Más de cinco décadas después de que Fidel Castro tomara el poder, a la Iglesia Católica solo se le ha permitido renovar las propiedades existentes o reconstruir en los lugares donde se derrumbaron las viejas estructuras
(BBC Mundo).- Sobre la hierba en una pequeña colina detrás del santuario católico más importante de Cuba yace un montón de barras de acero. Aunque lucen abandonadas, las 25 toneladas de chatarra metálica constituyen el corazón de un gran proyecto de reciclaje religioso: el plan es transformarlas en la primera iglesia católica construida en la Cuba comunista desde el triunfo de la revolución en 1959.
El ingeniero a cargo del proyecto en Santiago de Cuba admite que es ambicioso, no sólo porque no tiene precedentes sino debido a que las vigas formaron parte del escenario erigido para la histórica visita del papa Benedicto XVI a la ciudad en 2012.
«Reutilizar el metal significa mantener vivo el recuerdo de algo que es bueno para nosotros, los católicos. Esto le da vida nueva, de modo que puede servir a las futuras generaciones», explica Fausto Veloz.
Todavía su equipo requiere de un permiso final -de cinco- para dar inicio a la obra.
Sin embargo, existe una motivación práctica para la realización del proyecto, dicen: los católicos de Cuba requieren de más lugares donde acudir a orar.
La isla comunista -que alguna vez fue oficialmente atea- hoy es un Estado secular. Los días en que los creyentes debían bautizar a sus hijos en secreto o acudir a misa de manera clandestina en lugares alejados han terminado. Incluso, miembros del Partido Comunista de Cuba ahora practican abiertamente su religión.
Aun así, más de cinco décadas después de que Fidel Castro tomara el poder, a la Iglesia Católica solo se le ha permitido renovar las propiedades existentes o reconstruir en los lugares donde se derrumbaron las viejas estructuras. La construcción de nuevas iglesias nunca fue autorizada, lo que sugiere que las dudas ideológicas siguen manteniéndose en las jerarquías.
El aparente cambio de actitud ha resultado particularmente oportuno para la ciudad de Santiago: unos meses después de la visita papal, el huracán Sandy atravesó la ciudad con resultados devastadores.
La pequeña iglesia de madera de San Pedrito, una de las siete que fueron destruidas en su totalidad, era particularmente vulnerable debido a su vejez y a la falta de mantenimiento. Otras 28 iglesias resultaron dañadas.
La tormenta mató a 11 personas y dejó a su paso una enorme destrucción en todo el oriente de la isla.
Casi dos años después, sus huellas siguen siendo visibles.
Siboney fue una de las zonas más severamente impactadas. Los bañistas están de vuelta pero ahora se toman sus cervezas en el armazón de lo que fue una cafetería frente al mar.
Los agujeros en la escuela primaria de la localidad han sido rellenados, pero la casa enfrente sigue en ruinas, con la enorme roca que atravesó sus paredes al ser lanzada por el mar embravecido.
Al propietario le ofrecieron un espacio en un refugio estatal, pero eligió quedarse, confinado al único rincón de su casa que sigue en pie y esperando los materiales de construcción que el gobierno le prometió.