Generar nuevas formas de evangelización que respondan a la pluralidad de situaciones y mentalidades
El Cardenal Rubén Salazar, en el marco de la Asamblea Plenaria de Obispos en Bogotá, dijo que la Iglesia Católica hace votos para que en Colombia se acabe la guerra y que tanto Gobierno como Farc deben tener unos mínimos de paz para que se desarrollen con éxito los diálogos en Cuba.
«Por ejemplo, la vida, el acceso a la salud, a la educación, vivienda, trabajo. Esos derechos fundamentales y esenciales de las personas. Ahora, ¿Qué significa esto traducido a una guerrilla que quiere firmar la paz? Significa que ellos no van a impedir el acceso de las personas a estos derechos y que no los van a violar», expresó el jerarca.
«Pedirles a las Farc que aquí hay unos derechos que no pueden ser violados. Y por otra parte, el gobierno tiene que tener en claro que tiene la obligación de promover estos derechos», reiteró el Cardenal colombiano.
La Iglesia Católica hizo un estudio en todas las parroquias del país y sus feligreses y desarrolló un documento con propuestas políticas y de paz que fue enviado a los negociadores en La Habana, Cuba.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Mons. Rubén Salazar Gómez, ha recordado también que una de las acciones pastorales de la Iglesia es la de servir a la sociedad y que la Iglesia no es una ONG.
Así lo afirmó durante una rueda de prensa en el marco de la XCVI Asamblea Plenaria del episcopado colombiano que se inició este lunes 3 de febrero.
El purpurado reiteró que la Iglesia no es un partido político y no se adscribe a ninguna afiliación política, su rol es el de brindar medios necesarios para que en el país se viva en justicia y solidaridad.
«La iglesia existe para servir a la sociedad, para iluminar el mundo con el Evangelio», manifestó el presidente del episcopado.
En relación a este rol de servicio y la participación de la Iglesia en el proceso de diálogos de paz que se desarrollan en la Habana, el purpurado manifestó que la única participación de la Iglesia es la de ser constructora de paz, dialogar con la sociedad sobre lo que significa la reconciliación y el perdón. Reiteró que para la Iglesia la paz es sinónimo de mejorar las condiciones de vida de la sociedad, condiciones que deben tener como base la justicia y la solidaridad.
«El esfuerzo que se hace en la Habana vale la pena, implica esperanza, valentía, generosidad. No podemos resignarnos a vivir en la guerra, por eso el país debe apostar al cese definitivo de la guerra y cada actor desde su óptica debe aportar al país», manifestó el prelado.
Discurso a la Plenaria
El Presidente del Episcopado recordó que la realidad social plantea sombras y desafíos como:
– La fe, la esperanza y nuestra capacidad de amar no siempre es fuerte. «Constatamos que no somos solidarios ni misericordiosos, que vamos caminando como si la fe no iluminara nuestro sendero y no nos condujera a un compromiso claro con la justicia, la reconciliación y la paz».
– Un verdadero déficit de evangelización del mundo contemporáneo, caracterizado por una especie de «ruptura» generacional en la vivencia de la fe, que lleva a que los niños y jóvenes «edifiquen su vida sin tener en cuenta a Dios».
– Situaciones como la privatización de los sacramentos, las prácticas de mercadeo con la religiosidad popular, los procesos de iniciación cristiana incompletos, la falta de inculturación de los procesos evangelizadores.
– «Las prácticas que expresan la fe y que constituyen los intentos de evangelización no cambian, son tradicionales, están organizadas como si todos en la sociedad fuéramos católicos, como si el lenguaje empleado no necesitara diversificarse ante la multiplicidad de interlocutores, como si la religión siguiera siendo el centro y el referente de la vida social y personal, y nada hubiera cambiado en los últimos años».
– Muchos antiguos creyentes se han distanciado de la Iglesia con heridas generadas en la vida eclesial por maltrato, por exclusión, por mal manejo de las situaciones. A pesar de identificarse con los valores evangélicos, no hallan un lugar en la Iglesia para ellos, no encuentran un lenguaje más claro para hacerse interlocutores y, por el contrario, han empezado a identificar a la Iglesia con una institución anquilosada, del pasado, incapaz de responder a las nuevas situaciones que el mundo vive.
Mon. Salazar Gómez precisó además que todos estos elementos hacen necesario «encontrar nuevas posibilidades de vivencia de la fe y generar nuevas formas de evangelización que respondan a la pluralidad de situaciones y mentalidades que contiene nuestro mundo de hoy».
Sin embargo, antes que proponer grandes proyectos, los planteamientos anteriores «hacen ver la necesidad de trabajar primero en un cambio de mentalidad que nos permita generar una mirada diferente, una nueva actitud frente a esas nuevas circunstancias», agregó el prelado.