Las sectas protestantes emprendieron una cruzada misionera anticatólica de "protestantizar" a Puerto Rico.
El Dr. Gerardo Alberto Hernández Aponte, historiador y catedrático puertorriqueño, quien ha enfocado sus estudios en el legado de las religiones en la Isla publicó recientemente un libro titulado: La Iglesia Católica en Puerto Rico ante la invasión de Estados Unidos de América: Lucha, sobrevivencia y estabilización (1898-1921). En él sostiene, entre otras cosas, que «el gobierno estadounidense trató, por todos los medios, de reducir la influencia de la Iglesia Católica en beneficio del protestantismo».
¿Quién es el Dr. Gerardo Alberto Hernández Aponte?
─Soy historiador por vocación. Puertorriqueño y riopedrense de corazón. Mi bachillerato, maestría y doctorado en historia son de la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Río Piedras.
¿De qué trata su obra?
─Sobre la política y diplomacia de la Santa Sede respecto a la Iglesia Católica de Puerto Rico a raíz de la invasión de Estados Unidos de América.
¿Qué lo motivó a escribir este libro?
─Cuando me encontraba terminando mi bachillerato en historia, no tenía tema para la tesina. Buscando tema recordé que había escuchado una conversación entre una señora estadista y un señor nacionalista; el nacionalista le dijo al estadista: «Ponte a investigar la historia de la iglesia Católica para que veas todo lo que Estados Unidos le hizo a la iglesia Católica en Puerto Rico». El trataba de convencerla de que dejara de ser estadista, los estadistas son los que desean que Puerto Rico forme parte de Estados Unidos convirtiéndose en el Estado 51. Su intención era que apoyara la independencia de Puerto Rico tal como hacen los nacionalistas. A raíz de dicho recuerdo me puse a investigar cómo la invasión de Estados Unidos del 25 de julio de 1898 afectó la iglesia Católica en Puerto Rico. Al comenzar a investigar me percaté que los planteamientos del Dr. Samuel Silva Gotay, un sociólogo puertorriqueño, y considerado por algunos como uno de los principales investigadores y exponente de temas religiosos, no correspondían con los hechos que estaban en las fuentes primarias, es decir, en los documentos que se escribieron en la época que ocurrieron los hechos. Poco después vi un programa en televisión donde aparecía el Dr. Arturo Dávila, quien a entender de muchos historiadores es el académico que mejor conoce la historia de la Iglesia Católica en Puerto Rico, exponiendo unos planteamientos distintos. Me puse en comunicación con el Dr. Dávila y me dio fotocopia de varios artículos de su autoría donde exponía otra interpretación. Esto acrecentó en mi el interés de seguir estudiando el tema al punto de desarrollarlo como tesis de maestría. Esta fue defendida el 9 de agosto de 2004, obteniendo la calificación de sobresaliente. Mi director de tesis el Dr. Manuel Alvarado Morales (EPD), quien también fue decano de la facultad de Humanidades, me exhortó a que la publicara. Para ello revisé, corregí y amplié mi texto.
¿Cuál fue la política de Estados Unidos hacia la iglesia católica en Puerto Rico a raíz de la invasión?
─La invasión estadounidense representó un reto sin precedente en los más de 400 años de historia de Puerto Rico. Bajo el nuevo sistema colonial, la Iglesia experimentó una separación del Estado que ocasionó la pérdida abrupta del sostenimiento económico que ofrecía el Gobierno. La Iglesia tuvo que enfrentarse: a la secularización de los cementerios, a una libertad de culto jurídica y abiertamente establecida y predicada por las autoridades estadounidenses – especialmente diseñada como política oficial del presidente William McKinley – a favor de las nuevas misiones protestantes, a la expropiación de los edificios religiosos y, durante toda una década, a la congelación federal de todos sus bienes inmuebles y adaptarse a una cosmovisión distinta. La libertad de culto trajo consigo que diversas sectas protestantes se dividieran el País y emprendieran una cruzada misionera anticatólica de «protestantizar» a Puerto Rico. Los pobladores de la zona rural se convirtieron en terreno fértil para el protestantismo. Los protestantes fueron una pieza clave en trasmitir los valores de la nueva metrópoli y en facilitar los planes estratégico-militares y económicos que las autoridades de gobierno estadounidense tenían para Puerto Rico. Los ministros y pastores protestantes exponían que Estados Unidos de América era portador del progreso, la civilización y valores democráticos frente al régimen hispánico que era identificado con miseria, oscurantismo y explotación. Dentro de ese contexto, la Iglesia Católica era tildada como cómplice del atraso de las colonias españolas, debido a que se le asociaba al «antiguo régimen» por haber permanecido unida al Estado desde los inicios de la colonización de Puerto Rico. Por esto, no era extraño que el gobierno estadounidense tratara, por todos los medios, de reducir la influencia de la Iglesia Católica en beneficio del protestantismo y pusiera la mirilla de sus cañones sobre ella. Un ejemplo de esa política imperial lo vemos cuando el general Guy V. Henry amenazó con desterrar a los padres paúles, si continuaban publicando unas hojas en las que advertían a los católicos sobre las doctrinas protestantes. Un caso similar fue el mandato, también realizado por Henry, de silenciar los repiques de campanas. Asimismo, la alianza de las autoridades militares con los protestantes que eran autorizados y estimulados a usar templos católicos para sus servicios evangélicos era parte de la misma operación. Más dramático aún fue la política de retrasar, maliciosamente, los pleitos por la expropiación de las propiedades inmuebles de la Iglesia Católica de Puerto Rico, a pesar de que existían precedentes legales tanto en Cuba como en Filipinas. La lucha por recuperar las propiedades distrajo la misión eclesial durante unos diez años de batalla judicial. La Iglesia Católica insular enfrentó la bancarrota económica y el cuestionamiento de su integridad institucional, en los tribunales, al grado de la delincuencia común por espacio de casi una década. En otras palabras, a partir de la invasión, en los años más confusos e inciertos de la nueva conquista imperial, el gobierno estadounidense estranguló económicamente a la Iglesia Católica de Puerto Rico. Trascurridos diez años después de la solución final de los pleitos por los edificios religiosos, la Santa Sede aún seguía temiendo que Estados Unidos de América intentara, nuevamente, la confiscación de las propiedades eclesiásticas. Por eso, el delegado apostólico aconsejó que el título de propiedad de la Iglesia San Mateo no le fuera entregado a las monjas Carmelitas Calzadas, tal como estipulaba un contrato con la citada orden puertorriqueña, porque pensaba que de hacerlo y ocurrir otra incautación de propiedades, la famosa Iglesia se perdería irremediablemente.
¿Cúal fue la reacción y la política tomada por la Santa Sede?
─La Santa Sede estudió, cuidadosamente, la política de Estados Unidos de América respecto a Puerto Rico. Al hacerlo se percató de que los planes eran mantener al País como una colonia. Por otro lado, existía un sector de la jerarquía estadounidense que pretendía americanizar la Diócesis de Puerto Rico, subyugándola a alguna arquidiócesis de su nación. Por ello, el 20 de febrero de 1903, el papa León XIII emitió el breve apostólico Actum Præclare que desvinculó la Diócesis de Puerto Rico de la de Cuba y la colocó directamente bajo la protección y jurisdicción de la Sede Apostólica. Con este acto, la Santa Sede estableció que, salvo el Papa, nadie tendría ingerencia en los asuntos de la Diócesis. Por consiguiente, la Iglesia Católica puertorriqueña nunca formó ni forma parte de la estadounidense.
Dos años antes de esta determinación pontificia, la Santa Sede decretó que en la Provincia Eclesiástica de Santiago de Cuba tendría vigencia el Concilio Plenario de América Latina. De esta manera, sus decretos se extendieron a las islas de Cuba y Puerto Rico el 4 de septiembre de 1901. Por medio de esta acción, la Santa Sede se aseguró que Puerto Rico conservara su identidad religiosa hispana. Sin lugar a duda, dispuso que la Iglesia Católica puertorriqueña estuviera sujeta al calendario litúrgico latinoamericano y que se rigiera por las disposiciones propias para Hispanoamérica, promulgadas en Roma en 1899 en el Concilio Plenario de la América Latina. La Santa Sede reconoció que Puerto Rico tenía en común con América Latina una lengua, cultura y experiencia histórica de larga duración en razón de haber sido parte de España. Si bien Puerto Rico presentaba una situación especial en razón de ser una colonia de Estados Unidos de América, su perfil era hispanoamericano en el sentido de que compartía con América Latina un conjunto de experiencias y valores propios tales como el idioma y la cultura. De esta forma, salvaguardó el perfil hispanoamericano de la Iglesia Católica puertorriqueña, que no era ni más ni menos que la suma de experiencias centenarias que definían la fundación en 1511, de la diócesis más antigua de América y su desarrollo como la más grande del continente americano hasta 1790, cuando su jurisdicción e influencia continental se redujo a los límites geográficos de nuestro archipiélago puertorriqueño.
La Santa Sede nombró obispos estadounidenses para la Diócesis de Puerto Rico por dos razones: primero, por ser conocedores de las leyes e idiosincrasia de EE.UU; segundo, para facilitar la relación con el nuevo gobierno estadounidense. La Santa Sede empleó una estrategia político-diplomática orientada a que la Iglesia puertorriqueña figurara como leal al gobierno estadounidense, pero sin renunciar a su identidad hispanoamericana.
Estados Unidos de América tenía un historial de prejuicios contra el catolicismo que se originó en la Inglaterra de Enrique VIII y concebía a los católicos como enemigos de la democracia estadounidense. Las raíces estadounidenses de prejuicios, odios, rencores, persecuciones y hostilidad al catolicismo influyeron en la educación, la legislación y en la formación de un imaginario social anticatólico. Después de la independencia de Inglaterra, Estados Unidos de América adoptó una especie de Estado confesional en el que declaraba una libertad religiosa que prohibía el establecimiento de religión oficial alguna, pero que apoyaba el protestantismo. Esta falsa neutralidad plasmada inequívocamente en la educación pública con base protestante en perjuicio del catolicismo, forjó la identidad del pueblo estadounidense. Cónsono con este trasfondo histórico, Estados Unidos de América implementó un gobierno colonial en Puerto Rico, con un claro matiz de prejuicios contra los católicos bajo una aparente neutralidad legal.
La nueva estrategia político-diplomática de la Santa Sede implicó nombrar para la Diócesis de Puerto Rico obispos conocedores de la idiosincrasia estadounidense con instrucciones de no favorecer la agenda de americanización. Los prelados tendrían la misión de aceptar la relación política, sin manifestar apoyo alguno hacia ella. La Santa Sede prohibió a los obispos y al clero inmiscuirse en asuntos de política y de partidos políticos. No obstante, permitió manifestaciones de protesta contra cualquier acto político o civil en contra de la religión católica y de sus dogmas o contra el clero. De esta forma, trató de salvaguardar la identidad puertorriqueña admitiendo que era de origen hispánico, con matices culturales propios y distintos de los estadounidenses. Por ello, buscó defenderla hasta donde fuera posible.
¿En que se diferencian sus planteamientos de los trabajos anteriores?
─ En 1982 Elisa Julián de Nieves publicó un libro titulado: The Catholic Church in Colonial Puerto Rico (1898-1964), donde alega que la Iglesia Católica puertorriqueña se americanizó. Americanizar la Iglesia hubiera significado configurar la estructura eclesiástica insular al modelo de la Iglesia Católica estadounidense, bajo los decretos del Tercer Concilio Plenario de Baltimore que tenían fuerza de ley para la Iglesia de dicha nación. Posteriormente en 1985 el sociólogo Dr. Samuel Silva Gotay planteó, que la Iglesia Católica implementó una agenda de americanización orquestada por la Santa Sede, como forma de sobrevivir los embates de la invasión estadounidense y sus consecuencias. De esta forma se formó esta interpretación histórica que por varios años estuvo en boga. Entre 1997-1998 el Dr. Arturo Dávila publicó varios artículos en los que planteó un panorama distinto. Dávila expuso que el papa León XIII vinculó la Diócesis de Puerto Rico a la Santa Sede para proteger su identidad latinoamericana mediante el Breve Apostólico Actum Præclare el 20 de febrero de 1903. Señala que la Santa Sede no tuvo una agenda de americanización y que la elección del primer prelado después de la invasión, fue una movida eclesial-diplomática de la Santa Sede orientada a salvaguardar la Iglesia Católica de Puerto Rico. Estos artículos no eran conocidos por algunos académicos. El Dr. Dávila investigó en el Archivo Secreto Vaticano y fruto de ello publicó esos artículos. En el 2000 el historiador y sacerdote Dr. Floyd McCoy defendió en Estados Unidos su tesis doctoral titulada: Bishop William Jones, O.S.A.: his Background in the United States and Cuba (1865-1906) and his Work in Puerto Rico (1907-1921). En ella estudia la mentalidad de Mons. William Jones desde que llega a Puerto Rico en 1907 hasta 1921. El autor estudia cómo su la forma de pensar de este obispo fue cambiando. Uno de los méritos de ese trabajo es que contradice la teoría de que Jones americanizó la Iglesia en Puerto Rico. Sostiene que los delegados apostólicos ejercieron una tremenda labor fiscalizadora, a fin de que no americanizara la Iglesia. En resumen la mayoría de los estudiosos e historiadores contemporáneos basaron sus estudios en afirmaciones del sociólogo Dr. Samuel Silva Gotay, y pocos cuestionaron sus interpretaciones. A pesar de que el Dr. Arturo Dávila y el Dr. Floyd L. McCoy hicieron un gran avance acerca de la política de la Santa Sede, era necesario un estudio abarcador que indagara en la posición vaticana respecto a la Iglesia Católica de Puerto Rico. Después de haber realizado la consulta, exploración y análisis de todos los acervos documentales disponibles en Puerto Rico, encaminé mi investigación hacia varios objetivos. Primero, entrelazar dos coyunturas históricas: la Iglesia antes y después de la invasión. Analizo cómo la crisis que enfrentó la Iglesia en el 1898 no era sólo producto de los acontecimientos políticos del momento, sino también resultado de un proceso de crisis interna que ya se había iniciado antes de la invasión. Segundo, expongo una nueva explicación sobre la política de la Santa Sede referente a la Iglesia en Puerto Rico desde la invasión hasta la muerte de Monseñor Jones. En otras palabras, qué papel jugó la Santa Sede para salvaguardar la Iglesia y estabilizarla. Tercero, además de indagar las estrategias económicas y sociales de la Iglesia, enfoco este estudio en un punto olvidado y relegado por la historiografía eclesiástica: los laicos. Examino qué hizo la Iglesia para atender, atraer, educar, entusiasmar, evangelizar y motivar a este sector. Modestia aparte mi libro es, hasta ahora, el estudio mas profundo, riguroso y abarcador sobre la Iglesia Católica en Puerto Rico entre 1898-1921.
¿Cuál ha sido la reacción de la academia respecto a los planteamientos expuestos en su obra?
─Con mucho entusiasmo. Primero la Academia Puertorriqueña de la Historia y el Decanato de Estudios Graduados e Investigación (DEGI) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras auspiciaron la publicación. En estos días el Instituto de Literatura Puertorriqueña me acaba de otorgar el primer premio en la categoría de Investigación y Crítica. Este premio es el más prestigioso galardón que un historiador puede recibir en Puerto Rico. Mi director de tesis expresó antes de morir: «Es un estudio medular para la historia de la Iglesia Católica de Puerto Rico entre 1898 y 1921». El Dr. Francisco Moscoso quien es Catedrático del Departamento de Historia de la UPR y Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia expresó «Es una gran contribución a la historiografía, especialmente cubriendo el período crítico de finales de la dominación española y comienzos de la estadounidense, con relación a la situación de la Iglesia Católica. Es una mina de información y demuestra su capacidad de análisis.» La Dra. Mayra Rosario Urrutia quien dirigió por varios años el Departamento de Historia de la UPR y está al frente de su Programa Graduado en Historia afirmó que era una «rigurosa investigación sobre historia eclesiástica». Asimismo expresó: «La lectura de este libro, de esta sólida investigación, satisface muchas curiosidades, rectifica algunas propuestas históricas y sobre todo, levanta interrogantes que los lectores interesados pueden retomar para continuar desentrañando su curso.»
¿Cómo puede adquirirse el libro?
─ En el internet puede obtenerse en Amazon. En Puerto Rico puede obtenerse en la Librería del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el Viejo San Juan y en la Norberto González en Río Piedras.
¿Qué otras publicaciones tiene?
─Tengo varios artículo por ejemplo la «La encíclica apócrifa de León XIII: un episodio del anticlericalismo latinoamericano» en Revista Científica Guillermo Ockham. En el expongo y analizo un suceso, al parecer, hasta ahora ignorado por la historiografía eclesiástica. Me refiero a la publicación de una encíclica apócrifa del papa León XIII por diversos periódicos latinoamericanos en 1899. Este escrito es, ante todo, una propuesta para estudiar las repercusiones que tuvo el pseudo documento en los diversos países a fin de poder luego tener una visión global del asunto. Otro de mis artículos se titula: «»Vuestra Madre» de la Santa Montaña en San Lorenzo, Puerto Rico: ¿la articulación del mito de la Virgen María en la persona de Elena Ache?» y fue publicado en la revista Hispania Sacra. En él exploro la vida y las teorías acerca de la identidad de una misteriosa mujer que vivió entre 1899-1909 en el área sureste de Puerto Rico y que era conocida por sus seguidores por el apodo de «Vuestra Madre». Analizo cómo se fue construyendo un mito en torno a su persona y cómo este ha ido evolucionando hasta el presente representando un verdadero reto para la jerarquía católica. Soy autor de los siguiente libros: La salud y la labor social: Ministerio de las Siervas de María Ministras de los Enfermos en Puerto Rico (1887-1921), con el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Compilador y autor del estudio introductorio del libro La Cieguecita de la Cantera: Obras completas de Josefa Martínez Torres, primera mujer novelista de Puerto Rico, con la Academia Puertorriqueña de la Historia y la Asociación Puertorriqueña de Investigación de Historias de Mujeres.
¿Qué planes tiene para el futuro?
─Estoy enfocado en la publicación de mi disertación doctoral que versa sobre la historia del espiritismo de Allan Kardec en Puerto Rico durante 1860-1907. Además tengo muchos temas que quiero desarrollar y otros ya comenzados que esperan mi revisión o desarrollo para poder ser enviados a edición y posteriormente a la imprenta. De mas está decir que mi principal pasión es investigar y escribir, por ello sueño con una plaza de investigador docente en Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras que me permita dedicarme a tiempo completo a los más de 30 temas que deseo desarrollar.
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