¡Si uno tuviera el poder de coger a todos los que están arriba y meterlos en la favela, aunque fuera durante un mes...sería una lección maravillosa!
(José Manuel Vidal).- El hermano Claudino Falchetto es marista. Fue consejero general de la congregación durante muchos años y presidente de laos religiosos del Brasil. Hoy, ya jubilado, es el director de la residencia de los maristas de Río de Janeiro, en el barrio de la Tijuca, donde le entrevistamos. Vivió de cerca y con entusiasmo la JMJ y la visita del Papa, que, a su juicio, les deja «gestos» y mensajes de «amor y cercanía». Además, ve el futuro con esperanza, porque van apareciendo «lucecitas» y «del desierto tendrá que nacer alguna flor».
¿Cómo está viviendo la visita del Papa?
Pues con mucha ilusión y con mucha esperanza para la Iglesia y para la juventud sobre todo. Creo que es un momento muy fuerte para la Iglesia de Brasil, y para la juventud de todo el mundo que se ha juntado aquí.
Hasta ahora, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención, de los distintos actos que ha ido haciendo el Papa?
Su simplicidad, su cercanía con la gente, sus gestos de solidaridad con los pobres, y también su insistencia sobre la esperanza que la juventud tiene que tener en Jesucristo.
La favela de la Rocinha, que el Papa ha visitado, es bastante parecida a ésta que está cerca de su residencia. ¿Qué conclusión saca usted de esa visita?
La favela de la Rocinha es más pobre todavía que ésta que tenemos detrás. Y la conclusión es la solidaridad. La concreción de lo que ha hablado desde el inicio de su pontificado: «Qué bonito sería si tuviéramos una Iglesia pobre y para los pobres». El hecho de que el Santo Padre haya ido a una favela, haya caminado por la calle (cosa que muchas veces es imposible para las autoridades políticas), haya caminado por medio de los pobres, haya entrado en una de sus casas, haya hablado con ellos y les haya hecho sentir que está cercano a su gente… Creo que es muy bonito, y muy fuerte como gesto para la Iglesia.
¿Cree que se ha destacado por sus frases sencillas?
Sí, tan sencillas como decirle a la gente que estaba allí: «Me gustaría tomar un cafecinho con cada uno de ustedes, pero no un vaso de cachaça (aguardiente)». La gente ese lenguaje lo entiende perfectamente, entiende el mensaje que el Papa intenta transmitir a sus vidas. Como cuando dijo: «siempre se puede añadir un vaso de agua a los frijoles, y siempre se puede añadir un poco de esperanza en Jesucristo». Un mensaje de amor y cercanía.
¿Está sacudiendo a la Iglesia por dentro? ¿Nos está haciendo reaccionar desde que ha llegado?
Sí. Hoy les decía a los obispos en la catedral que tienen que ser «callejeros de la fe». Es una lección muy fuerte para los pastores. En la Iglesia de América Latina, en el post-concilio, empezó una tendencia clara por la opción por los pobres, la cercanía con ellos. Pero los padres del Concilio han muerto, o están muy viejitos hoy en día, y los padres y obispos que tenemos hoy no estuvieron presentes en el nacimiento de la opción por los pobres. Aquí en América Latina la conferencia de Aparecida comenzó a rescatar un poco todo esto.
¿También la Teología de la Liberación, que en Europa se decía que está muerta?
No está muerta. Sí que hubo alguna adaptación, pero no está muerta. Yo creo que la Teología de la Liberación tiene sentido en cuanto hay alguna injusticia. Entonces hay que liberar a la gente, hay que liberar la Iglesia, hay que liberar al mundo de la opresión, de la corrupción, de todo en lo que está equivocado.
La juventud de Brasil se puso, a través de Internet, a hacer manifestaciones en ese sentido, pidiendo paz, justicia, que no haya corrupción por parte de los políticos ni por parte de la Iglesia, etc.
Usted estuvo presente en el Hospital de San Francisco, donde el Papa tuvo un encuentro muy emotivo con los adictos al crack. ¿Qué le pareció ese momento?
Yo diría que fue un gesto necesario y muy oportuno, porque Brasil se está convirtiendo ahora en un camino de tránsito para la droga, que viene de Paraguay, de Bolivia, de Colombia… el crack ha entrado con mucha fuerza. Por este hecho una congregación religiosa, en un hospital propio, ha puesto un departamento especializado para la curación de los drogadictos. Esto ya es muy positivo, y que el Santo Padre tuviera prevista en su paso por Brasil esta inauguración, creo que fue muy bonito y muy necesario.
¿Qué le pareció el Vía Crucis postmoderno escenificado en la playa de Copacabana?
Copacabana se convirtió en la playa de la fe, porque el Campus Fidei se inundó y no pudo funcionar. Y creo que los jóvenes lo entendieron. En la televisión decían que mientras el Papa llegaba había mucho ruido, muchos gritos; pero cuando empezó el Vía Crucis hubo un silencio total. La gente estaba concentrada, atenta a lo que ocurría en aquel momento, y todas las estaciones del Vía Crucis estuvieron representadas por las cruces que lleva la juventud. Me parece que fue un mensaje muy fuerte para los jóvenes. Con los que he hablado, están todos muy contentos con la oración que se hizo en el Vía Crucis. Las representaciones teatrales que se hicieron se pueden interpretar de muchas maneras, pero creo que la gente ha entendido la profundidad del mensaje.
Está claro que este Papa conecta con la gente, pero, ¿implica esto cierto peligro de «papolatría»?
Bueno, este Papa es distinto de los demás. Juan Pablo II era un actor que sabía mucho de comunicación, tenía un contacto muy cercano con la gente, pero una teología distinta, más conservadora. Luego tuvimos un Papa intelectual, con una bonita reflexión teológica; y ahora tenemos un Papa que tiene las dos cosas: reflexión, pero con un lenguaje apropiado para la gente. Entonces, sí es cierto que puede pasar que esta cercanía se convierta en idolatría, en culto a la personalidad, porque es una personalidad que está cautivando a toda la gente. No sólo a los pobres, no sólo a los jóvenes: también a los intelectuales y a los teólogos.
¿También los teólogos de la Liberación?
Sí. Frei Betto, por ejemplo, está escribiendo mucho sobre el Papa y lo valora muy positivamente. Leonardo Boff también.
¿Se va a notar en la Iglesia de Brasil el antes y el después de este viaje del Papa Francisco?
Para mí está claro que sí, porque ha venido en un momento importante: la Conferencia de Obispos está estudiando ahora la comunicación de los sacerdotes y los obispos con la gente, y en la próxima Asamblea se aprobará un documento sobre la Comunidad y la Palabra. Es decir, que se está tratando de cambiar un poco el lenguaje y la metodología de la evangelización. La Nueva Evangelización trae nuevos métodos de expresión.
¿El cambio debe ser hacia pastores, obispos y religiosos «con olor a oveja», como dice el Papa?
Eso es.
¿Hace falta detener el avance de los pentecostales en Brasil?
Sí, pero no hay que perder de vista que la JMJ no es de Brasil: es del mundo. Es cierto que en Brasil está habiendo un avance muy fuerte de los evangélicos, que ya son como un 47% de la población junto a otros que no son protestantes pero tampoco católicos.
¿Ese porcentaje lo ha perdido la Iglesia Católica? Es decir, ¿eran católicos que se han ido a otra religión?
La gran mayoría sí, pasaron a otras denominaciones.
¿Esa tendencia es reversible o imparable?
La secularización camina por ahí, y si uno no está satisfecho en una denominación religiosa, pasa a otra como reacción, como utopía o como esperanza. La gente quiere buscar la solución de sus problemas, y los evangélicos ofrecen soluciones concretas: dejar el cigarrillo, dejar la droga, dejar la prostitución… Ellos hablan con mucha fuerza del infierno, y entones la gente (sobre todo los más pobres), se inclinan a ir.
¿La diferencia con la secularización europea es que en Europa la gente deja las religiones, y en cambio aquí continúan buscando en otros campos religiosos?
Sí. La mayoría de los pobres busca en otra religión la solución de sus problemas concretos: el dinero, el amor, el cielo, la curación de enfermedades…
Usted ha sido durante muchos años uno de los dirigentes de la Congregación Marista. ¿Cómo están en este momento los maristas en Brasil?
Estamos buscando. España para nosotros es un caso muy específico, porque allí los hermanos llegaron a ser en un momento más de 2000. Hoy han bajado mucho, y la media de edad en cambio ha subido (lo que quiere decir que la cifra va a bajar más todavía). Pero tenemos un proyecto parecido a otro de los inicio del siglo XX, cuando en la persecución que hubo en Francia a la vida religiosa y a la Iglesia, muchísimos hermanos dejaron Francia para fundar obras en otros países. Brasil es fruto de esa revolución francesa. Entonces, ahora tenemos un proyecto que se llama «Ad gentes», con comunidades que se están creando sobre todo en Asia, y que es en parte fruto de la llamada de Juan Pablo II para que los cristianos se preocupen por la inserción de Jesucristo en estos países, que son mayoritariamente de otras denominaciones religiosas.
Por ahora en la Familia Marista es mayor el número de entradas que el número de los que dejan la congregación (no contamos a los que mueren, sino sólo a los que abandonan). Y aquí en Brasil se está haciendo un esfuerzo por hablar de nuestra vocación a los laicos, a los jóvenes.
¿O sea que las nuevas fronteras para los maristas también pasan por las «periferias» de Asia?
Sí, quizás también de África. No sólo América Latina. Donde la congregación por ahora tiene mayor expresión en América Latina y el Pacífico. En Asia estamos empezando, llevamos muy poco tiempo.
¿Europa la damos por perdida?
No. Del desierto tendrá que nacer alguna flor. El Espíritu Santo está presente en la Iglesia y en el mundo, y sabrá cómo hacer que la Iglesia siga, aunque sea de otra manera.
¿Estamos al inicio de una época ilusionante?
Sí, yo lo veo cada vez más. Estamos caminando y van apareciendo algunas lucecitas. Por lo que conozco de Francia, España e Italia (los países de Europa que mejor conozco), sé que hay pequeños grupos creyentes. Pero es que la Iglesia del futuro no será de multitudes: volveremos al pequeño rebañito que fermentará como levadura.
Ya jubilado, después de toda una vida entregada, ¿se arrepiente de algo?
No. Volvería a hacerlo. Creo que es una gracia de Dios, del Espíritu. Yo tuve muchísimas oportunidades, y un hermano me dijo de joven: «No dejes pasar las buenas oportunidades. Ésas hay que cogerlas». Y así lo hice: fui maestro, fui consejero provincial, estuve en el Consejo General muchos años…
¿Estuvo incluso en la curia vaticana?
Bueno, fui consultor en la Congregación para la Vida Religiosa en el Vaticano. Recibía casos de órdenes, y tenía que ser una especie de juez.
¿Le aconsejaría a Francisco que cogiese el látigo como Jesús en el templo de Jerusalén?
¡Sería tan bueno eso…! ¡Si uno tuviera el poder de coger a todos los que están arriba y meterlos en la favela, aunque fuera durante un mes…sería una lección maravillosa!
¿Para la Iglesia y para el mundo?
Sí, pero sobre todo para los interesados.
Se le nota a usted que vive con alegría.
Cuando hice 60 años, pensé: «Ya he vivido bastante, todo a partir de ahora es lucro, ganancia». Así que todas las mañanas me levanto feliz por el pasado, por estar vivo y por poder hacer algo.
Algunos titulares
-Que el Santo Padre haya ido a una favela, haya caminado por la calle (cosa que muchas veces es imposible para las autoridades políticas), haya entrado en las casas de los pobres… es una lección muy fuerte para los pastores
-Los padres del Concilio han muerto, o están muy viejitos hoy en día, y los obispos que tenemos hoy no estuvieron presentes en el nacimiento de la opción por los pobres
-La gente quiere buscar la solución de sus problemas concretos: dinero, amor, drogas, curación de enfermedades… y los evangélicos hablan con mucha fuerza del infierno
-La Iglesia del futuro no será de multitudes: volveremos al pequeño rebañito
-¡Si uno tuviera el poder de coger a todos los que están arriba y meterlos en la favela, aunque fuera durante un mes…sería una lección maravillosa!