Amenazado de muerte y a punto de cumplir los 75, el deseo del misionero navarro es morir en la isla de Marajó
(Luis M. Modino, Brasil).- Con motivo de la Asamblea General de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués), que está teniendo lugar desde el pasado día 15 hasta el próximo día 24 en Aparecida, la cadena de información católica «TV Aparecida» ha comenzado a emitir una serie de reportajes que tienen por título «Desafíos de la Iglesia». Uno de esos documentales relata la realidad de la Prelatura de Marajó, enclavada en la isla del mismo nombre, situada en la desembocadura del Amazonas, con una extensión similar a Portugal y una población de 300.000 habitantes.
En esa prelatura es misionero desde hace casi 30 años el agustino recoleto navarro José Luis Azcona, los últimos 28 como obispo. Marajó es una tierra de frontera, territorial y existencial, una de esas periferias de las que habla el Papa Francisco. Las dificultades que deben ser enfrentadas por la Iglesia en la región son enormes, comenzando por la falta de clero, pues solamente son 18 los sacerdotes que atienden esta inmensa área, comunicada en muchos casos a través de transporte fluvial.
El trabajo pastoral es desempañado en la mayoría de las ocasiones por los laicos, reduciéndose la presencia sacerdotal a una o dos veces por año en muchas de las comunidades desperdigadas en las orillas de los múltiples ríos que inundan la región. En la prelatura, el papel del sacerdote va más allá de las cuestiones espirituales, siendo llamado a ayudar a la gente a entender los derechos sociales, a tomar conciencia sobre la importancia del voto y a auxiliar a las personas en la lucha por dignidad. Todo esto en una región donde el desempleo, especialmente de los jóvenes, es alarmante, donde más del 40% de la población es analfabeta y donde el poder público es prácticamente ausente.
La desestructuración de las familias provoca que los derechos de los niños y los adolescentes sean violados, muchas veces por los propios padres, siendo víctimas de todo tipo de abusos. Ante esta realidad la prelatura de Marajó, que pastorea el obispo navarro, intenta dar la respuesta que debería llevar a cabo el poder público, en una región «secularmente abandonada por las autoridades», como resalta Monseñor Azcona, mostrando que este descaso es cada vez mayor, lo que provoca que la distancia social entre los habitantes de la isla de Marajó y el resto del país aumente cada día más.
Para leer el artículo completo, pinche aquí