La mayoría de los católicos solo sueña con poder acercarse lo más posible al papa y recibir su bendición
Rio de Janeiro se transformará en una fortaleza para la visita del papa Francisco en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), donde son esperados 1,5 millones de participantes, tras la revuelta social que sacudió a Brasil en junio.
Más de 30.000 policías y militares serán movilizados del 22 al 28 de julio, apoyados por helicópteros equipados con cámaras de filmación.
«Será la mayor operación policial jamás realizada en la historia de la ciudad«, dijo a la AFP el secretario adjunto de grandes eventos de Rio de Janeiro, Roberto Alzir Dias Chaves.
Un total de «7.000 policías reforzarán a los 12.000 efectivos de la ciudad, sin contar a los 1.700 policías de élite de la Fuerza Nacional, los de la policía civil, de carreteras y la federal», precisó.
Las zonas turísticas y hoteleras, estaciones de metro y autobús serán vigiladas por la policía, así como las favelas consideradas más peligrosas.
«Será muy superior a la movilización (policial) que hubo en la JMJ de Madrid» de 2011, precisó Dias Chaves.
Las históricas protestas, convocadas a través de las redes sociales y que muchas veces terminaron en violencia, tuvieron su auge el 20 de junio, cuando más de un millón de brasileños -incluidos 300.000 en Rio- manifestaron en todo el país para reclamar el fin de la corrupción y más inversiones en servicios públicos en vez de en el Mundial de fútbol de 2014.
«Estamos esperando un evento pacífico, pero estamos preparados para actos de violencia«, subrayó Dias Chaves.
El ejército brasileño reforzó por su lado sus efectivos, temeroso de que la visita del papa, que nuevamente colocará al país bajo la luz de los proyectores, incite a los jóvenes brasileños a volcarse a las calles.
El Ministerio de Defensa, a cargo de la coordinación de seguridad, preveía inicialmente el despliegue de 8.500 militares. «Pero el número fue aumentado a 10.266 hombres a raíz de las manifestaciones masivas de junio», dijo un portavoz de la cartera a la AFP.
En Rio, el papa visitará la pequeña favela de Varginha, en la zona norte. Pero «los dos puntos calientes» en materia de seguridad son la célebre playa de Copacabana y la localidad de Guaratiba, a 40 km del centro, donde se movilizarán gran parte de los peregrinos.
En Copacabana tendrá lugar la fiesta de acogida de los jóvenes y el Vía Crucis de la JMJ.
Unos 5.000 soldados vigilarán la seguridad de Guaritiba, que acogerá en un terreno baldío de 300 hectáreas el «Campus fidei» («Tierra de fe»), la gigantesca vigilia de plegarias en la víspera de la partida del papa, así como la misa final el domingo 28.
El ministro jefe de la Presidencia, Gilberto Carvalho, y las autoridades eclesiásticas aseguran no temer una retomada de las protestas «a raíz de la naturaleza» de la visita de Francisco.
«El papa estará seguro aquí. Y no es gracias a las fuerzas armadas, es gracias a nuestro pueblo, a nuestra democracia, a la simpatía que el papa despierta porque representa una nueva esperanza no solo para la Iglesia pero para la humanidad», afirmó Carvalho.
El Santo Padre no utilizará papamóvil cerrado en Brasil, sino dos jeeps abiertos para estar más cerca del pueblo.
Manifestaciones como un «beijaço» (besazo) donde parejas homosexuales se besan en la boca o una distribución masiva de preservativos están previstos durante la visita del papa.
Las fuerzas armadas se ocuparán de la defensa en 10 áreas, incluido el control del espacio aéreo, la vigilancia de las fronteras, armas químicas y bacteriológicas, comercio de explosivos e igualmente la defensa en altamar y la defensa cibernética.
La visita a la favela
Varginha es una pequeña favela ignorada de la denominada «franja de Gaza» carioca, una zona pobre y violenta del norte de la ciudad de Rio de Janeiro (sureste de Brasil). El papa Francisco la visitará el jueves próximo, y sus habitantes, tanto católicos como evangélicos, lo aguardan con alegría.
«Aquí nadie nos recordaba, sufrimos mucho. El papa es un hombre santo y eso nos va ayudar. Necesitamos más proyectos para los niños», comenta a la AFP Sonia Curato, una manicura católica de 47 años, mientras asa unas salchichas a la parrilla.
Su pequeña casa, de paredes sin pintar, está ubicada a la entrada de la favela, al costado de la pequeña iglesia Sao Jeromino Emiliani (62 lugares), donde el papa bendecirá el nuevo altar, el 25 de julio, antes de dar un discurso frente a entre 25.000 y 30.000 fieles en la cancha de fútbol vecina.
La vereda de la calle principal está como nueva luego de haber sido arreglada para la ocasión.
Situada en la «franja de Gaza» de Rio, así bautizada por la cantidad de enfrentamientos armados violentos que continuamente ocurrían entre policías y traficantes, Varginha es una de las favelas «pacificadas» hace siete meses por la policía. Pero según los habitantes, en la zona aún hay traficantes de droga, aunque son más discretos.
Rio de Janeiro mantiene desde 2008 una carrera contrarreloj para «pacificar» los barrios pobres de la ciudad controlados por narcotraficantes y milicias paramilitares antes del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En general, las favelas que atraen a los visitantes internacionales, como deportistas profesionales, políticos, actores o estrellas del espectáculo, son aquellas ubicadas sobre los morros que dominan los barrios ricos, con una hermosa vista al mar. El papa Juan Pablo II visitó en 1980 la favela de Vidigal, situada al borde del Atlántico sur.
El padre Marcio Queiroz, cura de Varginha, considera que la elección de esta favela corresponde a la imagen del nuevo jefe de la Iglesia católica: «Tal vez se sintió muy identificado con esta favela. Una pequeña comunidad pobre», sin glamour, bien plana y dominada por una vía de tren gris.
«Francisco recorrerá a pie los 200 metros que hay entre la iglesia y la cancha de fútbol. En el trayecto se detendrá en la casa de ocho habitantes, como un padre que visita a sus hijos«, explica Everaldo Oliveira (42), responsable del recibimiento del papa en Varginha.
En esta favela de mil habitantes viven más o menos la misma cantidad de católicos que evangélicos, según Oliveira. Sin embargo, hay una sola iglesia y una pequeña capilla católica de San Sebastián sin terminar, contra cuatro templos neopentecostales.
Como varias favelas, Varginha vivió estos últimos años un fuerte brote de iglesias evangélicas. Para el Vaticano, la visita del papa a este lugar es una oportunidad para mostrar que no ha abandonado el terreno.
De hecho, los evangélicos abrirán las puertas de sus templos y de sus casas al pontífice.
«Él es diferente, se muestra más humilde con los pobres. Jesucristo vino a la Tierra para esto», asegura Rogerio, un pastor de la Asamblea de Dios que se ocupa de los adictos al crack en la región.
Indio, un mecánico de 68 años, examina el motor de un coche, con el capó abierto. Mientras cambia el aceite, cuenta que se hizo evangélico «por necesidad, es decir, para salir del alcoholismo».
«Estoy muy contento por recibir al papa en casa. Tendrá repercusiones beneficiosas aquí, oportunidades que no habríamos podido tener antes», señala esperanzado.
La mayoría de los católicos solo sueña con poder acercarse lo más posible al papa y recibir su bendición.
«Al menos intentaré acercarme a él. Le pediré que bendiga a todos los brasileños, que pida paz para todos nosotros porque aún hay mucha violencia, y también más fe en el corazón de las personas», cuenta Ana de Souza (76), una devota de San Sebastián.
Antonio de Sá (68), que tiene un puesto de venta de cómida rápida casi frente a la iglesia, lamenta haber recibido la prohibición de abrir su comercio el día de la visita papal.
«Habría sido un buen día para ganar dinero», deplora este católico que bautizó a su puesto «Reliquia de Varginha».
¿Por qué este nombre? «La reliquia soy yo. ¡Soy de los habitantes más viejos!» de la favela, dice. (RDAgencias)