La situación descrita debe llamar a una severa autocrítica de los obispos chilenos, que en los próximos días celebrarán la 109ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile en Punta de Tralca
(Editorial de Reflexión y Liberación).- Entre el 13 y 30 de marzo de 2015 se realizó una encuesta de opinión en las quince regiones del país, para confeccionar el «Barómetro de la Política CERC-MORI», dando continuidad a un estudio que se practica desde el año 1986. La encuesta abarca diversos temas de interés político, así como cuestiones de importancia social y hace un seguimiento de un conjunto de parámetros socio-políticos en los últimos 29 años.
Sus resultados revelan un preocupante deterioro de la percepción pública respecto del quehacer político y de la gestión del gobierno. En la segunda parte elabora un completo mapa de las confianzas, donde evalúa a las principales instituciones del país.
La encuesta revela que en el año 2015 se registra una crisis de las confianzas ciudadanas, toda vez que el 87% de los chilenos no confía. Este atributo no compromete la relación entre los chilenos, sino que está referido a la confianza de los chilenos hacia las élites. La virtud de la confianza aparece tan lesionada que sólo el 10% de los chilenos confía en las instancias de élite.
Entre las diferentes instituciones evaluadas (Iglesia Católica, bancos, organizaciones empresariales, Banco Central, AFP, Senado, Cámara de Diputados, Poder Judicial Isapres, diarios, FONASA, CUT, sindicatos, televisión, partidos políticos, radios, Marina, Ejercito, Fuerza Aérea, Carabineros de Chile y Policía de Investigaciones), la caída más severa de las confianzas afecta a la Iglesia Católica, cayendo en 40 puntos porcentuales entre 1996 y 2015, seguida por los bancos (37 puntos porcentuales).
Ello determina que sólo el 20% de los chilenos confía en la Iglesia Católica, mientras que en 1996 el 60% manifestaba su confianza en la institución. Los chilenos otorgan mayor confianza al Banco Central, a los diarios, a FONASA, a la CUT, a los sindicatos, a la televisión, a las radios, a las fuerzas armadas, a carabineros y a la policía de investigaciones, que a la Iglesia Católica. Cabe señalar que en el año 1990 el 76% de los chilenos brindaba confianza a la Iglesia.
A la hora de indagar en qué instancia eclesial se produce la pérdida de confianza, la encuesta revela que ello ocurre a nivel de los obispos. En efecto, en 1988 el 58% de los chilenos manifestaba confianza en los obispos, mientras que en marzo de 2015 sólo el 18% de los chilenos expresa confianza en los pastores. Esto significa que el 82% de los ciudadanos chilenos no confía en los obispos.
Considerando que por primera vez la encuesta mide la confianza en los sacerdotes, ésta registra que sólo el 20% de los chilenos confía en ellos a marzo de 2015. Esto significa que la falta de confianza que los chilenos tienen de la Iglesia radica primariamente en los obispos.
La pérdida de confianza de los chilenos en los obispos ocurre principalmente a partir de Abril de 2009, cuando el 46% de los chilenos confiaba en el episcopado. El hecho determinante de la estrepitosa pérdida de confianza de los chilenos y chilenas en los pastores son los abusos de menores cometidos por el clero y su encubrimiento, en algunos casos, por sus obispos.
Considerando que el período muestral abarca entre el 13 y el 30 de marzo, es evidente que el nombramiento e imposición del obispo Barros en Osorno contribuyó al deterioro de la confianza de los chilenos en los obispos. Asimismo, el impacto provocado por la investigación canónica secreta emprendida contra tres queridos sacerdotes (José Aldunate SJ, Mariano Puga y Felipe Berríos SJ) y la decisión del cardenal Ricardo Ezzati de no renovar la misión canónica al padre Jorge Costadoat SJ, han contribuido a la pérdida de la confianza en los obispos chilenos.
Los resultados del Barómetro de la Política CERC-MORI son devastadores para la Iglesia Católica chilena, al mostrar que el principal atributo de una iglesia, la confianza, ha sido dañado gravemente por la actuación de los obispos. Considerando que en el último censo de población, realizado en 2012, el 67,4% de los chilenos se declaraba católico, los resultados de la encuesta CERC-MORI relevan que el 73% de los católicos chilenos no confía en sus propios obispos.
La situación descrita debe llamar a una severa autocrítica de los obispos chilenos, que en los próximos días celebrarán la 109ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile en Punta de Tralca.
La Iglesia Pueblo de Dios espera gestos concretos de conversión personal y pastoral de los obispos chilenos, necesita ver actitudes coherentes con una voluntad diálogo sincera, acogida del discernimiento crítico en toda la Iglesia, consideración hacia el laicado, respeto al sensus fidelium, libertad para proclamar el Evangelio, actuación profética frente a los poderosos, desprendimiento de los bienes económicos, transparencia en sus actuaciones, manifestar una opción preferencial por los pobres y marginados, así como el compromiso de hacer la justicia que merecen las víctimas de los abusos del clero contra menores, junto con dar un testimonio incondicional de misericordia con todos, especialmente con los más alejados de la Iglesia.
Es justo reconocer que mucho bien hace la Iglesia anónimamente en Chile, lo que despierta gratitudes innumerables. Sin embargo, cuando se hieren las confianzas todo lo bueno queda oscurecido. Entonces, la Iglesia necesita urgentemente expresar todo su potencial evangélico.
Sólo así podremos construir en Chile una Iglesia donde «el pastor llama a cada oveja por su nombre y las ovejas reconocen su voz. Él las saca del redil, y cuando ya han salido todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque reconocen su voz. En cambio no siguen a un extraño, sino que huyen de él porque no conocen la voz de los extraños.» (Mt 5,13-16).