Indígenas, afrodescendientes, mujeres, organizaciones de derechos humanos y hasta el mismo presidente de Ecuador, Rafael Correa, se acercaron a arropar al sacerdote
Monseñor Gonzalo López Marañón, quien fue obispo por cuarenta años de Sucumbíos, una provincia en la Amazonía ecuatoriana y fronteriza con Colombia, lleva once días sin comer nada para reivindicar la «reconciliación» en esa región, donde dos modelos de iglesia católica y sus seguidores están enfrentados.
María Ángeles Vaca, portavoz oficial de la jornada de ayuno y oración de monseñor López Marañón, pues el padre no concede entrevistas, explicó a Efe que el sacerdote no volverá a probar bocado hasta que no haya «signos visibles de la reconciliación» en Sucumbíos.
Durante cuarenta años, los Carmelitas de los pies descalzos, orden de López Marañón, construyeron un modelo de iglesia social y comunitario, en el que participaban todos los habitantes de Sucumbíos a través de una Asamblea Diocesana, formada también por grupos laicos, explicó Vaca.
Sin embargo, cuando López Marañón, de origen español, se jubiló, el Vaticano designó como su sustituto a ocupar el vicariato a Rafael Ibarguren de los Heraldos del Evangelio, quienes llegaron a Sucumbíos en octubre de 2010, «desconociendo» a la Asamblea Diocesana e implantando un modelo en el que esta orden «se asume como única instancia de toma de decisiones», argumentó Vaca.
Desde entonces, los seguidores de ambas órdenes viven enfrentados en Sucumbíos e incluso sus diferencias llegaron a los puños, por lo que al final la Conferencia Episcopal Ecuatoriana expulsó a ambas órdenes de la región y el vicariato pasó a manos del obispo ecuatoriano Ángel Polivio Sánchez, que no pertenece a ninguna orden.
Aún así, las pugnas entre los seguidores de ambos modelos aún siguen, por lo que López Marañón con esta acción pide, entre otras cosas, que se respete la Asamblea Diocesana y que finalicen las disputas entre los habitantes de la provincia.
Vaca señaló que, durante estos once días, el padre, de 77 años, sólo se alimenta de agua con miel de abeja pura y, desde hace cuatro días, consume también un «hidratante» que le recetó el médico que sirve «para compensar su cuerpo».
En este día a día en el que López Marañón duerme en una carpa en la Alameda, un céntrico parque de Quito, donde intercala sus momentos de oración con la atención a sus fieles.
Por la mañana, se levanta, va a la Capilla del Belén, en frente del parque, donde se baña, bebe su primer vaso de agua de la jornada y ora un rato.
Después, da una vuelta por el parque rezando el rosario, Vaca explicó que es el único momento del día que el padre está solo por petición propia.
A partir de entonces, empieza a atender a sus fieles que cada día llegan de diferentes partes del país para oír sus consejos y oraciones emitidos a través de una voz pausada y tranquila.
Indígenas, afrodescendientes, mujeres, organizaciones de derechos humanos y hasta el mismo presidente de Ecuador, Rafael Correa, se acercaron a arropar al sacerdote.
Correa también intervino en este conflicto oponiéndose a que Ibarguren ocupara el vicariato de Sucumbíos y calificó a los Heraldos de «secta«, algo que la Conferencia Episcopal Ecuatoriana desmintió.
Por la tarde, a las 17.00 hora local (23.00 GMT), López Marañón, de cara amigable y que se protege las orejas con un gorrito marrón, da la misa al estilo de las típicas iglesias comunitarias.
Al principio, sus oraciones se mezclan con sus experiencias y recuerda «en Sucumbíos donde éramos sacerdotes y acompañantes», mientras los asistentes lo escuchan con mirada atenta.
Vaca relató que en la misa de hoy sólo acudieron setenta personas, pero la media diaria es de 120 y el fin de semana pasado alcanzaron las 200.
Después, los presentes, personas de todas las edades, principalmente humildes, exponen sus pensamientos, temores, peticiones, reflejando el típico modelo de iglesia comunitaria, donde todo el mundo participa de la oración.
El ayuno empieza hacer sus primeros estragos al cura. Vaca relató que ha perdido cuatro kilos, le ha bajado la tensión y está cansado, pues por las mañanas cuando camina «comienza a marearse».
López Marañón llegó hace cuarenta años a la comunidad carmelita de Quito y según Vaca el padre siempre dice: «nuca me imaginé que después de 40 años de vivir en la Amazonía, volvería a la misma casa donde llegué como sacerdote lleno de ilusiones y ahora llego como medio refugiado», después de ser expulsado de Sucumbíos.
(Rd/Efe)