Cuando habla de desterrar la corrupción, ¿está refiriéndose a problemas que conoció de cerca y, por su magnitud, lo llevaron a pensar que se requiere alguien más nuevo para la tarea?
(Ricardo Lagos, en VR).- No se necesita ser creyente para ver el alcance histórico de la renuncia de Benedicto XVI y el interés especial que ello despierta en América Latina, donde viven más del 45% de los católicos del planeta.
Sin duda, un gesto que sorprendió a todo el mundo. Un hecho inédito desde hace más de cinco siglos, cuando la renuncia fue para resolver un conflicto sobre quién era el verdadero Papa.
Hoy el tema ha estado centrado en él, en sus 85 años. Uno puede imaginarlo, apoyado en su fe, entregado a una reflexión profunda sobre el paso a dar. Y lo ha hecho porque, siguiendo sus palabras, se necesita tener «la fuerza y la energía» para enfrentar una agenda cada vez más compleja y difícil en el mundo global. Al vivir momentos «en que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento en contra» -dentro y fuera de la casa, se podría decir- y donde «el Señor parecía dormir», ha tenido el coraje de enfrentar la verdad: en Roma se necesita a otro como el Vicario de Cristo.
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