"Quien nos juzga es Dios; no debemos tener miedo del juicio de los hombres, siempre limitado y, de vez en cuando, falso".
(Patricio Downes).- El abad de los Canónigos Regulares Lateranenses, Bruno Giuliani, envió una disculpa y un llamado al silencio a una de las víctimas de acoso y abusos sexuales y de autoridad de un párroco de Rosario, la segunda ciudad de la Argentina. Las víctimas son una decena, entre ellas un monaguillo adolescente, menor de edad cuando ocurrieron los hechos y con una discapacidad mental. El joven al que Giuliani dirigió la carta, de quien sólo se conoce la inicial «G» de su nombre, sería uno de los más importantes militantes de la Acción Católica de Rosario.
Este joven, que no es menor, según revelaron fuentes confiables y reconoció el propio arzobispo local José Mollaghan, recibió una indemnización de 200.000 pesos equivalente a unos 40.000 euros, a cambio de su silencio.
El abad Giuliani, sorprendentemente, exculpa de culpabilidad ¡a la víctima, pero admite que el «grave incidente moral… te ha provocado consecuencias serias, tanto a nivel personal como a nivel de las relaciones con el ambiente parroquial y educacional, donde desarrollabas diversas actividades».
Para estos días se aguarda el regreso de Roma de la segunda autoridad de la congregación, que en todo el mundo tiene unos 350 miembros. Se trata del argentino Raúl Lutz, quien suplantó como administrador parroquial al ex párroco Reynaldo Narvais, de 46 años, acusado de abusos sexuales y de autoridad.
Lo notable de la nota, fechada en Piazza San Pietro in Vincoli 4 A de la ciudad de Roma, el 27 de septiembre de 2009, es que el religioso le escribe al profesor G. reconociendo «el grave incidente moral, provocado por desgracia por un hermano nuestro».
Más aun, Giuliani lo exhorta a G. a «superar con serenidad las consecuencias de este triste episodio«. Y, quizás sin reconocer el carácter delictivo de la actuación de su sacerdote, señala: «Quien nos juzga es Dios; no debemos tener miedo del juicio de los hombres, siempre limitado y, de vez en cuando, falso».
El caso fue ampliamente difundido por el diario local La Capital, quien realizó una impecable investigación, y por otros medios como 30Noticias, Cadena 3 y varios sitios de Internet.
Pero esta carta es una pieza fundamental, difundida en exclusividad por Religión Digital, ya que un pacto de silencio obligó a las víctimas a no realizar la denuncia ante la justicia. Nada pudo hacer ante esto la fiscal Adriana Camporini, quien actuó de oficio apenas se divulgó el caso, pese a lo cual presentó un escrito ante la jueza de Instrucción Penal Raquel Cosgaya.
El arzobispo de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, dijo en marzo a la agencia oficial del Episcopado AICA que el sacerdote denunciado, el párroco, Reynaldo Narvais, «dejó de ser párroco de Nuestra Señora de Pompeya en 2008, y a partir de ese momento carece de licencias ministeriales».
Mollaghan afirmó en declaraciones televisivas, que están en Internet, que las denuncias eran difusas contra el cura Narvais. Sin embargo, en marzo a través de AICA, dijo que -ante las denuncias de los fieles de la Parroquia Nuestra Señora de Pompeya pidió una investigación canónica al abad de la provincia argentina de los Canónigos Regulares Lateranenses, padre Félix Paredes. A todo esto, Narvais fue suspendido en su ministerio parroquial y separado de su cargo de director de la escuela que depende de la parroquia.
El arzobispo Mollaghan, según sus propias declaraciones en un comunicado difundido por AICA, habló personalmente con el abad Bruno Giuliani, quien reside en Roma. Agregó que este viajó en dos oportunidades al país «ocupándose personalmente del caso». Los canónigos lateranenses son una veintena en la Argentina, con parroquias y colegios en Salta, Jujuy, Rosario y Buenos Aires.
En Rosario los lateranenses habían desarrollado una prolífica tarea en la parroquia San Miguel, que luego entregaron a la arquidiócesis. Ahora sólo mantienen en esa ciudad la parroquia de Pompeya, pero el arzobispo Mollaghan se abstuvo de nombrar párroco al actual administrador Raúl Lutz, esperando el fin del proceso canónico.
En los medios periodísticos de Rosario se aguarda con expectativa al «administrador parroquial» Lutz, quien informaría cuál es la decisión que adoptó en Europa el capítulo general de los lateranenses realizado en Rímini, Italia, hace unos días.
Según las precisas instrucciones de Benedicto XVI, la Iglesia debería dar paso ahora a la justicia civil. Lo cierto es que, tras las denuncias verbales y también escritas ante el arzobispo Mollaghan, se inició el proceso canónico. Sin embargo, ni el arzobispo de Rosario, ni la Congregación de los Canónigos Regulares Lateranenses, dio paso a la actuación de la justicia. Más aun, el propio abad de los canónigos, Bruno Giuliani le señaló a la victima «G» que el juicio de los hombres siempre es «limitado y, de vez en cuando, falso».
Por otra parte, en la misma misiva, cuyo facsímil se reproduce, el abad admite que «en las dos visitas que he realizado recientemente a la Argentina, y en continuidad en la búsqueda por acertar en la verdad de los hechos, yo no he constatado ningún elemento que pueda declararte culpable de corresponsabilidad».
Tras esta «absolución» lanzada sobre la víctima del abuso, Giuliani le pide «superar» las consecuencias de «este triste episodio».
Finalmente, el abad, le aconseja a la víctima que «como padre de familia, y como líder en la comunidad cristiana donde vives y actúas, debes mirar a Jesús, que se ha hecho ‘pecado’, para rescatar a los pecadores«.