Se trata del Grupo de Sacerdotes "Enrique Angelelli", un obispo asesinado por la dictadura militar

Sacerdotes de Argentina a favor de casamiento y adopción para personas del mismo sexo

Su principal referente Nicolás Alessio se reconoce sucesor y continuador de los "curas tercermundistas"

Sacerdotes de Argentina a favor de casamiento y adopción para personas del mismo sexo
Padre Nicolás Alessio, párroco de la Arquidiócesis de Córdoba.

(Patricio Downes) «Jesús jamás condenó ni mencionó la homosexualidad», manifestó en una declaración pública el Grupo de Sacerdotes «Enrique Angelelli», de la provincia de Córdoba, en la zona central de Argentina.
La agrupación de sacerdotes católicos cuya cabeza más notoria es el párroco de San Cayetano, Nicolás Alessio, manifestó su apoyo a la ley que permitirá el matrimonio entre personas del mismo sexo. «Ante la posibilidad de una ley que permita a personas del mismo sexo ser ‘matrimonio’ y vivir profundamente el amor y la sexualidad, entendemos que aprobarla, acompañarla y profundizarla nos pone en el camino del Evangelio de Jesús», señaló el grupo.
Agregó que se trata de «un Jesús que nos ha revelado el rostro amoroso de su Dios. No necesariamente ni siempre, la iglesia oficial, y sus opiniones, coinciden con el Evangelio. Este tema es uno de esos casos».
El texto sacerdotal católico contradice en todo la posición de la Iglesia Católica en la Argentina, que se opone de plano al proyecto de ley que permitirá casarse y adoptar hijos a las personas del mismo sexo.
«Quién podría negar que las personas del mismo sexo pueden vivir de manera, adulta, libre y responsable su sexualidad? Nadie puede, y menos en nombre de Dios, afirmar que hay una sola manera de vivir la sexualidad y el amor», señalaron los curas.
Entre otros puntos, el Grupo Sacerdotes Enrique Angelelli subrayó que «Jesús nunca fijó una doctrina cerrada sobre el matrimonio, simplemente siguió las costumbres de su época y avanzó en reconocer y defender, de una manera especial a las mujeres, en un contexto social machista y patriarcal».
«Jesús jamás condenó ni mencionó la homosexualidad, sí se enfrentó a los soberbios, a los que se creían puros, a los que tenían el poder opresor, a los que esclavizaban, a los que humillaban. Jesús siempre puso la Ley al servicio de una mayor humanización, donde el centro sea la persona y, sobre todo, los proscriptos, los olvidados, los últimos», agregaron.
Para el grupo de sacerdotes cordobeses, «el término ‘homosexual’ no aparece en la literatura sino hasta fines del siglo XIX, en los tiempos bíblicos no existía una comprensión elaborada de lo que actualmente entendemos por orientación sexual. Mal se podría condenar la homosexualidad».
«Toda la revelación bíblica apunta a centrarnos en el amor, sin exclusiones de ningún tipo, y con predilección por los marginados, los proscriptos, los ninguneados, los postergados, los acusados», indicó luego.
El resto del documento es el siguiente:

– si algunos textos del Antiguo Testamento parecen condenar la homosexualidad, en realidad lo que están rechazando, es, o la idolatría que tal práctica revelaba o, en todo caso, como en el caso de Sodoma, la falta de hospitalidad, en Ezequiel 16:49-50 por ejemplo, «Sodoma» es soberbia, gula y no socorrer al pobre y al indigente, es decir, no tiene nada que ver con un pecado «sexual». Por otra parte, esos textos del Antiguo Testamento, jamás se refieren a las lesbianas, solo hablan de los varones.
– si algunos textos de las cartas apostólicas incluyen en sus listas de «pecado» a la homosexualidad, es solo para adaptarse a los códigos morales greco romanos, y en ese sentido recordar el pecado de idolatría que tales costumbres significaban, o condenar las practicas de abuso, prepotencia, explotación sexual, sean éstas hetero u homo sexuales, pero de ninguna manera expresan una condena a la homosexualidad como tal.
– toda la revelación bíblica y con más razón, el Nuevo Testamento, no es un código de moral, citar textos aislados para condenar la homosexualidad es un fundamentalismo anacrónico incapaz de entender los textos en su lugar histórico particular, es usar algunos textos para justificar los propios prejuicios. Hacer de la Biblia un manual de moral sexual sería caer en el legalismo judío duramente criticado por Jesús, la Biblia es la revelación de un Dios que nos quiere ver libres, gozosos y felices y que por eso, nos invita a enfrentar a todo el que oprime, discrimina, rechaza, expulsa, odia, segrega, separa.
Entendemos la homosexualidad, como una manera distinta, diferente, diversa, de vivir la sexualidad y el amor, no como una rareza y menos como una enfermedad. Desde hace 37 años la homosexualidad no se considera un trastorno psiquiátrico y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de la OMS (Organización Mundial de la Salud) la eliminó como trastorno mental el 17 de mayo 1990 por considerar, con criterios científicos, que no correspondía a una patología, sino que es parte de la diversidad del ser humano.
Quién podría negar que las personas del mismo sexo pueden vivir de manera, adulta, libre y responsable su sexualidad? Nadie puede, y menos en nombre de Dios, afirmar que hay una sola manera de vivir la sexualidad y el amor. La naturaleza, rica en multiplicidad, también nos enseña que la diversidad no atenta contra ella, si no que la embellece. Citar a la «ley natural» para oponerse a esta legislación es solo una posición fijista, dura, congelada, de la realidad pretendida como «natural», sin entender los complejos procesos culturales.
Entendemos que un legislador, puede profesar profundamente su fe cristiana y católica, y, a la vez, con total libertad de conciencia, pensar, definir y actuar distinto a lo que propone la jerarquía eclesial. En la Iglesia Católica no hay un «pensamiento único», hay lugar para la diversidad y la pluralidad. Por otra parte, un legislador, no legisla para la comunidad católica, legisla para toda la ciudadanía. No debiera ofender ni molestar a nadie, por el contrario, debiera ser motivo de alegría, que las personas del mismo sexo, que tradicionalmente han sido objeto de burlas, discriminaciones, condenas, estigmas, anatemas, prejuicios y obligadas a vivir en la clandestinidad u ocultando sus más profundos sentimientos, hoy puedan sentirse libres y amparados por una ley de la Nación que les reconoce su derecho al amor y a la familia, no como una concesión de mala gana, si no como un derecho inalienable.

 

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