Ahora, antes de irme les pido, primero que sigan rezando por mí. Segundo, que sigan haciendo lío. Tercero, que ayuden a organizar el lío que hacen para que no destruya nada
(Jesús Bastante).- «Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos de solidaridad, que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios es mi fortaleza«. Ante decenas de miles de jóvenes, y antes de irse de Paraguay, Francisco hizo el discurso más emotivo de esta histórica gira. Y lo hizo pidiendo al Señor «enseñarnos a soñar», sobre la base de los testimonios de Lis, Manuel y Orlando, tres jóvenes paraguayos.
«Como sabía las preguntas, había escrito un discurso para ustedes, para dárselo, pero los discursos son aburridos, así que se lo dejo al señor obispo para que lo publique. Y ahora, antes de irme les pido, primero que sigan rezando por mí. Segundo, que sigan haciendo lío. Tercero, que ayuden a organizar el lío que hacen para que no destruya nada. Y todos juntos ahora en silencio vamos a elevar el corazón a Dios», culminó el Papa sus palabras, emocionado y levantando al auditorio de la Costanera de Asunción. Decenas de miles de jóvenes, 70.000 según la organización, le esperaban.
Fue un encuentro de agradecimiento compartido. De los jóvenes al Papa que les ha insuflado esperanza; del Papa, a los jóvenes, que le han adoptado como uno de ellos. Y es que el «huracán Francisco» no ha perdido un ápice de vigor. «Gracias Santo Padre, mensajero de alegría y paz. Gracias, Santo Padre, por bendecir Paraguay», cantaban a voz en grito miles de chicos y chicas.
«Si es posible, vuelva nuevamente, y muy pronto, al Paraguay», le pidió el obispo responsable de la Pastoral Juvenil. Los jóvenes despidieron al Papa con una representación de ballet, música y esencias naturalistas e indígenas, que en Europa sonaría a New Age pero en Paraguay es un síntoma de confluencia de identidades, de suma de peculiaridades de un pueblo agradecido. Algo que ha sido una constante en los discursos del Papa, especialmente en este último tramo de la visita papal. Lejos de los protagonismos presidencialistas de Correa y Evo Morales, Horacio Cartes ha ocupado un discreto primer plano, lo que ha hecho más sencillo que el aura del Papa Francisco brillara con mayor fuerza.
El Papa tomaba constantemente notas mientras los jóvenes ofrecían sus testimonios: Lis, una chica cuya madre padece Alzheimer (el Papa hizo una indicación a su secretario, para que le diera dos rosarios, uno para ella y otra para su mamá), Manuel, un joven abandonado por sus padres que llegó a ser adicto a las drogas; y Orlando, quien leyó el Evangelio de las Bienaventuranzas, y tras abrazar al Papa, le pidió al oído que «rezara por la libertad de todos y cada uno de nosotros«.
Así arrancó Francisco su discurso improvisado. «Orlando me pidió que rezara por la libertad de todos y cada uno de nosotros, de todos. Es la bendición que pedimos ahora todos juntos. La libertad. La libertad es un regalo que nos da Dios, pero hay que saber recibirlo, saber tener el corazón libre«. Y es que «todos sabemos que en el mundo hay tantos lazos que nos atan el corazón: la explotación, la falta de medios para sobrevivir, la drogadicción, la tristeza, todas esas cosas nos quitan la libertad. Así que todos juntos agradeciendo a Orlando que haya pedido esta bendición, tener el corazón libre, un corazón que pueda decir lo que piensa, hacer lo que siente, ese es un corazón libre. Y eso es lo que vamos a pedir todos juntos».
«Repitan conmigo -pidió el Papa a la multitud-: Señor Jesús, dame un corazón libre. Que no sea esclavo de todas las trampas del mundo. Que no sea esclavo de la comodidad, del engaño. Que no sea esclavo de la buena vida. Que no sea esclavo de los vicios. Que no sea esclavo de una falsa libertad que es hacer lo que me gusta en cada momento», y todos corearon esta oración.
«Hemos escuchado dos testimonios, el de Lis y el de Manuel. Lis, con su vida, nos enseña que no hay que ser como Poncio Pilato, lavarse las manos». Esta chica «podía haber tranquilamente puesto a su mamá en un asilo, a su abuela en otro asilo, y vivir su vida de joven, divirtiéndose, estudiando lo que quería, y dijo no. La abuela, la mamá… y Lis se convirtió en sierva, en servidora, y si quieren más fuerte, en sirvienta de la mamá y de la abuela, y lo hizo con cariño».
Una madre con «esa enfermedad tan cruel que confunde las cosas», pero Lis continuó adelante graicas a las «solidaridad». «Tiene un corazón libre. Lis cumple el cuarto mandamiento: honrarás a tu madre y a tu padre. Lis muestra su vida, la quema, en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, de amor. ¿Se puede amar? Ahí tienen alguien que nos enseña a amar».
Después se dirigió a Manuel, a quien «no le regalaron la vida. Manuel no es un nené bien, no es un chico a quien la vida le fue fácil. Dijo palabras duras: fui explotado, fui maltratado, a riesgo de caer en las adicciones. Estuve solo. Explotación, maltrato y soledad, y en vez de salir a hacer maldades, a robar, se fue a trabajar. En vez de salir a vengarse de la vida, Manuel usó una frase linda: pude salir adelante».
«Aquí tuvimos un testimonio de un muchacho que supo lo que era el dolor, la tristeza, que fue explotado, maltratado, no tenía que comer y estaba solo», y que salió adelante, resaltó el Papa. «Libertad de corazón, servicio, solidaridad, esperanza, trabajo, luchar por la vida, salir adelante«.
«Como ven la vida no es fácil para muchos jóvenes, y esto quiero que se lo metan en la cabeza» pidió el Papa a las 70.000 almas de la Costanera de Asunción. «Hay otros chicos que la desesperación los empuja a la delincuencia, al delito, a colaborar con la corrupción. A esos chicos les tenemos que decir que nosotros estamos cerca, que queremos darle una mano, ayudarlo, con solidaridad. Con amor. Con esperanza«.
Utilizando dos frases de Lis y Manuel, el Papa subrayó que «conocer a Jesús es abrir la puerta a al esperanza. Conocer a Dios es fortaleza. Es esperanza y fortaleza, y eso es lo que necesitamos de los jóvenes hoy«. «No queremos jóvenes debiluchos, que están ahí no más, ni sí ni no, no queremos jóvenes que se cansen rápido, y que vivan cansados, con cara de aburridos. Queremos jóvenes fuertes, queremos jóvenes con esperanza y fortaleza, porque conocen a Jesús, porque tienen un corazón libre», gritó.
«Corazón libre, solidaridad, trabajo, esperanza, esfuerzo, conocer a Jesús, conocer a Dios mi fortaleza. Un joven que viva así ¿tiene la cara aburrida? ¿Tiene el corazón triste? No, ése es el camino. Pero para eso hace falta sacrificio, andar contracorriente», concluyó el Papa, quien recomendó a los jóvenes que releyeran constantemente las Bienaventuranzas, «que son el plan de Jesús, un plan contracorriente».
Éste fue el discurso (no pronunciado) del Papa Francisco:
Queridos jóvenes:
Me da una gran alegría poder encontrarme con ustedes, en este clima de fiesta. Poder escuchar sus testimonios y compartir su entusiasmo y amor a Jesús.
Gracias a Mons. Ricardo Valenzuela, responsable de la pastoral juvenil, por sus palabras. Gracias Manuel y Liz por la valentía en compartir sus vidas, sus testimonios en este encuentro. No es fácil hablar de las cosas personales y menos delante de tanta gente. Ustedes han compartido el tesoro más grande que tienen, sus historias, sus vidas y cómo Jesús se fue metiendo en ellas.
Para responder a sus preguntas me gustaría destacar algunas de las cosas que ustedes compartían.
Manuel, vos nos decías algo así: «Hoy me sobran ganas de servir a otros, tengo ganas de superarme». Pasaste momentos muy difíciles, situaciones muy dolorosas, pero hoy tenés muchas ganas de servir, de salir, de compartir tu vida con los demás.
Liz no es nada fácil ser madre de los propios padres y más cuando uno es joven, pero qué sabiduría y maduración guardan tus palabras cuando nos decías: «Hoy juego con ella, cambio los pañales, son todas las cosas que hoy les entrego a Dios y estoy apenas compensando todo lo que mi madre hizo por mí».
Ustedes jóvenes paraguayos, sí que son valientes.
También compartieron cómo hicieron para salir adelante. Dónde encontraron fuerzas. Los dos dijeron: «En la parroquia». En los amigos de la parroquia y en los retiros espirituales que ahí se organizaban. Dos claves muy importantes: los amigos y los retiros espirituales.
Los amigos. La amistad es de los regalos más grande que una persona, que un joven puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: «yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5). Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús. Cuando uno quiere a alguien, le está al lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados. Los amigos se hacen el aguante, se acompañan, se protegen. Así es el Señor con nosotros. Nos hace el aguante.
Los retiros espirituales. San Ignacio hace una meditación famosa llamada de las dos banderas. Describe por un lado, la bandera del demonio y por otro, la bandera de Cristo. Sería como las camisetas de dos equipos y nos pregunta, en cuál nos gustaría jugar.
Con esta meditación, nos hace imaginar, como sería pertenecer a uno u a otro equipo. Sería como preguntarnos, ¿con quién querés jugar en la vida?
Y dice San Ignacio que el demonio para reclutar jugadores, les promete a aquellos que jueguen con él riqueza, honores, gloria, poder. Serán famosos. Todos los endiosarán.
Por otro lado, nos presenta la jugada de Jesús. No como algo fantástico. Jesús no nos presenta una vida de estrellas, de famosos, por el contrario, nos dice que jugar con él es una invitación, a la humildad, al amor, al servicio a los demás. Jesús no nos miente. Nos toma en serio.
En la Biblia, al demonio se lo llama el padre de la mentira. Aquel que prometía, o mejor dicho, te hacía creer que haciendo determinadas cosas serías feliz. Y después te dabas cuenta que no eras para nada feliz. Que estuviste atrás de algo que lejos de darte la felicidad, te hizo sentir más vacío, más triste. Amigos: el diablo, es un «vende humo». Te promete, te promete, pero no te da nada, nunca va a cumplir nada de lo que dice. Es un mal pagador. Te hace desear cosas que no dependen de él, que las consigas o no. Te hace depositar la esperanza en algo que nunca te hará feliz. Esa es su jugada, esa es su estrategia. Hablar mucho, ofrecer mucho y no hacer nada. Es un gran «vende humo» porque todo lo que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los demás, de pisarle la cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas. Es un «vende humo» porque, para alcanzar todo esto, el único camino es dejar de lado a tus amigos, no hacerle el aguante a nadie. Porque todo se basa en la apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto tenés.
Por el contrario, tenemos a Jesús, que nos ofrece su jugada. No nos vende humo, no nos promete aparentemente grandes cosas. No nos dice que la felicidad estará en la riqueza, el poder, orgullo. Por el contrario. Nos muestra que el camino es otro. Este Director Técnico les dice a sus jugadores: Bienaventurados, felices los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la justicia. Y termina diciéndoles, alégrense por todo esto (cf. Mt 5,1-12).
¿Por qué? Porque Jesús no nos miente. Nos muestra un camino que es vida, que es verdad. Él es la gran prueba de esto. Es su estilo, su manera de vivir la vida, la amistad, la relación con su Padre. Y es a lo que nos invita. A sentirnos hijos. Hijos amados.
Él no te vende humo. Porque sabe que la felicidad, la verdadera, la que deja lleno el corazón, no está en las «pilchas» que llevamos, en los zapatos que nos ponemos, en la etiqueta de determinada marca. Él sabe que la felicidad verdadera, está en ser sensibles, en aprender a llorar con los que lloran, en estar cerca de los que están tristes, en poner el hombro, dar un abrazo. Quien no sabe llorar, no sabe reír y por lo tanto, no sabe vivir. Jesús sabe que en este mundo de tanta competencia, envidia y tanta agresividad, la verdadera felicidad pasa por aprender a ser pacientes, a respetar a los demás, a no condenar ni juzgar a nadie. El que se enoja, pierde, dice el refrán. No le des el corazón a la rabia, al rencor. Felices los que tienen misericordia. Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar. Todos hemos alguna vez experimentado esto. Todos en algún momento nos hemos sentido perdonados, ¡qué lindo que es! Es como recobrar la vida, es tener una nueva oportunidad. No hay nada más lindo que tener nuevas oportunidades. Es como que la vida vuelve a empezar. Por eso, felices aquellos que son portadores de nueva vida, de nuevas oportunidades. Felices los que trabajan para ello, los que luchan para ello. Errores tenemos todos, equivocaciones, miles. Por eso, felices aquellos que son capaces de ayudar a otros en su error, en sus equivocaciones. Que son verdaderos amigos y no dejan tirado a nadie. Esos son los limpios de corazón, los que logran ver más allá de la simple macana y superan las dificultades. Felices los que ven especialmente lo bueno de los demás.
Liz, vos nombraste a Chikitunga, esta Sierva de Dios paraguaya. Dijiste que era como tu hermana, tu amiga, tu modelo. Ella, al igual que tantos, nos muestra que el camino de las bienaventuranzas es un camino de plenitud, un camino posible, real. Que llena el corazón. Ellos son nuestros amigos y modelos que ya dejaron de jugar en esta «cancha», pero se vuelven esos jugadores indispensables que uno siempre mira para dar lo mejor de sí. Ellos son el ejemplo de que Jesús no es un «vende humo», su propuesta es de plenitud. Pero por sobre todas las cosas, es una propuesta de amistad, de amistad verdadera, de esa amistad que todos necesitamos. Amigos al estilo de Jesús. Pero no para quedarnos entre nosotros, sino para salir a la «cancha», a ir a hacer más amigos. Para contagiar la amistad de Jesús por el mundo, donde estén, en el trabajo, en el estudio, en la previa, por whastapp, en facebook o twitter. Cuando salgan a bailar, o tomando un buen tereré. En la plaza o jugando un partidito en la cancha del barrio. Ahí es donde están los amigos de Jesús. No vendiendo humo, sino haciendo el aguante. El aguante de saber que somos felices, porque tenemos un Padre que está en el cielo.