Los beatos del Padre Cícero eran doce, a imagen de los Doce Apóstoles
(Luis M. Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Todo lo que rodea la vida del Padre Cícero Romão Batista envuelve cierto halo de misterio, como es propio de los personajes singulares. La ascendencia que él tenía sobre el pueblo de Juazeiro do Norte y de buena parte del Nordeste brasileño fue creando una realidad social y religiosa que transformó la vida del pueblo, sobre todo de los más pobres, los famosos «retirantes», y provocó sentimientos de admiración hacia su persona y todo lo que le rodeaba.
Era común que el Padre Cícero fuese padrino de bautismo de mucha gente. Los ahijados del «santo nordestino» presumían de esa condición y así lo hacen los pocos que todavía continúan vivos. Es el caso de Evilasio Geraldo de Lima, nacido en Rio Grande do Norte en 1928. Su padre, antes de nacer, en una de sus visitas a Juazeiro pidió al sacerdote que fuese el padrino del hijo que estaba en camino, lo que era una costumbre entre los habitantes y visitantes de la ciudad, a lo que el Padre Cícero accedió, pidiendo que alguien lo representase. De hecho, el señor Geraldo, dice con orgullo que en su partida de bautismo es él quien aparece como padrino.
Desde niño, quería vivir en Juazeiro con su padrino, lo que finalmente conseguirá a los veinte años, cuando una vez casado decide trasladarse con su mujer a la ciudad en que todavía hoy reside. Desde su llegada, reconoce que nunca le faltó nada después de pedir empleo a su padrino, ya muerto en aquella época.
Es él quien nos cuenta la importancia de los beatos, laicos con una vida de castidad y aislamiento que se consagraban, en torno de la figura del Padre Cícero, a acompañarle, predicar el Evangelio y practicar la caridad. Su labor era ejercida entre los romeros que llegaban a Juazeiro. Destaca la figura de José Lourenço Gomes da Silva, conocido como el «Beato Ze Lourenço», líder de la comunidad del Caldeirão de Santa Cruz do Deserto, que estaba localizada en la zona rural del municipio de Crato, ciudad vecina de Juazeiro do Norte.
Zé Lourenço era uno de los muchos explotados por los terratenientes nordestinos que, «con lo puesto», se traslada desde el estado de Paraiba a Juazeiro do Norte, en busca de días mejores. Una vez allí conoce al Padre Cícero, quien le encargará comandar una comunidad a la que eran encaminados por el sacerdote los muchos desheredados que llegaban a la ciudad.
El rápido desarrollo de la comunidad provocó la furia de los terratenientes, que veían como muchos de sus trabajadores huían de su control para vivir a la sombra del beato. Con la ayuda de la Iglesia Católica consiguen desarticular la comunidad y encarcelar a Zé Lourenço.
Pocas semanas después, tras ser liberado, reinicia la comunidad en un lugar más aislado, conocido como el «Caldeirão de los Jesuitas». A partir de ahí será constituida una sociedad igualitaria y auto-sustentable, que tenía como base la religión. Poco a poco va llegando gente a la nueva comunidad, aumentando el número cuando la sequía era más castigadora.
Con la muerte del Padre Cícero, en 1934, muchos ven en el beato Zé Lourenço a su sucesor, pero al mismo tiempo la comunidad, cada vez peor vista por los poderosos, pierde a su gran defensor. En consecuencia de eso, en 1937, el gobierno brasileño enviará el ejército para destruir la comunidad a la que acusaron de comunista, matando a la mayoría de los que allí vivían, que fueron enterrados en una fosa común, que a día de hoy no se conoce su ubicación.
Geraldo Lima constata la fama de Zé Lourenço y culpa a la Iglesia de falta de ayuda, lo que provocó la masacre del Caldeirão, «un lugar donde no faltaba nada». Considera Juazeiro como un patrimonio, escogido por Nuestra Señora, y la compara con Jerusalén colocando en la ciudad del interior del estado de Ceará la segunda venida de Jesús, ideas recogidas de la tradición de los beatos.
Cuenta que los beatos del Padre Cícero eran doce, a imagen de los Doce Apóstoles, que después de la suspensión de órdenes siguieron a su lado. Él nunca perdió la esperanza en que un día la propia Iglesia ayudase a esclarecer lo que sucedió con su persona. En este sentido, el señor Geraldo, como muchos otros en Juazeiro, cree que ha llegado el momento en que esto se lleve a cabo, mostrando una gran confianza en el Papa Francisco.
Considera a los beatos como un elemento muy importante para la historia de Juazeiro, con algunos de los cuales convivió con proximidad y por quienes reconoce sentir una profunda devoción. Él constata cómo la Iglesia Católica está reconociendo hoy todo lo que fue anunciado y defendido por los beatos.
Al fin y al cabo estamos hablando de una forma de evangelizar que resultó profundamente innovadora para aquella época y provocó el rechazo de las autoridades civiles y eclesiásticas. Defender los derechos del pobre, ser fiel a aquello que Jesús de Nazaret vino a hacer realidad, enfrentándose al poder socio-religioso, siempre fue mal visto, venga de donde venga. Que se lo pregunten a Francisco…