Al estrechar las manos de los mexicanos, estrecha idealmente las de todos los latinoamericanos
(Giovanni Maria Vian)- El viaje de Benedicto XVI a México y a Cuba puede definirse como un regreso por dos motivos. Por la continuidad con los repetidos viajes de su predecesor -«totalmente en continuidad», dijo conversando con los periodistas mientras el avión sobrevolaba Inglaterra- y por el hecho de haber estado ya en el gran país americano a principios de los años noventa. Allí ha vuelto el Papa, presentándose con sencillez a su llegada como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad, y abriendo los brazos a todos los países de América Latina, cuyo bicentenario de independencia acaban de celebrar. Verdaderamente para «estrechar las manos de todos los mexicanos» e, idealmente, de todos los latinoamericanos, acogido con cordialidad por el presidente Felipe Calderón y la calidez extraordinaria de los habitantes de León -miles por las calles para agasajarle.
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