Fue pionero de la opción preferencial por los pobres, aquellos que eran víctimas de la muerte evitable, la más cruel
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La presencia de Samuel Ruiz continuará viva en Chiapas, principalmente entre los pueblos indígenas y las personas que menos tienen, aseveró Heriberto Cruz Vera, apoderado legal de la diócesis de San Cristóbal de las Casas.
En conferencia de prensa, el prelado anunció que a las 15:00 horas comenzó la celebración de una misa en honor del obispo emérito en la parroquia de Santa María de la Anunciación, en el sur de la ciudad de México. Lo cuenta El Economista.
Cruz Vera señaló que el cuerpo del obispo emérito será trasladado por vía aérea a Chiapas, donde será recibido por un cortejo integrado por los obispos de San Cristóbal de las Casas.
Ellos lo escoltarán hasta la Catedral de esa ciudad, donde será velado hoy y mañana, mientras que el miércoles 26 de enero será sepultado en uno de los altares laterales.
De igual forma indicó que todas las comunidades indígenas del estado fueron informadas del suceso, por lo que se realizarán diversas misas en recuerdo del prelado.
Samuel Ruiz cumpliría el próximo martes 51 años de ordenación episcopal, es decir como obispo, por lo que es muy significativo que en este aniversario se celebre también su pascua, comentó el sacerdote.
Detalló que durante los 10 días que estuvo enfermo de gravedad, el obispo emérito se mantuvo tranquilo, en calma y consiente; el deceso se debió a una neumonía que unida a la diabetes que padecía ‘puso fin al caminar de nuestro querido tatic Samuel’.
La Secretaría General del Episcopado Mexicano confirmó, a su vez, que el cuerpo del obispo Samuel Ruiz García será trasladado a la diócesis que dirigió por 40 años y su velación iniciará a las 19:00 horas en la Catedral de San Cristóbal de las Casas.
En un comunicado, precisó que el miércoles a las 12:00 horas se llevará a cabo la misa de exequias en ese templo, donde reposarán los restos del prelado, quien nació el 11 de noviembre de 1924 en Irapuato, Guanajuato.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se unió ‘en oración para pedir a Dios, nuestro Padre, por su eterno descanso con la esperanza de estar gozando de su presencia’.
Dicho organismo recordó que Samuel Ruiz fue ordenado presbítero el 2 de abril de 1949; el papa Juan XXIII lo nombró obispo de Chiapas el 14 de noviembre de 1959 y fue consagrado en la Catedral de San Cristóbal de las Casas el 25 de enero de 1960.
Su trabajo con las comunidades indígenas fue tan intenso y profundo, que los indígenas tzeltales de la zona de Los Altos de Chiapas lo llamaban «Tatic«, que significa padre.
El 3 de noviembre de 1999, día en que cumplió 75 años y fiel a lo prescrito por el Concilio Vaticano II, firmó su renuncia a la diócesis, que le fue aceptada hasta el 30 de marzo del año 2000.
Desde ese día y hasta el 1 de mayo de 2000 fungió como administrador diocesano, hasta la llegada de su sucesor. Su última sede parroquial fue el templo de La Sagrada Familia de Nazareth, en la ciudad de Santiago de Querétaro, donde residía.
Don Samuel, ese converso
Nadie iniciará nunca su beatificación y por lo tanto no habrá un Samuel Ruiz en los altares. Pero el bien que hizo el que fuera obispo de San Cristóbal de las Casas durante su ministerio episcopal y en el decenio posterior a su retiro es la más clara señal de que era un hombre escogido por el Dios en que creyó desde el fondo de su corazón.
Don Samuel pasó de ser un muchacho brillante, una joven promesa, a una madura realidad pero en un sentido por entero opuesto al que permitía augurar el comienzo de su carrera eclesiástica. Con estudios superiores en Roma, estaba llamado a ser parte de la clericracia. En la diócesis de León fue rector del seminario y canónigo, apenas llegado a la tercera década de su vida. Por ello fue elegido obispo de San Cristóbal de las Casas, cuya consagración ocurrió un día como hoy, el 25 de enero de 1960. Durante los primeros años de su desempeño don Samuel fue un obispo como que se esperaba que fuera, más cercano a los pudientes de la antigua Ciudad Real que a su rebaño.
Pero la pobreza cruda, sin disfraces que padecían los más en Chiapas, fue el motor de la primera transformación, la conversión inicial del obispo. En la práctica, por su sensibilidad inteligente, fue pionero de la opción preferencial por los pobres, aquellos que eran víctimas de la muerte evitable, la más cruel. Es que apenas formaban parte del paisaje, nadie les consideraba personalidad. Cientos de años después de que el primer obispo de esa diócesis, fray Bartolomé de la Casas, pugnó ante la corona española y ante los tribunales por que se considerara a los naturales de esa tierra como gente de razón, el prejuicio y los intereses seguían entercados en impedir el pleno reconocimiento de su condición humana.
Los pobres en Chiapas, en San Cristóbal eran todos indígenas, pertenecientes a varias etnias cuyos valores, la lengua entre ellos, no sólo no eran reconocidos sino que se les combatía. Con mirada benevolente, don Samuel compartió durante años el credo oficial, de la Iglesia y del gobierno, de que el mejor modo de ayudar a los indios era haciendo que dejaran de ser indios. Pero esa cruel paradoja enseñó pronto sus límites a un hombre con luces morales e intelectuales de carácter excepcional, como don Samuel. De modo que no tardó en convertirse en promotor de los derechos de los pueblos indígenas, pertenecieran o no al catolicismo, y por ello fue piedra de escándalo.
La crisis agraria de los ochenta (precedida en los años anteriores por un agravamiento de la lucha por la tierra) fue resultado de la prevalencia en Chiapas de un régimen feudal que negaba sus derechos a los propietarios originales. Esa lucha contó siempre con don Samuel y sus sacerdotes, más de uno de los cuales sufrió por ello persecución. También la padecerían al acoger a los refugiados guatemaltecos.
Como la pugna vital de don Samuel consistía en eliminar las discriminaciones, promovió la participación de los laicos, esos menores de edad frente a las autoridades de la Iglesia tradicional, en la vida pastoral de su diócesis. La consagración de diáconos casados no era simplemente un asunto digamos laboral, la habilitación de personas que auxiliaran profesionalmente a los sacerdotes, sino una muestra de respeto a los católicos, que provocó temor e indignación en el conservadurismo vaticano, con el que el Tatic (padre en la lengua que él aprendió) tuvo conflictos.
La cada vez más acendrada toma de conciencia de don Samuel respecto de los asuntos que concernían a los fieles pertenecientes a su diócesis puso al prelado en el dilema de hacer respetar los derechos mediante la violencia armada o a través de la movilización social. Al comenzar los noventa creció la presencia de quienes optaron por el cambio inmediato, apelando a las armas. Fue tarea del obispo respetar esa opción sin estorbarla ni menos condenarla.
Esa actitud le permitió, cuando insurgió el zapatismo armado, convertirse en mediador, pues contaba con la confianza de los alzados y de quienes, tras una inicial decisión de meramente reprimirlos, optaron después por el diálogo en pro de la paz.
La mediación a favor de la paz fue la seña de identidad de don Samuel a partir de aquel 1994. Renuente a los personalismos protagónicos, institucionalizó su papel de mediador y convocó a personajes de gran talla en la sociedad civil a integrar la Comisión Nacional de Intermediación.
Superada la etapa en que la Conai fue útil, su papel se extendió fuera de Chiapas y se afianzó en la atención a conflictos sociales de diversa naturaleza. Con el mismo afán que construyó siendo obispo el centro de derechos humanos que lleva el nombre del fundador de su diócesis, el Frayba, como con familiaridad entrañable se le conoce en aquella región, don Samuel alentó después de su jubilación el establecimiento de Serapaz, Servicios y Asesoría para la Paz. Durante sus años de obispo, don Samuel impregnó con sus convicciones a su presbiterio, de un modo que después se repetiría en la Conai y en Serapaz.
La misión postrera de don Samuel, entre muchas otras tareas pues su dinamismo infatigable lo hacía multiplicarse, se desplegó en la promoción de la libertad de los presos de Atenco, y en la Comisión de Mediación, solicitada por el EPR para conseguir la presentación con vida de dos miembros suyos hechos desaparecer por el Estado. Lejos todavía de su objetivo, la Comed había sufrido ya la sensible pérdida de Carlos Montemayor, a que se suma ahora la de don Samuel. Pero ninguno de los dos en realidad se ha ido. Aquí están.
Miguel Ángel Granados Chapa en La Vanguardia