Benedicto XVI vino, vio y venció, se llevó el cariño de los mexicanos y nos dejó la tarea de construir una sociedad justa basada en las virtudes que nos han enseñado desde el catecismo: la fe, la esperanza y la caridad
(Guillermo Gazanini).- Tres días intensos… un mensaje claro: apacentar, confortar, confirmar en la fe. Benedicto XVI habló a políticos, actores sociales, clero, obispos y jerarcas, al pueblo de Dios, a todos, hombres y mujeres de buena voluntad. El entusiasmo de León y Silao debe aterrizar y hacer realidad las palabras del sucesor de Pedro.
El domingo, en el rezo de vísperas, el Santo Padre dio los lineamientos sobre el papel, identidad y tarea de la Iglesia para que el catolicismo continúe con una labor difícil cuyo marco es una estructura política laicista-relativista en la que se debate México. La Iglesia mira ahora a sí misma: La alegría por esta visita abre el período de un examen sincero sobre el fortalecimiento y dolor que pueda sufrir el cuerpo de Cristo.
En cuanto a la respuesta, los mexicanos no dejamos lugar a dudas, sea Juan Pablo II, sea Benedicto XVI, respondimos con afecto, cariño y fidelidad al sucesor de Pedro, Cabeza de la Iglesia y de todos los obispos. No faltan agoreros fatalistas, pesimistas y empecinados en desdeñar la presencia del Papa haciendo inútiles comparaciones a pesar de que Benedicto XVI ha marcado con un estilo personal este pontificado y, por otro lado, los defensores del laicismo no dejan de lanzar la perorata usual diciendo que esta visita acelera el desmantelamiento del estado laicista, evidentemente argucias, dichos falsos y dolosos.
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