Nueva Jerusalén es un mundo donde el tiempo se ha detenido y que se ha sostenido gracias a la impunidad o al miedo de las autoridades municipales y estatales que han permitido su expansión
(Guillermo Gazanini).- El sábado 7 de julio, el diario La Razón publicó en nota principal las primeras noticias de la secta michoacana Nueva Jerusalén que, habiendo recibido un anuncio divino, comenzaría la demolición de salones de clases porque en las escuelas habita el diablo, corruptor de las buenas costumbres y de los valores de los niños de la secta milenarista cuya historia no es reciente, creciendo al amparo de la impunidad y la tolerancia de la clase política, particularmente la priísta, durante la década de los ochenta.
La Nueva Jerusalén saltó a la escena pública en 1982 cuando el periodista Juan Ruiz Healy, conductor de la versión mexicana «60 minutos», exhibió en dos programas, treinta años atrás en octubre, una población cristiana fundamentalista y milenarista cismática de la Iglesia católica fundada por el párroco de Puruarán, el cura Nabor Cárdenas. La pequeña comunidad fue creciendo hasta convertirse en un pueblo con ley propia, regido teocráticamente bajo el sumo pontífice Papá Nabor, su palabra es la norma última; su autoridad, incuestionable y todos los pleitos y desavenencias comunitarias eran pasadas por su poder.
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