que otros involucrados en el homicidio eran asesinados, decidió emigrar a Estados Unidos, donde declaró contra Saravia y ahora es un testigo bajo protección.
Al ser preguntado quiénes preparaban la operación contra Romero, Saravia respondió que «Mario Molina mandaba a pedir un carro, no sé las palabras exactas de la reunión de hace 30 años».
El Negro Sagrera, según Saravia, contactó telefónicamente a D’Aubuisson y éste le ordenó «hácete cargo» y entonces, tras acordar la entrega del vehículo, se reunieron en el hotel Camino Real, una hora antes del asesinato.
«A qué horas nos podemos juntar para darte el carro pues le dije yo, mira con seguridad nos vemos, pongámole una hora antes de la muerte de Romero nos reunimos en el hotel Camino Real, tenía que localizar a (Amado) Garay, tenía que localizar en qué carro y desgraciadamente fue en ese carro rojo», recordó Saravia.
Con un rifle con mira telescópica 257 Roberts de Remington, fue asesinado Romero por uno de los miembros de la seguridad de Molina, que era francotirador y había pertenecido a la temida Guardia Nacional.
Tras cometer el crimen, los asesinos, según Saravia, se fueron a escuchar las noticias de la radio para confirmar la muerte del pastor.
Otro implicado, el Negro Sagrera, también rompió el silencio que mantuvo a lo largo de 30 años, negando responsabilidad en el homicidio (aunque es inculpado por otros tres participantes), y declaró al diario digital La Página que su involucramiento en el crimen se debió a su amistad con D’Aubuisson.
«Creo que (las acusaciones) se deben a mi íntima amistad con Roberto D’Aubuisson. Obviamente no soy monedita de oro para algunos; yo soy amigo de Roberto, fui amigo, lo enterré (…) supongo que por eso», señaló Sagrera considerado también mano derecha del líder anticomunista.
La Iglesia católica salvadoreña, que aguarda el proceso de beatificación de Romero, concluirá este miércoles los actos conmemorativos del trigésimo aniversario del asesinato.
En 1993, luego del fin de la guerra civil, una comisión de la verdad de la ONU atribuyó la autoría intelectual del crimen de Romero a D’Aubuisson, muerto un año antes.
(Rd/Afp)