No nos olvidemos de que la importancia de un pueblo, de una nación, de una persona, siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de los hermanos
(José M. Vidal).- Misa con El Ché al fondo. Francisco, al que algunos llaman el Papa Che, ofició su primera misa en la Plaza de la Revolución. Con mensajes poco políticos y profundamente pastorales. Con una homilía centrada en el servicio, especialmente a los más frágiles de la sociedad. Ante la atenta mirada de Raúl Castro y de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, entre otros mandatarios presentes.
Algunas palabras del Papa
«Jesús no le teme a las preguntas de los hombres»
«Asume nuestra búsqueda y le da un nuevo horizonte»
«El horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados»
«Es siempre una oferta para la vida cotidiana, también aquí en esta isla»
«Que el día a día tenga cierto sabor a eternidad»
«Quien quiera ser grande que sirva a los demás, no que se sirva de los demás»
«La vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo: sirviendo»
«Servir significa en gran parte cuidar la fragilidad»
«Cuidar a los frágiles de nuestra familia, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo»
«Son los rostros sufrientes, a los que Jesús invita a amar»
«Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos llamados a desarrollar»
«Ser cristiano entraña luchar por la dignidad de los hermanos»
«El cristiano es invitado siempre a dejar de lado su búsqueda y afanes»
«Tenemos que tener cuidado del otro servicio, de la tentación del servicio que se sirve de los otros»
«Beneficiar a los míos en nombre de lo nuestro. Ese servicio genera una dinámica de exclusión»
«Estaos llamados al servicio que sirve, a no caer en la tentación del servicio que se sirve»
«Hacernos cargo los unos de los otros por amor»
«Sin mirar de lado, para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer»
«Cuidarnos de la mirada enjuiciadora y pasar a la mirada transformadora»
«El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne y hasta en algunos casos lo padece»
«El servicio nunca es ideológico. No se sirve a ideas, sino a personas»
«El pueblo de Cuba tiene gusto por la fiesta, por la amistad y por las cosas bellas»
«Un pueblo que camina, canta y alaba»
«Un pueblo que tiene heridas, pero que marcha con esperanza, porque su vocacion es de grandeza»
«Los invito a que cuiden esa vocación y esos dones que Dios les ha regalado»
«Somos testigos de la fuerza imparable de la Resurreccion, que provoca por todas partes gérmenes de este mundo nuevo»
«No nos olvidemos de que la importancia de un pueblo, de una nación, de una persona, siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de los hermanos»
«Quien no vive para servir no sirve para vivir»
Texto completo de la homilía papal:
El Evangelio nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta aparentemente indiscreta a sus discípulos: «¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos -dice el Evangelio- no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante». Los discípulos tenían vergüenza de decirle a Jesús de lo que hablaban. En los discípulos de ayer, como en nosotros hoy, nos puede acompañar la misma discusión: ¿Quién es el más importante?
Jesús no insiste con la pregunta, no los obliga a responderle de qué hablaban por el camino, pero la pregunta permanece no solo en la mente, sino en el corazón de los discípulos.
¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de responder a esta pregunta.
Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a las distintas búsquedas que ésta realiza. Al contrario, Él conoce los «recovecos» del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a acompañarnos siempre. Fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando «las respuestas esperadas» o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos.
Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el día a día tenga sabor a eternidad.
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
He ahí la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado, quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.
Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar. Las personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar, a servir. Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta a los más frágiles.
Hay un «servicio» que sirve; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión.
Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve». Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Y esto sin mirar al costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer. Jesús nos dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos». No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.
Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro de la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas.
El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza. Hoy los invito a que cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii gaudium, 276.278).
No nos olvidemos de la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad.
«Quien no vive para servir, no sirve para vivir».