Hay que convertirse en eco bien orquestado de lo que Francisco dice y hace para que su mensaje sea cada vez más y mejor escuchado y hecho vida
(José M. Arnáiz, en Chile B).- Ha sido una gracia, que se ha convertido para mí en compromiso, el encuentro con Francisco vivido el 6 de junio junto con la presidencia de la CLAR. Es verdad que tiene la sonrisa contagiosa que no tenía, la serenidad que no siempre transmitía, una confianza que viene de estar en las manos del Padre y que solo a veces se encontraba en él, una nueva ternura de padre y hermano. Tiene la sencillez, el sentido pastoral, la credibilidad, el aire latinoamericano, lo mucho y bueno aprendido en la escuela jesuita y de la vida religiosa, el hablar claro y directo y el compromiso con los pobres que siempre le acompañó.
Me cuento entre los que un día lo vio como una figura emergente y ahora como una realidad maravillosa. El Papa Francisco ha sorprendido y va a seguir sorprendiendo.
Lo que más uno oye y ve en el entorno romano y del Vaticano es que con Francisco ha llegado un nuevo aire fresco que oxigenará la vida de la Iglesia. También se escucha que con su Pontificado se está perturbando, para bien, la imagen tradicional que tenemos de los papas. El P. Lombardi nos indicó que ya se sienten los buenos frutos de su presencia y su proceder; se ha dejado de hablar tanto de los abusos sexuales de los sacerdotes y de los muchos y graves problemas internos del Vaticano. En los medios de comunicación social que dan información sobre la Iglesia ahora mayoritariamente la buena noticia del proceder evangélico del Papa Francisco. No hay duda que ha hecho suyo el empeño de San Francisco: «reparar la Iglesia».
Del encuentro quedé muy impresionado con sus gestos, sus palabras y la calidad de su presencia. Entre los gestos estuvo el habernos sentado a todos en torno a él; el haberle visto tan sencillamente vestido; el cariñosísimo abrazo de comienzo y de final del encuentro; el transmitir una constante y espontánea sonrisa que según él es «gracia de estado» por ser Papa. Gracia no esperada ya que nos confío: «yo estaba en el lugar 44 en las apuestas de Londres. El que acertó, claro, ganó muchísimo». Por mi parte, ya se lo había pronosticado en el mes de octubre pasado.
Entre las palabras… narró mucho de lo que había vivido desde que fue elegido; lo hizo con humildad; gastó hasta un par de bromas. A la presidenta de le CLAR le dijo que le podía mandar ya que él sigue siendo uno de los 130.000 religiosos de América Latina… Invitó a abrir puertas. «A dar vuelta a la tortilla, a no tener miedo a denunciar y a la profecía». Habló de lo cotidiano, de lo importante de la expresión de la ternura; también entró en los grandes temas: el poder en la Iglesia no puede ser tan centralizado en Roma y concentrado en su persona, en el Papa; se refirió a los grandes planteamientos del momento socioeconómico tan inhumano; para él no son pocos los que están empeñados sistemáticamente en que haya pobres y en que sean muchos.
Más de una vez repitió una de sus palabras preferidas: no hay que ser autorreferentes; debemos vivir con y para los demás. Nos recordó que no hay que temer equivocarse alguna vez; lo que no puede faltar es la búsqueda apasionada del bien; «se debe preferir una Iglesia y una vida religiosa accidentada por salir y dar batallas que pueden enfermar a encerrarnos en nosotros mismos». Varios de sus comentarios se pueden resumir en esta frase: Amen la justicia con la misma sed de ella del que camina por el desierto y busca agua. Prefieran la riqueza de la pobreza a la miseria a la que nos conduce el bienestar moderno. Abran el corazón a la ternura en vez de prepararlo para la prepotencia. Abran la mente a su corazón y en él conserven la Palabra de Dios y háganla circular por todo su cuerpo. «El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco un panteísmo alocado. Si miramos las periferias: los indigentes, los drogados, los que duermen en la calle… Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio». «Ánimo, avancen hacia nuevos horizontes. No tengan miedo de correr riesgos yendo a los pobres y a los nuevos sujetos emergentes del Continente».
Entre lo que pude leer con su presencia está el que se le ve como un instrumento del Señor; lleno de paz como si no fuera alguien con cantidad de desafíos por delante; se advierte sin prisas; siendo lo que siempre ha sido; siente mucho no poder ir en metro y en bus por Roma y saludar a la gente en la calle; transmite ánimo y confianza. Yo mismo le compartí que frente al presente y el futuro de la vida consagrada estoy buscando algo diferente, lo hago con esperanza y confiado en que lo voy a encontrar. El confirmó que esa actitud es la suya en relación con la Iglesia. Con su presencia acierta a transmitir sabiduría y audacia y propuesta alternativa. Al mismo tiempo reconoce que él no tiene para todos los temas la última palabra y que necesita escuchar atentamente. Se le ve y siente con la seguridad que da la humildad.
El papado ha pasado por etapas muy distintas; algunos papas fueron arquetipos de bondad, santidad, sencillez y sabiduría; otros dejaron en muy mal lugar el papel del Espíritu Santo si el Espíritu Santo tuvo algún papel o le permitieron que lo tuviera. Francisco sabe el desafío es descomunal. «No va a ser sencillo cambiar los hábitos del Vaticano». Pero se nota que no le falta estrategia y eso es indispensable. Tenemos el Papa que necesitamos y casi diría que no nos lo merecíamos. Palabras suyas son también las que nos invitan a cuidar la profecía pero sin irritar a la gente, con una auténtica misericordia. Está claro que no se va a olvidar de los pobres y está claro, también, que se va a empeñar en conseguir una Iglesia que sea visiblemente samaritana.
Por supuesto que en más de un momento en largo rato que estuvimos con él me dije a mi mismo: Qué bien que podemos estar juntos y que podemos mirarnos a los ojos. Eso es una gracia; y también un compromiso: el de ser generosos en la entrega a la misma causa de Francisco: una humanidad más feliz por creer, más sana por tener para vivir, más justa e inclusiva; una Iglesia fraterna, acogedora, sencilla, que escucha a Dios en los clamores de la gente, iglesia de los pobres, despierta, que ama lo que cree y lo que anuncia, que da buenas noticias, que es mariana. Hay que convertirse en eco bien orquestado de lo que Francisco dice y hace para que su mensaje sea cada vez más y mejor escuchado y hecho vida.
Termino con una imagen que me es muy querida. Francisco ha encontrado en la Iglesia fuego; alimentado por brasas hechas de evangelio anunciado y vivido, atizadas por hombres y mujeres marcados por la santidad auténtica y por la humanidad encarnada; por personas cuyo credo es el magníficat; por movimientos empeñados en hacer realidad la fraternidad, la solidaridad, la adoración; por creyentes apasionados por Jesús y por la humanidad; por jóvenes metidos en red y entusiasmados por el servicio y la evangelización.
Pero esas brasas tantas veces están cubiertas de cenizas; hay que removerlas y hay que cambiar estructuras para que el fuego pueda reencenderse y volver a dar el calor de la ternura, la sencillez, del reencanto, la fe confesada y compartida, la alegría y el servicio. Sólo así se repara la Iglesia. Y así nos despedimos hasta la próxima y en el entretiempo nos confiamos, al menos los dos, a la intercesión del Cardenal Pironio y a la oración mutua; en eso creo que yo salgo ganando ya que sentí en su persona perfume de la santidad. Y una gran humildad que le llevó cerrar la conversación con estas palabras: «Oren por mí para que me equivoque lo menos posible».
Pero en realidad no termino aquí. Tengo que añadir un par de párrafos para hablar del después del encuentro. La CLAR ha tenido que declarar que lamenta profundamente la publicación de un texto entre nosotros en la página Reflexión y Liberación que recoge la conversación tenida con el Papa con ocasión de este encuentro. Texto que se elaboró por alguien de la Presidencia de la CLAR y con la sola intención de conservar la memoria del estupendo diálogo que se tuvo. Para nada recoge las expresiones exactas del Santo Padre. En ese texto se hace referencia a algo muy concreto; a que el Papa hubiera dicho que se habla la existencia de un «lobby gay» en la Curia Roma. La noticia ha recorrido el mundo. Y esto nos llega a las conclusiones más diversas.
Una de ellas es que el Papa no debería hablar con tanta confidencialidad en los encuentros… y que tiene que aprender. Lo niego rotundamente. Impactante con la delicadeza humana y cristiana con que tocó el tema; con una altura de miras impresionante. No le faltó la ternura entrañable que es parte de su gracia nueva. Otra conclusión: no se debe recoger por escrito lo que puede haber sido fruto de una confidencia. Correcto. Si alguna vez, por equivocación se hace, no olvidar que estamos en los días de la cultura digital y se debe destruir antes de que sin querer queriendo se suba a la «nube». Fruto de lo sucedido conviene que el Papa Francisco no cambie en nada; en él debemos seguir poniendo nuestra confianza. Sí tenemos que cambiar y mucho la CLAR y sé que lo queremos y podemos hacer.