Se le aconsejó ser discreto: muchos obispos argentinos, especialmente los más viejos, se oponen a juicios basados en el compromiso social. Gracias a su cautela, el proceso siguió adelante
Un mártir de la dictadura militar argentina sería el primer beatificado en la «era Francisco» en el Vaticano. El fraile franciscano Carlos de Dios Murias, secuestrado, torturado y asesinado en La Rioja, en 1977, es conocido como uno de los «mártires de Chamical».
La causa fue iniciada, en 2011, por la diócesis de La Rioja, y el entonces obispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que firmó el documento «con discreción» para evitar ser bloqueado por otros obispos argentinos, según dijo al diario italiano «La Stampa» el sacerdote Carlos Trovarelli, ministro provincial de los Frailes menores Conventuales en Argentina y Uruguay.
«Se le aconsejó ser discreto: muchos obispos argentinos, especialmente los más viejos, se oponen a juicios basados en el compromiso social. Gracias a su cautela, el proceso siguió adelante», explicó Trovarelli.
Carlos Murias nació en 1945 en Córdoba. Su padre, un rico agente inmobiliario y político notorio de su provincia había imaginado para él una carrera militar, pero el joven Carlos prefirió ingresar al seminario y posteriormente fue ordenado sacerdote por Enrique Angelelli, el obispo militante de La Rioja, famoso por su cuidado pastoral de campesinos.
Entonces, como ahora, La Rioja era un mosaico de contradicciones, dice «La Stampa»: unas pocas familias riquísimas y una marea de trabajadores sumidos casi en la esclavitud.
Murias fue enviado para fundar una comunidad franciscana en el pequeño pueblo de agricultores de El Chamical, junto con el francés sacerdote Gabriel Longueville. Pero ya con los militares en el poder, comenzó a recibir avisos, citaciones en los cuarteles donde los soldados le advertían: «No es la iglesia en la que creemos.»
El 18 de julio de 1976, Carlos fue secuestrado por quienes se identificaron como miembros de la Policía Federal y llevados a la base de la Fuerza Aérea de El Chamical. Allí fue salvajemente torturado y finalmente fusilado. El cuerpo apareció en un descampado.
Durante el funeral, Angelelli atacó duramente al régimen militar, a quien hizo responsable por la muerte. Dos semanas después, un Peugeot 404 chocó contra el auto en el que viajaba el obispo. Angelelli murió en el siniestro, al que la policía archivó como accidente. Ahora, se está indagando el episodio como un homicidio.
(Rd/Agencias)